El organismo técnico de la OEA declaró el 9 de noviembre que el resultado de la elección presidencial tenía vicios, y quedó anulada. Se debía convocar a una nueva elección.
La reacción fascista encabezada por Luís Camacho, presidente del Comité Cívico de Santa Cruz, que venía reclamando la renuncia de Evo y había viajado a La Paz para esto, se ensoberbeció. Desde el 4 de noviembre había llamado a “paralizar todas las instituciones estatales y las fronteras de Bolivia”, y radicalizar un paro en toda Bolivia. Los Comités Cívicos son agrupaciones de empresarios. Ya se venían produciendo ataques como el que sufrió la alcaldesa de la localidad de Vinto, salvajemente arrastrada durante cinco horas por el piso, pintada de rojo, hasta que pudo ser rescatada.
Evo reunió a su gabinete y evaluó la posibilidad de su renuncia, ante la escalada de violencia de la oposición. En la mañana del 10, la cúpula de la COB decidió retirar su apoyo al gobierno. Previamente, la policía fue la primera fuerza en apoyar el golpe, primero en Cochabamba, luego en Sucre, y finalmente en todo el país, y dejó de custodiar las instituciones oficiales. Luego el comandante de las Fuerzas Armadas de Bolivia, general Williams Kaliman, que previamente se habían declarado prescindentes, pasó también a reclamar la renuncia de Evo. Una columna golpista se dirigía desde Sucre y Potosí a la ciudad del Alto y se preveía un enfrentamiento sangriento ahí. Evo decidió llamar a nuevas elecciones y luego anunció su renuncia. “Ha habido un golpe cívico, político y policial”, denunció Evo en el mensaje televisivo.
El gobierno debería entonces pasar a manos de la actual presidenta del Senado, Adriana Salvatierra, para convocar a nuevas elecciones. El mando militar emitió un comunicado haciéndose cargo de la situación, y comenzó a detener a miembros del Comité Electoral. Se dijo que Evo también sería detenido pero un vuelo lo llevó a su región de origen, y el martes 12 a la madrugada partió al exilio en México, en un avión militar provisto por el gobierno de ese país. Estalló un desenfreno vengativo de los golpistas: quema de casas de miembros del gobierno y sus familias, ataques a la embajada de Venezuela, etc.
Luís Camacho entró al Palacio Quemado, sede de la presidencia, y arrancó la whipala, la bandera de los pueblos indígenas de la región andina. Su gesto muestra el desprecio por los “indios”, como Evo. Luego tanto Salvatierra, como el presidente de la Cámara de diputados y un grupo de legisladores del MAS renunciaron. Muchos legisladores y funcionarios se refugiaron en la embajada de México.
La senadora Jeanine Áñez, segunda vicepresidenta del Senado, opositora a Evo, senadora por el Beni anunció que asumirá la Presidencia de Bolivia, pero la Asamblea no tiene quórum para funcionar.
Signos de resistencia al golpe
Mientras tanto la Federación de Juntas Vecinales del Alto dio una conferencia de prensa en la que exige el retiro de Camacho y otros golpistas, resuelve formar comités de autodefensa, reclama que la policía asuma sus funciones de preservar la seguridad de los ciudadanos, y si no lo hace, “conformar la policía sindical civil para resguardar a la población”. Denuncia a los que quieren hacer volver a la oligarquía para que gobierne Bolivia.
Por otra parte los Ponchos Rojos, reservistas aymaras del ejército boliviano, al grito de “Ahora sí, guerra civil”, acompañados por pobladores de El Alto, bajaron a La Paz enarbolando las whipalas y la policía dispersó a los políticos que estaban en la Plaza Murillo, entre ellos Jeanine Áñez, y reclamó sin disimular su miedo la intervención del ejército, que fue inmediatamente aceptada por su comandante en jefe.
Mientras tanto, Trump felicita a los militares por haber tomado el gobierno en Bolivia, y el gobierno argentino vergonzosamente se niega a hablar de “golpe de Estado”. El fascista Camacho estaría tratando de que se forme un gobierno con una junta de los “Comités Cívicos”, la policía y el ejército.
Hoy N° 1791 13/10/2019