-Entiendo que otro gran tema del maoísmo es la cuestión agraria. ¿Qué relevancia tiene ésta en la Argentina?
—El campo es el problema fundamental en la revolución de los países coloniales, semicoloniales y dependientes; y también lo es en nuestro país. El gran problema de la economía argentina es que no se ha realizado la reforma agraria, habiéndose producido una extraordinaria concentración y centralización monopólica que reduce a pocas manos el control de un restringido mercado interno. Estos monopolios sólo pueden expandirse en el comercio exterior, y para ello deben buscar la ayuda del capital financiero internacional, por lo cual, en un proceso, terminan subordinados a él. Es una economía para diez millones de argentinos cuando tenemos más de treinta millones de habitantes. Llama la atención que en un país cuyas principales exportaciones son agropecuarias, el problema del campo es algo que aparece distante.
Con el maoísmo nosotros pudimos comprender el gran problema de los partidos comunistas latinoamericanos que fueron educados por el revisionismo –como se los señaló Mao– a ver el campo horizontalmente y no verticalmente. Es decir, no ver la estructura de clase del campo en cada aldea, en cada departamento, en cada provincia, en cada región del país, lo que obliga a un examen particularizado y a una diferenciación.
El PC de la Argentina, después de andar muchos años desorientado, comenzó, a fines de la década del 20, a avanzar en el conocimiento de la estructura de clases en el campo. Pero cuando en la década del 30 fue empujado a la política de frente único durante la lucha antifascista, la entendió como una política de frente con la oligarquía terrateniente liberal. Cambió, para esto, su posición anterior, autocriticándose por haber diferenciado el trabajo entre los campesinos pobres y los campesinos medios en lugar de trabajar con el campesinado en su conjunto. Este fue el primer paso de una línea que, en un proceso de tiempo, dio más importancia al trabajo con los terratenientes que al trabajo con el campesinado. Esto, unido a su revisión del análisis de la historia argentina, son las condiciones que están detrás de la desviación del PC del 43 al 46, en la época de la Unión Democrática y de su unidad con los terratenientes. En la práctica volvió a la definición socialdemócrata de Jacinto Oddone, de Juan B. Justo y de los dirigentes del Partido Socialista, que consideraban burgueses a los terratenientes: “burguesía agropecuaria”, como los consideran hoy muchos revisionistas. A partir de ese momento el PC se cerró a toda posibilidad de conocimiento científico, desde el punto de vista marxista, de la realidad agraria en la Argentina. Esto afectó también profundamente las actividades académicas debido al peso que han ido teniendo el PC y los sectores influenciados por él en la Universidad, en el INTA, en la Facultad de Agronomía, etc., siendo las propias investigaciones que estas instituciones realizan orientadas por la metodología del análisis revisionista. Por lo tanto, el maoísmo, que en última instancia es la gran experiencia de una revolución que tuvo como protagonista fundamental a los campesinos –como todas las revoluciones en los países coloniales, semicoloniales y dependientes– nos abrió la posibilidad de avanzar en el conocimiento de la realidad agraria argentina que, hay que decirlo, estábamos bastante lejos de haberlo hecho.
—La oligarquía terrateniente ha educado generaciones de argentinos con versiones ocultantes de la realidad de nuestro campo. Entre otras, una muy conocida es la negación de la existencia de aborígenes; pero también se dice que no existe el campesinado, incluso lo sostiene gente de “izquierda”. La falsedad de estas opiniones se descubre con facilidad recorriendo y observando las extensas zonas rurales del país.
—Usted tiene razón, la ignorancia de este fenómeno puede llevar a que no se comprenda bien la característica de gran parte de los proletarios. Por ejemplo, en zonas como Tucumán, uno se encuentra con el zafrero que al terminar la zafra vuelve al valle o a otros lugares donde tiene un pequeño pedacito de tierra de su propiedad, y vive de su cultivo el resto del año. O es pastajero en la explotación de un gran terrateniente, quien a menudo es el mismo dueño del Ingenio, llámese Patrón Costa, Frías Silva, Terán, o como sea. La oligarquía terrateniente culturalmente siempre ha adoptado las modas francesas, europeas, pero desde el punto de vista de la producción siempre se ha cuidado de conservar las mañas de su pasado feudal. Así es que subsisten una cantidad enorme de resabios semifeudales en las relaciones de tanteros, medieros, pastajeros, etc. Inclusive se hallan esos resabios en las explotaciones agrarias de las quintas que rodean a la Capital Federal: en la horticultura, con la forma de trabajo de los tanteros; en la lechería, con los tamberos medieros; en la ganadería, con los puesteros; etc. Y eso se expresa tanto en la psicología como en la política; porque hay fenómenos políticos en la Argentina como, por ejemplo, el federalismo, que no dejan de ser expresión del problema campesino. También del problema de la burguesía nacional, pero en gran medida del problema campesino, que es la quinta esencia de la cuestión del federalismo en la Argentina.
En nuestro país el problema campesino tiene particularidades. No estamos a principios de siglo, hay una gran población urbana, pero muchas de las ciudades del interior giran en torno a los problemas del campo. Ahora, desde ya, si la tendencia del mundo capitalista sigue así, y si los partidos revolucionarios no le dan importancia al problema campesino y la revolución se posterga, vamos a encontrarnos con países donde a lo mejor, andando el tiempo, casi no va a vivir gente en el campo. O puede suceder aquí mismo en la Argentina, y entonces van a decir que se solucionó el problema agrario porque, todo el mundo vive en la ciudad. Pero el problema agrario está allí salpicando a todo el país.
Extractos de “¿Ha muerto el comunismo? El maoísmo en la Argentina”. Conversaciones con Otto Vargas, de Jorge Brega, tercera edición, Editorial Ágora, 2008, VI Relaciones con China, págs. 149/51.
Otto Vargas fue secretario del Partido Comunista Revolucionario desde su fundación en 1968 hasta su fallecimiento el 14 de febrero de este año.
Hoy N° 1781 04/09/2019