El aislamiento social preventivo y obligatorio ha sido una medida acertada por parte del gobierno de Alberto Fernández para controlar el brote de casos del Covid-19 y garantizar la salud del pueblo en su conjunto. Sin embargo la aplicación de algunas medidas resultan ineficientes frente a los grandes índices de pobreza y una desigualdad cada vez más marcada tras cuatro años de ajuste y entrega macrista.
La cuarentena colocó a la población argentina en una situación novedosa y difícil de sobrellevar debido a la alteración de las actividades diarias. El acceso a la educación no es ajeno a la problemática social general, por lo que para los estudiantes, mantener la cursada diaria en los distintos niveles se torna difícil en ciertos sectores.
No es lo mismo mantener el ritmo de estudio en las grandes ciudades a en los sectores vulnerables o rurales del país. La decisión de las instituciones de mantener las modalidades de cursada de modo online provocó un incremento de la deserción estudiantil ante la falta de acceso a la red wifi o a herramientas tecnológicas claves como lo son celulares, tabletas o computadoras. A ello se suma el problema de hacinamiento y de salud mental de los pibes, que obligados a lidiar con métodos de estudio no convencionales no logran dar con su rendimiento habitual. Los estudiantes secundarios enfrentan el empobrecimiento de sus padres ante la falta de trabajo, como también problemas alimentarios y de brecha digital. El Movimiento de Unidad Secundaria a través de los distintos centros de estudiantes que dirigen, logró tomar medidas como la entrega de bolsones en diversos colegios, a su vez plantean la necesidad de la liberación de datos para garantizar la presencia de los pibes en las aulas virtuales.
La situación de los estudiantes universitarios es más compleja, debido a la falta de oportunidades en sus ciudades o pueblos de origen, muchos migran a los grandes centros urbanos en búsqueda de mejores oportunidades educativas. Sin embargo, frente a la aguda crisis y a la situación de cuarentena, muchos se han visto obligados a dejar sus carreras debido a la imposibilidad de mantener la subsistencia al encontrarse ellos mismos y sus padres sin acceso al trabajo o a becas que garanticen su permanencia en el sistema educativo.
El problema del acceso a la conectividad y la brecha digital también se repite. El acceso a las aulas virtuales y la falta de planificación por parte de las cátedras llevan a que muchos estudiantes se encuentren sobrecargados de actividades, material de lectura y prácticas muy difíciles de abordar desde lo remoto de una computadora. Una de las principales quejas por parte de los pibes es el tratamiento de la cursada como si se viviera en una situación de normalidad cuando la realidad es otra. Carreras vinculadas al desarrollo de la ciencia y la tecnología requieren de una cantidad de horas de prácticas en espacios de investigación o laboratorios imposibles de realizar debido al contexto.
Las adversidades educativas se agudizan en los grandes centros urbanos y en las grandes casas de estudios. Mientras la vuelta a clases presenciales es una realidad próxima en las provincias que se encuentran atravesando la nueva normalidad, universidades como la UBA han debido planificar la extensión del año académico a través de mecanismos digitales. La sobrepoblación de estudiantes provenientes de gran parte del conurbano bonaerense y la Capital Federal, vuelve a los edificios de las facultades grandes focos infecciosos debido a la concentración y el extendido uso del transporte urbano.
Gran parte de los pibes planteamos la necesidad de respuestas concretas a las problemáticas que aparecen, así como la no sobrecarga de actividades ni la toma de asistencia en las aulas virtuales. Como demuestra la organización de los vecinos en los barrios populares, se hace necesario garantizar una respuesta colectiva para garantizar el acceso a una educación pública digna y de calidad.
Escribe Azul Soriano
Hoy N° 1820 24/06/2020