El anuncio del aumento de los impuestos a las naftas y diesel a fines de octubre fue el detonante del movimiento de los “chalecos amarillos”, que nació independientemente de los partidos políticos y sindicatos tradicionales. Su nombre refiere a las chaquetas fosforescentes que deben utilizar todos los automovilistas en la mayor parte de Europa, para tener mayor visibilidad en caso de cualquier incidente en una ruta.
Los “chalecos amarillos” de Francia son los obreros de las grandes empresas y demás sectores de trabajadores que tienen sus hogares en la periferia de París y demás ciudades, que necesitan el automóvil para ir a sus trabajos. Por esta condición de clase el movimiento incluyó rápidamente otros reclamos obreros y populares como los provocados por los aumentos en el gas y la electricidad y la pérdida de poder adquisitivo de los salarios y jubilaciones. Sumó así además a los obreros y campesinos de las zonas rurales, también afectados por la suba de los combustibles y la carestía de la vida en general, los bajos salarios y jubilaciones y los bajos precios de sus producciones. De esta manera el movimiento se ha convertido en una muestra del repudio generalizado a la política económica y social del gobierno de Macron.
Este movimiento se inscribe en la larga tradición de rebeliones y estallidos populares en Francia. Por la condición de clase de sus principales componentes (obreros activos y jubilados), se puede decir que los “chalecos amarillos” son los hijos y nietos de los obreros del Mayo Francés de 1968, del que se cumplieron 50 años, si bien con nuevas formas de organización y nuevos medios de comunicación, en los que se destacan el papel de los celulares y de las redes sociales, las autoconvocatorias y las asambleas con formas de democracia directa, que sacuden a los sindicatos y partidos políticos tradicionales.
Aunque el movimiento de los “chalecos amarillos” tiene algunas similitudes con “Nuit Débout” –el equivalente francés de los “Indignados” de España– no se compone de las mismas bases sociales. Los “Indignados franceses” eran jóvenes urbanos, con diplomas, preocupados por la falta de oportunidades, mientras que los “chalecos amarillos” son obreros ocupados y jubilados, trabajadores autónomos y precarizados, de zonas rurales y ciudades de menor tamaño: la víctima más reciente de la represión en Marsella, al Sur del país, es una mujer jubilada de 80 años que falleció tras las heridas sufridas por el lanzamiento de una bomba de gases lacrimógenos.
Los “chalecos amarillos” organizan sus acciones a través de las redes sociales (mayormente Facebook). En su primera protesta nacional, el sábado 17 de noviembre, unas 300.000 personas salieron a las calles en todo el país. Las manifestaciones se han multiplicado desde entonces, con bloqueos de carreteras y de depósitos de combustibles, que provocaron desde la semana pasada la escasez de naftas y diesel. Las protestas alcanzaron el sábado primero de diciembre su punto álgido en la capital francesa, en donde se produjeron violentos enfrentamientos entre manifestantes y la policía en la famosa avenida de los Campos Elíseos, y quema de autos y contenedores así como saqueos en algunos de los distritos más prestigiosos de la capital.
¿Qué anunció el gobierno?
El presidente Macron había reiterado a su regreso de la reunión del G20 en Argentina que no daría marcha atrás en el aumento del impuesto a los combustibles, alegando que es necesario para frenar la contaminación. Pero frente a la ola de disturbios en París y toda Francia tuvo que ceder. Su primer ministro, Edouard Philippe, anunció la suspensión del aumento de este impuesto durante seis meses. Anunció también el congelamiento del precio de la electricidad y el gas para los meses del invierno boreal, y abandonó un proyecto para endurecer las revisiones técnicas de los coches con las que pretendía sacar de circulación a los vehículos más antiguos y contaminantes. Al día siguiente tuvo que ampliar sus concesiones anulando definitivamente el aumento a los combustibles.
Pese a esto, en las redes sociales se mantuvieron los llamados a manifestar para el sábado 8, en la cuarta jornada de protestas nacionales convocada por los “chalecos amarillos”. Éric Drouet, uno de los portavoces más visibles de la organización, llamó a los franceses a “regresar a París” y congregarse “cerca de los lugares del poder, los Campos Elíseos, el Arco de Triunfo y la plaza de la Concordia”, frente a la Asamblea Nacional, cosa que así sucedió pese al impresionante despliegue de las fuerzas represivas: 90.000 efectivos en toda Francia, de los cuales 8.000 en París reforzados con tanquetas blindadas de la Gendarmería, con un saldo de más de 200 heridos y cerca de 2.000 detenidos. No obstante, los manifestantes insistieron en que de todas formas marcharán cada sábado para exigir otras reivindicaciones, como mayores recortes de impuestos, aumentos de salarios y jubilaciones, demandando incluso la renuncia de Macron. “Los franceses no quieren migajas, queremos la baguette entera”, sostuvo Benjamín Cauchy, otro portavoz del movimiento. En tanto, los estudiantes contrarios a la aplicación de un nuevo sistema de acceso a la universidad mantenían sus movilizaciones, sindicatos de camioneros convocaban una huelga y la principal asociación de agricultores del país amenazaba con echarse a las rutas esta semana.
Los “chalecos amarillos” han logrado un amplio apoyo social. Según las encuestas, más del 70% de la población considera justificadas sus demandas. Los estudiantes secundarios también se han sumado a las protestas de los “chalecos amarillos”, lo que se conoció a través de un video que muestra a más de un centenar de adolescentes puestos en fila por la policía, arrodillados, con las manos en el cuello, la mochila en la espalda y la cabeza agachada. El ministro de Educación de Macron, Jean-Michel Blanquer, justificó la represión aduciendo que todo había empezado por unos jóvenes ajenos al colegio –“profesionales de la violencia” dijo–, que arrastraron a algunos alumnos y quemaron contenedores, robaron bombas de gas lacrimógeno y atacaron a la policía que “trató de neutralizarlos”. ¡Los Bullrich no lo habrían dicho mejor en la Argentina macrista!
Un nuevo recule de Macron
Tras la masividad y dureza de la cuarta jornada nacional del sábado 8, el presidente Macron tuvo que salir personalmente a aceptar la justeza de los reclamos y anunciar algunas medidas para recomponer el poder adquisitivo de los trabajadores. En particular un aumento de 100 euros en el salario mínimo y las jubilaciones a partir de enero, la exención del impuesto a las horas extras de los trabajadores y la suspensión de un impuesto a los jubilados hasta los haberes de 2.000 euros. Pero nada dijo sobre la restitución del impuesto a la riqueza a las grandes fortunas, otro de los reclamos de los “chalecos amarillos”. El sabor a poco de los anuncios no ha acallado la convocatoria a nuevas jornadas nacionales de protesta.
Hoy N° 1747 12/12/2018