El 11 de abril de este año, las Fuerzas Armadas de Sudán obligaron a renunciar al presidente Omar al Bashir, y el control del país fue tomado por un llamado Consejo Militar Transitorio. El gobierno de Bashir llegó al poder en 1989 mediante un golpe de Estado. Sudán ha vivido desde entonces casi en guerra permanente. Primero un conflicto civil entre el norte y el sur, y luego constantes rebeliones como la de Darfur, conflicto entre población negra y árabe, en la que las milicias a las órdenes de Bashir provocaron al menos 300.000 muertos. Por ello ha sido el primer jefe de Estado en ejercicio acusado por la Corte Penal Internacional de crímenes de guerra y contra la humanidad. Fue sostenido por el petróleo y por su estratégica alianza con China y Rusia. Reprimió a la oposición, y ganaba una elección tras otra, se dice que “antes de ir a las urnas”.
Antecedentes
En diciembre de 2018 comenzaron una serie de protestas contra el gobierno de Sudán tras el fin a los subsidios al trigo y combustible decretado por Omar al Bashir. Las protestas contra la carestía y la inflación, especialmente el precio del pan, se volvieron directamente contra el presidente. Las mujeres tuvieron una gran participación.
En principio todas las instituciones estatales sudanesas apoyaron a Bashir y se decretó el Estado de emergencia, lo que implica que no se pueden llevar a cabo ningún tipo de manifestaciones sin la autorización formal del Estado. Sin embargo, los movimientos políticos y sociales de oposición continuaron con las protestas. Bashir entonces destituyó a prácticamente todo su gobierno y nombró militares al frente de los diferentes estados (para nosotros provincias), liberó a los detenidos e hizo llamadas al diálogo y la serenidad, pero las protestas, reaparecieron en abril con gran fuerza.
Los hechos de abril
Desde el fin de semana del 5 al 8 abril centenares de personas empezaron una sentada frente a la sede del Ejército. La caída del presidente Buteflica, de Argelia, alentó a los sudaneses.
La represión provocó muertos y detenidos, que se sumaron a una larga lista de 38 muertos y miles de detenidos por esta situación. Pero no pudo impedir que miles de manifestantes continuaran congregados en los alrededores del cuartel general del Ejército, en la capital, Jartum, pese a los reiterados intentos de las fuerzas de seguridad de desalojarlos por la fuerza. Hubo más represión y muertos.
El 10 de abril, la policía anunció que rechazaba reprimir por la fuerza a los miles de manifestantes que seguían concentrados reclamando la caída del dictador. El ejército anteriormente había dicho que no iba participar en la represión contra la población civil. El 11, vehículos militares ingresaron a un complejo militar donde se encontraba la residencia de al Bashir. En un mensaje por televisión se informó que el ejército había decidido tomar el control del país durante un periodo de transición de dos años, al que seguirá una convocatoria a elecciones. También anunció la declaración del estado de emergencia en todo Sudán por 90 días. Awad Ibn Ouf informó que la Constitución del país estaba suspendida, los puestos fronterizos permanecerían clausurados hasta nuevo aviso y el espacio aéreo también cerrado.
El anuncio desencadenó el júbilo de los manifestantes concentrados delante del cuartel general de las Fuerzas Armadas. “Cayó el régimen”, cantaban miles de manifestantes delante del cuartel general, en un ambiente tenso, pero de gran alegría. Pero la oposición, las “Fuerzas de la Libertad del Cambio de Sudán”, grupo que aglutina a partidos y grupos opositores denunció que se trataba de un golpe o autogolpe militar del propio régimen para perpetuarse en el poder, y denunciaron al consejo de transición militar como un gobierno de “las mismas caras y entidades contra las que se ha rebelado nuestro gran pueblo”, exigiendo que el poder sea entregado a un gobierno civil.
Un sector permaneció en el acampe de protesta, y, después del anuncio, miles de personas se volvieron a dirigir a éste con banderas de Sudán para seguir reivindicando un traspaso del poder a un gobierno civil y democrático, mientras que otros se marcharon. A los alrededores del complejo militar llegaron también poetas, cantantes y grupos de música que entonaron canciones patrióticas, a pesar del toque de queda nocturno. Cantaban “¡Paz! ¡Justicia! ¡Libertad!”.
Estas manifestaciones lograron la renuncia de las dos figuras que estaban al frente del golpe militar y del jefe de Seguridad e Inteligencia, que había dirigido la represión en los últimos meses. Tras su dimisión, estalló la alegría en Jartum, la capital.
El general Abdelfattah al Burham, nuevo jefe del Consejo Militar Transitorio anunció las siguientes medidas: Fin del toque de queda. Liberación de presos políticos y manifestantes encarcelados debido a las protestas. Sancionar a los responsables de la represión. Eliminar de raíz el régimen dictatorial de Omar al Bashir.
Burham llamó al diálogo entre el Consejo Militar Transitorio y las fuerzas políticas opositoras y los manifestantes. Mientras tanto las fuerzas de seguridad empezaron a liberar centenares de presos políticos y activistas, pero miles de manifestantes continúan movilizados y exigen el traspaso del gobierno a un consejo civil de transición. El levantamiento popular no cuenta con ningún apoyo exterior. La situación sigue abierta.
Escribe Irene Alonso
Hoy N° 1763 24/04/2019