El 3 de enero EEUU realizó una acción comando en el aeropuerto de Bagdad, en la que murieron, entre otros, Qasem Soleimani, comandante iraní de la Fuerza Quds de los Guardianes de la Revolución de Irán, y el vicepresidente de las milicias chiíes iraquíes Abu Mahdi al Mohandes.
El atentado ordenado por el gobierno de Donald Trump contra Soleimani, considerado el número uno de las fuerzas iraníes, muy cercano al ayatollah Khameinei, es una escalada brutal en la disputa de la potencia imperialista yanqui con Irán, que se viene profundizando después de la salida de EEUU del acuerdo nuclear con este país asiático, y las sanciones impuestas en diversos planos. En estos meses hubo frecuentes ataques de diversa intensidad realizados por milicias chiitas proiraníes contra objetivos norteamericanos en Irak.
Se recalienta el enfrentamiento
Mike Pompeo, secretario de Estado yanqui había dicho a fines de noviembre, durante una visita a la base K1, de tropas norteamericanas y aliados ubicada a 15 kilómetros al noroeste de la ciudad petrolera Kirkuk, en el norte de Irak: “Debemos aprovechar esta oportunidad para recordar a los líderes iraníes que cualquier ataque de ellos o sus aliados que dañe a estadounidenses, a nuestros aliados o nuestros intereses serán respondidos con firmeza”. Pompeo, a mediados de diciembre repitió su amenaza.
El 29 de diciembre un contratista civil norteamericano murió en el ataque de una treintena de cohetes contra esa base militar en Kirkuk. EEUU acusó a la milicia Kataeb Hezbolá, también llamada Fuerzas de Movilización Popular, y respondió con ataques contra centros de almacenamiento de armas en Irak y Siria. Tres de las instalaciones bombardeadas se encuentran en Irak y las otras dos, en Siria. Hoffman dijo que el Hezbollah iraquí “tiene vínculos estrechos” con la fuerza de élite Quds iraní e instó a Teherán y sus aliados a “cesar sus ataques contra las fuerzas de Estados Unidos y de la coalición internacional (antiyihadista) y a respetar la soberanía de Irak para evitar cualquier acción defensiva adicional de las fuerzas estadounidenses”.
“La coalición se encuentra en Irak por invitación del gobierno iraquí para garantizar la derrota duradera del grupo Estado Islámico y proporcionar consejos y asistencia al ejército iraquí”, añadió el portavoz del Pentágono. Los ataques dejaron quince muertos, entre ellos comandantes, además de heridos. Tras el asesinato de Soleimani el Parlamento irakí aprobó una moción exigiendo la salida de las tropas yanquis del país.
El 31 de diciembre las milicias atacaron la embajada norteamericana en Bagdad. Lograron romper el muro exterior de protección al grito de “¡Muerte a Estados Unidos!”. Trump acusó al régimen de Irán de haber estado detrás del ataque a la embajada, y comenzó a evacuar al personal.
Irán promete una “dura venganza”
El atentado que se cobró la vida de Soleimani causó impacto en todo el mundo: las acciones de Wall Street y de las principales bolsas europeas bajaron, y el precio del petróleo subió en todo el mundo. Cerca de tres horas después del ataque el Pentágono confirmó que Estados Unidos ejecutó el bombardeo.
En Irán, en medio de grandes movilizaciones de repudio a los yanquis, el ayatollah Khameinei llamó a vengar la muerte de Soleimani. Irán, además de declarar tres días de duelo nacional, prometió una “dura venganza”.
Israel colocó a sus fuerzas militares bajo alerta máxima, mientras que Gran Bretaña y Francia expresaron su preocupación por el enfrentamiento. El Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia en un comunicado rechazó el atentado y afirmó que tendrá “graves consecuencias para la paz y la estabilidad regional”. Pompeo, demostrando la soberbia imperialista, se manifestó “preocupado” por lo poco “serviciales” que se mostraron los gobiernos de Francia, Gran Bretaña y Alemania con la decisión yanqui de atacar Irán.
El 4 de enero un nuevo ataque con drones abatió un convoy de las Fuerzas de Movilización Popular causando varios muertos. El lunes 6 se realizó el funeral de Soleimani en la capital iraní, Teherán, en medio de una multitudinaria manifestación, la más grande desde la muerte del ayatolá Jomeini, máximo líder de la llamada “revolución islámica”. En el propio Estados Unidos se han hecho grandes manifestaciones de repudio al guerrerismo de Trump.
Una vez más, la prepotencia de los gobernantes yanquis acelera los nubarrones de guerra que amenazan a los pueblos y naciones de todo el mundo.
Hoy N° 1797 08/01/2020