Una visión simplista, muy metida por el trotskismo, atribuye los errores de la Internacional, en la década del ‘20, a la conducción de Stalin; oscureciendo la verdad, porque Stalin no dirigía la Internacional en esos años. El hecho es que la Internacional, hasta el año ‘26, estuvo dirigida por Zinóviev y, después, por Bujarin. Lenin la dirigió, sí, era el dirigente máximo del Partido. Pero, por ejemplo, como se relata en el libro, cuando Lenin planteó la táctica del frente único no generó un gran entusiasmo en la Internacional; no es que todo el mundo se puso de pie y dijo: ¡Hurra, viva el gran aporte del camarada Lenin! Ahí cada uno dijo lo que se le antojó, unos estuvieron en contra, otros dijeron que era necesaria, pero tenía que ser por abajo…
Es muy útil estudiar ese debate sobre el frente único, porque reproduce discusiones que, todavía hoy, se dan en el movimiento obrero y en el movimiento comunista. Por ejemplo, cuando le dicen a Zinóviev que la unidad tiene que ser por abajo porque, por arriba, ¿con quién nos vamos a unir?, no nos vamos a unir con esos tipos del socialismo, Zínóviev contesta: “La forma más clara del boicot a la línea del frente único fue definirla como una maniobra táctica, una maniobra para desenmascarar a los dirigentes socialdemócratas y aplicarla sólo por abajo”. Hasta el día de hoy, cuando hablamos de frente único, muchas veces escuchamos: “Bueno, unidad con los peronistas sí, pero no queremos ir con Moyano. Unidad por abajo, no te vas a unir con esos traidores”.
En vida de Lenin, Zinóviev apoyó la línea del frente único y polemizó con los izquierdistas: “Las masas están ligadas a los jefes, la dificultad es separarlas de ellos. Nosotros examinamos cómo hacerlo y ustedes dicen si, bien, nosotros queremos colaborar con las masas, pero no con los jefes. Queriendo ignorar la dificultad, ustedes no la suprimen”. Actualmente sería: yo quiero colaborar con los peronistas, pero no quiero colaborar con los dirigentes peronistas ¿Y, ¿cómo hago? Así estaba planteada la discusión en 1921 y en el ‘23. Porque, ¿vamos a creer que los socialdemócratas que mandaron asesinar a Rosa Luxemburgo eran menos traidores que algunos dirigentes sindicales que encontramos ahora, o en otros períodos? Esa era la discusión, el frente único era una necesidad política.
Era una necesidad porque hubo un cambio en la situación internacional. Rusia quedó aislada, estaban cercados, en un país que había sido destruido por la guerra y por la guerra civil. Había muertos por hambre y enfermedades. Y entonces, en esas condiciones, pasada la oleada revolucionaria (o lo principal de la oleada revolucionaria, puesto que en realidad termina, en lo fundamental, antes del ‘21), se plantea la necesidad del frente único.
Pero no todos tenían la misma concepción que Zinóviev, que Lenin o que Stalin (después Zinóviev va a cambiar de posición). Es importante estudiar el hecho histórico como fue, no como uno se lo imagina o se lo quiere imaginar. Primero, ¿cómo era la Internacional?, ¿quién dirigía? La lnternacional la dirigía Zinóviev, uno de los que se opuso a la insurrección de Octubre. Ustedes recordarán que Zinóviev y Kámenev votaron contra la insurrección (incluso hubo quien dijo que había que fusilarlos). Después, en 1924, cuando estaba por morir, Lenin dijo: no le tiren a Zinóviev y a Kámenev, no utilicen contra ellos ese error que tuvieron. Pero en ese momento era como para fusilarlos, porque se opusieron a la insurrección y lo hicieron público, hicieron público en los diarios que el Comité Central bolchevique habla decidido ir a la insurrección. Bueno, ese hombre era el que dirigía la lnternacional Comunista. En todos lados se fríe con grasa y se amasa el pan con la harina que se tiene.
Esos eran los dirigentes, el dirigente de mayor confianza de Lenin era Zinóviev. Sobre Trotski, recuerda Liborio Justo, uno de los fundadores del trotskismo en la Argentina, que siempre Trotski se alineó con los mencheviques en contra de Lenin. Y aun cuando poco después de 1905 se apartó de ellos, en adelante siempre se mantuvo en una posición de centro, entre bolcheviques y mencheviques, aunque en general se unía con estos últimos contra los bolcheviques. Siempre contra los bolcheviques, siempre en contra de Lenin. Decía cualquier cosa de Lenin, se reía de él, lo llamaba Maximiliano porque decía que era como Robespierre en la Revolución Francesa, y lo cargaba. Bueno, ésos eran los que dirigían, entonces hay que estudiar la historia concreta.
Después vamos a analizar a fondo las concepciones de Bujarin, que fue el líder de la derecha. Los trotskistas muchas veces dicen: “porque cuando Stalin traicionó1a Revolución China…”, pero cuando pasó eso de la Revolución China, al frente de la Internacional Comunista estaba Bujarin, no estaba Stalin. Y no siempre la posición de Bujarin representó la del Buró Político del Partido bolchevique. Entonces tiene importancia ver esto porque ahí vamos a ver la complejidad de la lucha política, que es una complejidad nacional e internacional.
Es importante conocer cómo se daba la lucha de líneas en la Internacional y en el propio Partido de la Unión Soviética, porque la gente de acá, que estaba a la derecha, tenía amigos en Rusia que estaban a la derecha, y tenía amigos en otros partidos comunistas que estaban a la derecha. Y los de izquierda tenían amigos que estaban a la izquierda, porque eran corrientes internacionales, corrientes de ideas, porque representaban la lucha de líneas en una clase que es internacional.
En Argentina, lo que fue “derecha” para la Internacional, yo creo que lo fue realmente. Porque, ¿qué planteó la derecha? Disolver el Partido. Volver al Partido Socialista. Aquí la derecha del Partido tuvo siempre la misma idea. Alberto Palcos fue uno de los que la expresó mejor: “Los motivos de la separación ya pasaron, ahora hay que unirse con el Partido Socialista”.
En el PS, cuando los comunistas –los que habían roto con ellos– propusieron el frente único, dijeron: “Los reformistas hemos sido vengados”. Pero que se planteara el frente único con los socialistas no quería decir que uno le cantara un himno de homenaje al asesino de Rosa Luxemburgo, y menos aún que se tuviera que disolver el Partido, formando un partido único con el Partido Socialista.
Y la “izquierda” fue izquierdista en el momento más álgido del debate, que fue ese momento. Lenin había escrito El izquierdismo… en 1920, para el Segundo Congreso, porque, en medio del auge, habían surgido planteos repudiando el trabajo en los sindicatos: “Si lo dirige la derecha yo no trabajo en el sindicato, cómo voy a trabajar en el sindicato si el tipo que lo dirige es un tipo de derecha”, etcétera. Y nada de elecciones parlamentarias, nada de ir a elecciones, nada de nada. Entonces Lenin es el que dice que el ultraizquierdismo es una reacción infantil ante la derecha, una enfermedad infantil del comunismo.
En la Argentina, una cantidad de cuadros importantes del PSI, que habían sido mayoría en los primeros congresos, coincidían con esas posiciones izquierdistas. Sobre todo en una cuestión que acá fue uno de los ejes de la discusión: no había que tener programa. Pero antes no se entendía el programa como lo entendemos ahora los comunistas –los stalinistas, dirían los trotskistas–, que entendemos por programa las tareas para la etapa de la revolución, el que plantea realizar la reforma agraria, nacionalizar las empresas imperialistas, terminar con la dependencia, terminar con el latifundio.
Antes se entendía por programa, como en la vieja época de los socialistas, la enumeración de los puntos de arranque para la lucha: luchamos por las 8 horas, o por tales y cuales reformas; los puntos de arranque para encabezar la lucha. Los izquierdistas no querían saber nada de programa: nosotros de lo único que hablamos es de la revolución, decían. Que de las 8 horas y la lucha por el pan, por el aumento de salarios, se ocupen los sindicalistas; nosotros estamos por la revolución. Si un obrero se paraba a decir: “Hay que pedir aumento de salarios”, le decían: “Acá compañero, hay que hacer la revolución”. Esa era la discusión, por eso fueron izquierdistas.
(Tomado de Conferencias, págs. 141/144, Ediciones del Instituto Marxista-Leninista-Maoísta de la Argentina, Buenos Aires, 2005).
Hoy N° 1770 12/06/2019