Cuando las familias pelean a diario para poder comer y pagar las facturas de luz y de gas, llega ahora el comienzo de clases. Útiles escolares (biromes, lápices, cuadernos, goma, cartuchera, etc.), guardapolvos, zapatillas y poco más adelante los libros de texto, desatan angustias y discriminan con crueldad y sin verso. De un lado, los que pueden educarse, disponer de lo necesario para hacerlo, participar de la “revolución tecnológica”. Del otro, los que las familias tienen que retener en casa por falta de zapatillas o cuadernos, o mandan a la escuela para comer, pero sin ninguno de los elementos necesarios para estudiar.
La llamada “canasta escolar” aumentó del año pasado a éste alrededor de un 30%, según las asociaciones de consumidores. Algunos productos, como las zapatillas de lona (43%) o las gomas de borrar (56%), sobrepasan esa cifra, como registró el diario Clarín (30/1/09). Aun el Indec trucho acepta un aumento del 15,1% (igual fuente). Sin embargo, la ayuda escolar sigue siendo igual al año pasado: $ 170.
Esa ayuda, por hijo, se da solamente una vez al año. La reciben los trabajadores ocupados en blanco: queda afuera la mayoría que trabaja en negro, changuea, etc., y por, supuesto, los desocupados. Armar una cartuchera completa, si se compra en los comercios del barrio, cuesta ahora alrededor de $ 50. Y todavía faltan guardapolvos, zapatillas, mochilas, libros de textos. Una parte de esos elementos debe reponerse durante el año.
Desde el 2001 los útiles escolares subieron el 99,6% según el trucho Indice de Precios al Consumidor (IPC) oficial; la “ayuda escolar”, en cambio, pasó de $ 130 por entonces a $ 170 (30,7% de aumento) en 2008, donde se mantiene.
Millones de padres con niños en edad escolar no reciben ni siquiera esa miseria. El comienzo de clases no se espera con alegría: es un drama familiar.
Mientras la Presidenta declama que le “hierve la sangre” ante la pobreza, millones de niños están excluidos de la alimentación, la educación y la salud en este país donde ella gobierna. Hechos que cambien esta realidad solamente pueden producirlos la lucha popular. El comienzo de clases debe enfrentarse con la organización de padres y docentes que permita hacer real la tan declamada “igualdad de oportunidades”. Movilizarse en los barrios, las escuelas, entre las amas de casa y en las fábricas, y exigir medidas concretas del gobierno para que todos los niños cuenten con los elementos para ir a la escuela y estudiar. Y apoyar a los docentes con sus justos reclamos por una escuela para todos.
02 de October de 2010