La creciente guerra comercial entre sectores de los monopolios imperialistas de los Estados Unidos con los de China y demás países imperialistas muestra una agudizada disputa por los mercados, en particular de los sectores que enfrentan una superproducción relativa a nivel internacional. Tal como sucede en los sectores siderúrgicos y conexos que llevaron al gobierno de Donald Trump a imponer aranceles sobre las importaciones de acero y aluminio y sus derivados, no sólo de los monopolios imperialistas de China sino también de los monopolios de los otros países imperialistas en disputa por el mercado mundial.
Así la guerra comercial entre los distintos monopolios o grupos monopolistas se viene extendiendo a una guerra comercial y financiera entre las distintas potencias imperialistas por los mercados, que incluye una intensificación de las disputas por espacios territoriales, como se puede ver en las guerras por ahora regionales. Por eso el imperialismo de China ha dicho la semana pasada que no sólo responderá a las medidas comerciales y financieras del imperialismo estadounidense con medidas de un tenor y magnitud semejantes, sino que tampoco cederá ninguna porción de lo que considera su espacio territorial.
En cuanto a la disputa entre los sectores imperialistas estadounidenses que representa el gobierno de Donald Trump con los imperialistas de Europa y Japón, que venían juntos en las disputas regionales con los imperialismos de Rusia y de China, por ahora aparece limitada a determinados sectores comerciales y financieros. Tal el caso de la Unión Europea que contestó con aranceles del 10% en todos los autos estadounidenses que se venden en el Continente. Una respuesta que, al destinarse únicamente al sector automotor, claramente todavía se centra en la lucha por el mercado europeo e internacional de los principales monopolios de ese sector, como la que se da entre los alemanes como Mercedes y Volkswagen con los gigantes norteamericanos como Ford y General Motors.
En cuanto al imperialismo de Rusia, hasta ahora involucrado principalmente en la disputa en las guerras regionales (Siria, Ucrania, etc.), acaba de sumarse a la guerra comercial generalizada, imponiendo la semana pasada aranceles de entre el 25% y el 40% a una serie de productos estadounidenses. En particular, las medidas afectan a maquinarias de obra en carretera, equipamiento para el sector petrogasístico, máquinas, herramientas para trabajar el metal y para la perforación de roca, además de la fibra óptica“, según un comunicado del Ministerio de Economía ruso.
La profundización y extensión de esta guerra viene afectando no sólo a la producción en los sectores y países involucrados en la misma sino al comercio y las finanzas de todos los países del mundo, interrelacionados por el capitalismo imperialista. Comenzando por los principales actores, en Estados Unidos esto se ha manifestado por ejemplo en la Bolsa de Nueva York en las pérdidas de las acciones industriales y tecnológicas en las últimas semanas. En cuanto a China, en junio las acciones registraron su peor rendimiento mensual en dos años y el yuan chino ha sufrido la mayor caída mensual registrada.
Todo esto mientras se acentúa, semana tras semana, la disputa de los sectores imperialistas estadounidenses que representa el gobierno de Donald Trump con los imperialistas de China, con medidas y contramedidas comerciales y financieras en prácticamente todos los sectores. Es un juego peligroso que agrava la inestabilidad de todos los mercados del mundo y acelera todos los factores de guerra, tanto en las disputas por espacios regionales, abiertas o encubiertas, como los que llevan a una nueva guerra interimperialista a nivel mundial.
Escribe Eugenio Gastiazoro
Hoy N° 1725 11/07/2018