Claudio Spiguel, el camarada Marcos, Claudito para los amigos, fue un extraordinario y apasionado intelectual comunista. Historiador e investigador, profundo conocedor del marxismo-leninismo-maoísmo, docente universitario, autor de numerosas publicaciones, gran amigo, formador de centenares de camaradas del Partido y la Juventud en la doctrina marxista y en la línea del PCR.
Todos los que, en las aulas académicas como la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, donde Spiguel estaba al frente de la Cátedra de Historia Social General, o en una “escuelita” del Partido o la Juventud fuimos sus alumnos, conocimos de su pasión y de sus convicciones, y su preocupación para que hasta el último conociera la verdadera historia, y los fundamentos de la doctrina marxista.
Como recordó su compañera Nené en el homenaje de despedida, Claudio “Era tan generoso, que cualquier cosa que encontraba decía ‘esto le va a servir a Fulano’. Todo el tiempo pensando en los otros. Una de sus frases, era ‘Nunca soy más yo que cuando estoy fuera de mí’”.
Queremos recordar a este “optimista irreductible” como lo calificara una de sus amigas en la despedida, con un fragmento de su trabajo “De la independencia a la dependencia”, incluido en Argentina en el Bicentenario de la Revolución de Mayo, Ediciones revista La Marea, Buenos Aires, 2010.
Polémicas
Comprender que la dependencia se ejerce a través de esa asociación subordinada de las clases dominantes locales, con distintos intereses imperialistas es fundamental frente a dos concepciones erróneas y unilaterales sobre el tema. Una de esas visiones considera a la dependencia solamente como un factor externo que condiciona a la nación. Efectivamente, nos condicionan económica, política y militarmente, con la ocupación británicas de las Malvinas y el Atlántico Sur, con el manejo y los chantajes de la deuda externa, con el monopolio del comercio mundial, con presiones diplomáticas e intrigas, intervenciones políticas en nuestros asuntos internos y actos de espionaje de las grandes potencias (realidades que no suelen figurar en los abordajes teóricos e históricos de la ciencia social “oficial” sobre la Nación y el Estado). Pero estos condicionamientos externos operan sobre la base de factores internos: el poder de los intereses de bloque dominante de grandes burgueses intermediarios y terratenientes que por sus propias necesidades de clase subordinan el país a las potencias imperialistas y hacen posible su dominio (Ver Echagüe, Carlos, Argentina, declinación de la soberanía y disputa interimperialista. Buenos Aires, Ágora, 2004, pp. 161-163). Esta cuestión no ha sido considerada en profundidad por los ensayos, investigaciones y críticas a la dependencia (muchas de ellas penetrantes y precursoras) de intelectuales y representantes del nacionalismo popular, como Scalabrini Ortiz, más allá de verificar que el capital extranjero “soborna” a los dirigentes locales. Se omite frecuentemente el papel de la clase terrateniente y de la gran burguesía intermediaria, y se reduce así la explicación del problema a la operación de la contradicción entre el imperialismo y la Nación Argentina.
Muchas veces, estas concepciones se articulan con la idea de una independencia “monocolor”: “primero, los británicos; luego, los norteamericanos”. No se considera el papel de las clases dominantes dependientes, sus pujas internas y a través de ellas la forma que adquiere la rivalidad interimperialista dentro del país. Así se absolutiza la dominación de un solo imperialismo. En esas visiones la dependencia es asimilada a una relación colonial. Como una derivación de esto hubo quienes consideraron y consideran como expresión de antiimperialismo, nacionalismo o búsqueda de autonomía a toda forma de distancia respecto de esa potencia hegemónica, aun cuando expresara a intereses económicos y políticos de sectores de las clases dominantes subordinados a otras potencias imperialistas, antibritánicos o luego antinorteamericanos, en la medida que buscaban reorientar o redireccionar las relaciones de dependencia.
Estas concepciones no sólo son erróneas desde el punto de vista científico, sino que derivan en políticas que, en lugar de dar cuenta de esas rivalidades para aprovecharlas a favor de un camino independiente para el pueblo y la nación, las escamotean como tales, preconizan apoyarse en otras potencias para liberarse de las que considera hegemónica. La experiencia de todo un siglo ha demostrado y demuestra el prejuicio de tales políticas, ineficaces contra la dominación británica o norteamericana y “funcionales” a la penetración de los intereses económicos y políticos de potencias rivales. Desde ya, esta polémica tiene una gran actualidad para la Argentina y América Latina, donde se desarrollan grandes movimientos populares antiimperialistas, surgen fuerzas y gobiernos reformistas nacionalistas, pero también operan tendencias y gobiernos que toman distancia de las políticas de Estados Unidos, la gran potencia del hemisferio, y sin embargo lejos de propugnar políticas antiimperialistas y autonómicas, mantienen la estructura dependiente y buscan reorientarla en función de los lazos con otras potencias e intereses imperialistas.
Otro enfoque erróneo y muy extendido desjerarquiza la dominación imperialista como elemento determinante de nuestra formación y estructura social, en tanto país dependiente. Partiendo de que en el país las relaciones de producción dominantes son las capitalistas, no se distingue este elemento (el modo de producción dominante) de la formación económico social en su conjunto (articulación del conjunto de relaciones históricamente determinada en la que juega un rol fundamental, como hemos visto, la dominación del capital monopolista extranjero, del imperialismo, es decir la dependencia).
En muchos análisis que definen al país como “capitalista dependiente”, la dependencia pasa a ser un mero rasgo del desarrollo capitalista. Se identifica, en términos absolutos, la penetración imperialista con el desarrollo capitalista. Por un lado, de hecho, esto es considerado así por concepciones abiertamente apologéticas del capitalismo que preconizan políticas al servicio del imperialismo y la atracción de capitales extranjeros para “desarrollar” el país. Pero el concepto así entendido de “capitalismo dependiente” es sustentado por posiciones que son críticas del capitalismo pero que escamotean el elemento central de la dominación, de la opresión nacional, que el imperialismo determina.
Esas posiciones también omiten o distorsionan la historia de la clase terrateniente de origen colonial-feudal que en el proceso del siglo XIX garantizó ese predominio en función de sus propios intereses, y niega la existencia de contradicciones objetivas entre el capital extranjero y el nacional, al que el imperialismo tiende a subordinar y sofocar. Así no pueden dar cuenta de las particularidades de la estructura social, la naturaleza de las clases dominantes dependientes y de la diversidad de clases sociales oprimidas por aquellas. Esas concepciones tampoco pueden dar una explicación profunda de las raíces sociales objetivas de reiterados movimientos, de carácter masivo, que reivindican la libertad y autonomía nacional en América latina, movimientos no dirigidos por fuerzas políticas anticapitalistas y obreras, sino por fuerzas burguesas, más allá de los alcances e impotencias de las mismas. Formulaciones similares consideran la economía de nuestros países como “una sección” de la economía mundial capitalista. Las relaciones de desigualdad y dominación nacional se evaporan, y con ella la dependencia y la lucha en su contra (Ver Brega, Jorge, ¿Ha muerto el comunismo? El maoísmo en la Argentina. Conversaciones con Otto Vargas. Buenos Aires, Ágora, 1997, Cap. II: “Crítica a la teoría del capitalismo dependiente”).
Hoy N° 1798 15/01/2020