La política del gobierno de Macri de entrega, hambre y ajuste castiga al pueblo. Se sinceró el propio presidente en la conferencia de prensa del lunes después de las PASO, y nos castigó por haberlo derrotado en las urnas con el Frente de Todos. El aumento en el precio del dólar rápidamente se tradujo en aumentos de precios. Y así aumentaron también los pibes y pibas en las barriadas populares que se alimentan en los comedores.
En cada barrio, ahí donde crece el hambre, están nuestras compañeras parando la olla. Le ponen el pecho a la necesidad, se organizan con otras mujeres y garantizan la comida al mediodía, por las noches y los fines de semana. El Salario Social Complementario que la lucha de la CCC y Cayetanos le arrancó al gobierno de Macri con la Emergencia Social hace posible que, muchas de esas mujeres, hoy perciban un salario por esa tarea.
Sin embargo, la visibilización de esas tareas cotidianas que implican el sostenimiento del hogar y quienes viven allí es una de las conquistas del movimiento de mujeres y feministas. Y que esas tareas sean tomadas como trabajo no remunerado, también.
Eso que llamamos doble opresión aparece ahí con claridad. Somos las mujeres quienes socialmente aparecemos como las que tenemos que hacernos cargo de esas tareas. Además de la opresión de clase que sufrimos.
La política de Macri agravó la situación de precarización laboral, desocupación y pobreza. Esas consecuencias generales que sufre nuestro pueblo se agravan para las mujeres.
Así, los datos recientemente publicados por el Indec muestran que la tasa de desocupación para las mujeres es del 11,1% para el total del país. La tasa de desocupación para las mujeres jóvenes (entre 14 y 29 años) crece casi al doble: 23,1% y se agrava para quienes viven en el Gran Buenos Aires: alcanza casi el 26% (mientras que para los varones es casi el 20%). En la Argentina de Macri las mujeres jóvenes tienen menos probabilidades de conseguir trabajo que el resto de las personas.
La situación no mejora para las mujeres que tienen empleo. Casi 4 de cada 10 mujeres está empleada en puestos de trabajo no registrados, es decir, que no tienen aportes jubilatorios, obra social, vacaciones y muchos derechos que conquistó la clase obrera argentina. A su vez, esto implica que muchas ganen salarios menores, como sucede al conjunto de los/as trabajadores/as “en negro”.
No tener trabajo -ya sea por estar a cargo del trabajo doméstico y de cuidado de personas no remunerado o porque no consiguen- o tener un trabajo “en negro” significa, también, que las mujeres tenemos menores ingresos. Así, los datos de distribución del ingreso del Indec muestran que, dentro del 10% de la población de menores ingresos, la mayoría son mujeres (casi el 70%).
Las mujeres estamos más desocupadas, más precarizadas y somos más pobres. Pero estamos más rebeladas. Copamos las calles por nuestras reivindicaciones, por todas ellas. Porque el agravamiento de la crisis social también lo padecemos en nuestro cuerpo, con el deterioro de la salud y con el crecimiento de la violencia. Nos volcamos a la calle por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Nos movilizamos con nuestras organizaciones sindicales contra la finalización de la “jubilación de las amas de casa” que quiso imponer Macri. Estamos a la cabeza de la lucha de los movimientos sociales por tierra, techo y trabajo.
Nos preparamos en cada barrio, lugar de estudio y trabajo para discutir todo esto en nuestro 34 Encuentro, que se realizará en octubre en La Plata. Y saldremos fortalecidas para el último tramo de la campaña electoral, que nos permita derrotar a Macri en las urnas con el Frente de Todos, el 27 de octubre.
Escribe Romina Amaya Guerrero
Hoy N° 1780 28/08/2019