En la noche del 22 de noviembre de 2019, la ciudad capital Bogotá de Colombia culminó con ley seca y toque de queda, se desplegaron 7.000 policías y 4.000 soldados del ejército acompañados de tanques de guerra, patrullas de combate de las brigadas del ejército, helicópteros de combate, caballería, policía, Esmad [Escuadrón Móvil Antidisturbios de la Policía Nacional], inteligencia del Estado y paramilitares; en una intentona para sofocar las duras protestas que se produjeron los días 21 y 22 en el marco del Paro Nacional convocado inicialmente por las centrales sindicales.
Aunque las protestas y el paro se hicieron sentir en todo el territorio colombiano, en Bogotá, Cali y otras ciudades colombianas se produjeron levantamientos populares, un salto histórico de lucha del pueblo colombiano contra el fascismo en general y en particular, contra el gobierno de Duque, el líder fascista Álvaro Uribe Vélez y su partido centro democrático. En 600 municipios de los 1.101 que tiene el país se han presentado las mayores protestas, siendo Bogotá, Cali, Popayán, Pasto, Pereira y Manizales, las de mayor beligerancia.
La multitudinaria manifestación de trabajadores, estudiantes, maestros, profesionales, intelectuales, artistas, mujeres, hombres, desempleados, jóvenes, personas de la tercera edad contra el gobierno, el FMI y la OCDE se expresó con igual diversidad en las formas de lucha: marchas, tropeles, plantones, cacerolazos, arte callejero, movilizaciones en los barrios para autoprotección contra las bandas de lumpen y policías de civil lanzadas contra la población desafiaron a la represión militar y a la campaña de miedo, a las masacres y a la judicialización para los que participaran.
El paro tuvo su origen en el malestar social producto del tratamiento policial que el gobierno está dando a las demandas populares, que se expresan en lo que llamaron los convocantes al paro el “paquetazo de Duque”: las recomendaciones de la OCDE consignadas meses atrás en el Plan Nacional de Desarrollo relativas a una reforma laboral, una reforma pensional, una política agraria por fuera de lo convenido del enfoque social, privatización de la educación pública y privada más costosa y ahora de manera “descarada” en medio de las movilizaciones el gobierno firma el decreto para hacer realidad el Holding estatal y entregar al capital financiero internacional las empresas estatales.
Pero no solo eso, también el asesinato sistemático de los líderes y lideresas sociales y el bombardeo a un campamento de disidencias donde murieron varios menores de edad, el incumplimiento de los Acuerdos de Paz con las FARC. La forma desfachatada, y cínica como respondió el gobierno elevó la indignación popular ya mellada desde hace tiempo. Se llenó el vaso y explotó el pueblo indignado por la soberbia y vileza de este gobierno y de las clases dominantes.
Durante todo este tiempo se han movilizado por lo menos seis o siete millones de personas en todo el país, a pesar de las campañas de miedo durante ocho días antes del paro, los allanamientos a líderes sociales, la absurda estigmatización de financiación y conducción de la marcha al Foro de Sâo Paolo, el gobierno venezolano, la ex URSS y también a la Internacional Comunista; no han logrado acallar la justa lucha y la protesta popular.
Como no pudieron contener las luchas en Bogotá y Cali pasaron a la intimidación del pueblo por medio de bandas de delincuentes controladas por la policía para sembrar temor en la población e impulsar saqueos en el comercio. Cosa muy distinta a la participación de los sectores populares en las batallas con la policía e incluso también en saqueos. Los medios de comunicación entonces difundieron miedo a través del rumor de los saqueos a conjuntos residenciales por los “vándalos” o sea los sectores pobres, pero al mismo tiempo actuaron las bandas de delincuentes, y policías de civil.
La actitud del gobierno de contraponer el comité de paro a la ciudadanía y fortalecer los gremios, desconocer el pliego de reivindicaciones y las condiciones para negociar y disolver en el tiempo la resolución de las demandas, ha atizado el rechazo contra un gobierno que está comprometido con las multinacionales, el imperialismo norteamericano y los fascistas.
Colombia es hoy una potente muestra de la tesis leninista de lo que caracteriza una situación revolucionaria en desarrollo: los de arriba ya no pueden seguir gobernando como lo han hecho hasta ahora y los de abajo no quieren seguir siendo gobernados de esta manera.
26 de noviembre de 2019
Hoy N° 1794 04/12/2019