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20 de February de 2019

Gabriela Vargas, hija de Otto Vargas

Mi viejo le pertenecía a su partido

Les pido disculpas, nosotros también nos vamos a despedir de mi viejo, de mi papá. Voy a hablar en nombre de mi tía Marta, su hermana, en nombre de Paula y Mauro, mis sobrinos, sus nietos. Y la mamá de Paula y Mauro, Cristina, a quien mi papá quería como si fuera una hija. En nombre de mis hijas, Fabiana y Laura. En nombre de mis primos, Fernando y Mariana, y en nombre de su mamá Silvia.

En primer lugar, vamos a empezar por las cosas simples: lo primero que quieren decir todos es que lo querían muchísimo a mi papá. Los más jóvenes, y yo también, nos estamos despidiendo del señor que a cada bebé de la familia durmió cantándole la misma canción cubana que aprendió cuando estuvo en Cuba, y que cuando éramos chicos, nos contaba un cuento infinito que todas las noches seguía, que tenía el nombre del Conejo pata de palo. Eso en lo familiar.

Nosotros siempre supimos que nuestro viejo no era de la familia, y por eso acá venimos a hacer un saludo. Mi viejo le pertenecía a su partido.

No puedo dejar de recordar algunas cosas. Simplemente decirles que yo creo que mi papá me habló de política de alguna manera la primera vez cuando vivíamos en Tolosa. Yo era muy chica. Y asesinaron al Che. A la mañana siguiente, mi papá me despertó y me mostró que había hecho un cuadro con sus manos, una foto del Che y una poesía que Cortázar había escrito para el Che. Ese cuadro siempre quedó en mi casa y en todas las casas donde estuve, donde viví.

Recuerdo también, que cuando era chica, tendría 11 años, y fue la masacre de Trelew. En un momento que yo le comenté a mi papá la noticia, él me miró y me dijo: “vos nunca te tenés que olvidar de esto, porque tu generación tiene que vengar estas muertes”. Son cosas pequeñas… yo tuve muchas discusiones con mi viejo, muchas diferencias, y él se las bancaba. Pero esto marcó un camino en mí, y también en toda mi familia. Yo he escuchado en estos últimos días cosas hermosas que sus compañeros le han escrito, que demuestran que en esta despedida, como les decía, no estamos solos, porque acá hay muchos que tienen este sentimiento de orfandad, de que se fue alguien muy importante en nuestras vidas. Y a mí me pareció, ya que me daban este lugar, lo mínimo que yo podía hacer era decirles que mi viejo también le fue muy fiel a ustedes. A cada uno de ustedes. Recuerdo que mi viejo siempre estaba preocupado porque algún compañero no se quedara mal por alguna discusión, que siempre se preocupaba por ir a ver a fulano o a mengano, para que tuviera fuerzas. Recuerdo que mi viejo, además, no pensaba que los dirigentes eran los dueños de la vida de la gente. Mi viejo pensaba que los dirigentes tenían que cuidar a su gente. Y por eso, cuando se quedó en la dictadura, como todos sus compañeros, se preocupó mucho por el sobrevivir de todos sus compañeros.

Mi viejo siempre tuvo presente en qué condiciones de vida vivía su pueblo. Y siempre tuvo presente, me parece a mí, que nunca hay que dejar de pararse sobre los pies y hacer camino. Quizás esto que les digo no les sirva de nada, pero quiero que sepan que mi padre vivió 89 años y creo que todos sabemos que toda su vida la dedicó a lo que eligió. Eligió militar, y nunca traicionó esa elección. Lo hizo hasta el final, hasta que enfermó. Y quiero que sepan también que, por supuesto cuando supo de su enfermedad intentó luchar contra esa enfermedad… pero creo que mi padre usó el tiempo que le quedó para despedirse de sus compañeros, y creo que apostó a que siguieran caminando.

Hoy N° 1755 20/02/2019