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10 de June de 2021

¿Es un buen momento?

En la mayoría de los medios de comunicación escuchamos constantemente opiniones de panelistas, manifestantes antivacunas y nuevos “gurúes económicos mediáticos” sobre que este gobierno practica una dictadura comunista o que la política maoísta de Alberto Fernández nos quita la libertad, etc., etc. Plantear livianamente esto, puede hacer confundir a diferentes sectores de la población sobre qué es el comunismo  y quiénes son sus referentes en la Argentina. Pero peor aún, es mentir sobre qué es la izquierda para abonar un camino de derecha que ha calado en algunos sectores de la sociedad, y en especial a jóvenes. Porque más allá de la unidad contra enemigos comunes, claro está que el gobierno nacional ni es una dictadura, ni es comunista.

 

Nueva derecha? Los libertarios

Existen referentes en todas las provincias de nuestro país y también referentes nacionales de un pensamiento que parece nuevo: Los Libertarios. Estas “nuevas opiniones de derecha” no son más que viejas recetas liberales ya probadas y fracasadas en su historia. Pero ante el vasto espectro de las corrientes de derecha (fascistas, paleolibertarios, anarcocapitalistas, neoliberales, ecofascistas, conservadores, etc., etc.) aparece una derecha antisistema que, si bien no es nueva, ha logrado “aggiornar” su discurso y así aparecer como una opción para resolver los males de nuestro país. Sobre todo, con mayor calce en los jóvenes ya que sus discursos en apariencia son rebeldes y antisistema.

En nuestro país han crecido la referencia de Javier Milei principalmente, donde él mismo se declara liberal y anticomunista. Lo hemos visto vestido de “Capitán Anarco Libertario” en encuentros de animé para jóvenes, o dando charlas “ante la imbecilidad del socialismo” en facultades o plazas. Se agregan a esta corriente jóvenes “influencers” como Álvaro Zicarelli, Emmanuel Danann, “Tipito Enojado” y Lilia Lemoine. Que centralmente vía redes sociales han logrado esa “incorrección política” tan llamativas para la juventud. También un referente un poco más moderado pero afín a sus discursos libertarios es José Luis Espert, que cerró un armado político con Milei para las elecciones de este año. No podemos olvidarnos tampoco a Agustín Laje, quien ha centrado su corta vida en defenestrar a las mujeres y disidencias con sus luchas. Por último, se le podría agregar a esos nombres a “Pato“ Bullrich que si bien no es de esta corriente se ha ido acercando por un filoso olfato electoral.

Este pensamiento tiene como sustento al “Estado” como responsable de los problemas de la nación. Y por lo tanto se lo debe “Achicar a la máxima expresión, dejando un Estado muy pequeño que solo garantice el orden público.” (Raiver 2018) A su vez, muchas de estas opiniones calan porque son elementos sentidos en las grandes masas. Discursos antipolítica, anticorrupción, contra la meritocracia y las libertades individuales son estandarte con buena aceptación en diferentes sectores de la sociedad, centralmente en capas medias. Podríamos resumir parte de su programa en un slogan que ellos repiten con asiduidad: “vida, libertad y propiedad privada”.

La derecha y la izquierda son expresiones muy amplias para contener a las miles de corrientes que los abarcan. Pero es peligroso negar que, en ciertos lugares, una derecha que parecía muerta ha recobrado fuerza en el mundo y se ha consolidado. Así los casos de Sebastián Abascal de Vox en España, Marine Le Pen en Francia, Mateo Salvini de la liga del norte en Italia, Orban en Hungría, Alexander Gauland y Alice Weidel en Alemania, por nombrar algunos. También en Latinoamérica, aunque más maquillado, con Duque en Colombia, Lacalle Pou en Uruguay, Fujimori y “Porky” Aliaga en Perú, Lasso en Ecuador, y Macri y las vertientes del Pro en Argentina, entre otros. Pero lo nuevo en esto es que muchos de sus discursos de líderes fuera del sistema u “outsiders” han tenido profundo calce con los triunfos de Trump y de Bolsonaro, por ejemplo. El ex presidente yanqui, si bien perdió el año pasado las elecciones, ha generado un liderazgo aún vigente en un amplio sector de masas en EEUU que se coronaron con el ingreso al Capitolio días antes de la asunción de Biden. Hoy mantiene un enorme caudal electoral que lo potencia desde la oposición. El patético gobierno de Jair Messias Bolsonaro parece no tocar a una parte de los brasileros que ante el fantasma del regreso de Lula, tratan de mantener al gobierno actual más allá del balance su gobierno con números de encuestas cercanos al 40% (Consultora Atlas, mayo 2021).

 

Lucha contra el marxismo cultural

Pablo Estefanoni en su libro ¿La rebeldía se volvió de derecha? acuña un término utilizado en los espacios liberales de discusión y es el del triunfo del “Marxismo Cultural”. Y es que, según su discurso libertario, luego de la guerra fría, el comunismo logró tomar posiciones en los estados desde lo cultural. Ahí aparecen una batería de elementos que fortalecen esta idea: avances de los derechos humanos, aceptación de migraciones, ampliación de derechos de minorías sexuales, fortalecimiento del estado bienestar, avances notorios en los derechos de las mujeres, etc., etc. Además de la lucha contra estos avances por gigantescas revueltas sociales, los libertarios apuntan contra la necesidad de luchar contra este marxismo cultural que se mete desde el Estado y está en las pequeñas cosas. Es por esto que apoyaron la lucha de “los celestes” contra el aborto, contra la ESI en las escuelas, a favor de la libertad en la cuarentena, contra los “planeros”, contra el lenguaje inclusivo, etc.  Todo lo que abone a los triunfos de luchas populares y/o de minorías, para los libertarios es parte del avance del marxismo cultural.

Esto se suma a su vez, que existe en el aire el debate sobre cierto conformismo del progresismo, en un muy y generoso amplio sentido, donde pareciera que reina la idea “corrección política” de “pequeños avances” o “de hacer lo que se puede”. Montados en descontentos objetivos, los libertarios van calando con un discurso rebelde, contestatario y en apariencia novedoso, aunque cuando vamos a análisis más profundos su teoría política ni es nueva ni es rebelde. Sobre todo privilegia a un mismo sector, que desde un discurso de libertad y meritocracia, somete a una gran parte de la población desde hace centenares de años.

 

Latinoamericanizar todo

Pero estas primeras letras tienen un contra punto: Y es que también han crecido las fuerzas de izquierda, comunistas y revolucionarias en todo el mundo. Y sobre todo en Latinoamérica con avances de gobiernos progresistas en la región, pero fundamentalmente con históricas luchas de masas. Chile, Perú, Colombia, Bolivia, son algunos de los países donde estallaron las revueltas populares y donde se han consolidado, luego de las luchas, buenas posiciones electorales. Sobre todo en Chile donde las fuerzas de izquierda, comunistas y progresistas han logrado mayoría en la redacción de la nueva constitución chilena borrando la Pinochetista y cosechando la sangre de los mártires de la dictadura y de los caídos en las impresionantes movilizaciones callejeras. El empresario y analista chileno Tomas Mosciatti lo resume con miedo “En Chile se ha producido un cambio de época. Si fuera Francia, estaríamos hablando de la sexta república. Pero lo que está claro, es que elección es la más importante de la historia del progresismo y la izquierda. Mucho más que la de Allende.”

Lo de Chile se empieza a convertir en un faro que nos muestra un camino que hoy está en curso. En Colombia hace más de un mes y medio que la calle arde. Centenares de miles, cansados de la política de Iván Duque cuestionan su gobierno y dejan una marca imborrable en la historia contemporánea colombiana que aun tiene un final abierto. En Perú, triunfa “Perú Libre” de la mano de Pedro Castillo que ha logrado imponerse por escaso margen en las elecciones contra Keiko Fujimori. Esta elección abre una esperanza para profundizar un camino que se escribió con sangre y fuego en las calles peruanas. Además de los triunfos de Arce en Bolivia, Fernández en Argentina, y el crecimiento de Lula en las encuestas avizoran un nuevo momento para Latinoamérica. Que con sus diferencias y matices, nos abre una nueva posibilidad de profundizar un camino liberador.

 

No está el escrito el final

En Argentina lo hemos escuchado mucho, demonizar a la izquierda, a las luchas sociales, y sobre todo al comunismo. Pero a pesar de eso, el desarrollo de la “nueva izquierda” como dijo Otto Vargas, sigue siendo exponencial.

Por lo tanto, es un buen momento de debate con las amplias corrientes progresistas y de izquierda para unirnos en un punto y no dejar de pensar siempre en algo esperanzador: “Es posible ganarse a las amplias masas (mayorías) para la lucha por la liberación nacional y social” la cual sigue siendo necesaria para avanzar en un camino revolucionario. Este hecho, es el fundamental. Las posturas sectarias y confrontativas en el seno del pueblo solo alimentan a la reacción de derecha que está a la espera. En palabras de  Mao Tsetung: “Un partido revolucionario es el guía de las masas, y cuando las descamina, ninguna revolución puede triunfar. A fin de conquistar con seguridad la victoria en la revolución y no desanimar a las masas, tenemos que cuidar de unirnos con nuestros verdaderos amigos para atacar a nuestros verdaderos enemigos”.

Por eso, sin corrernos de los acuerdos coyunturales, es fundamental plantear medidas de fondo en cada acción o medida, para abonar un camino de cambios profundos que solo pueden ser posible con otro sistema, porque este está podrido y las recetas perfumadas de (viejos) neolibertarios y fascistas no hacen más que profundizar las diferencias y seguir pensando en un país y un mundo para cada vez menos. La pandemia profundizó las diferencias y cada vez son más los que tienen menos y cada vez son menos los que tienen más. A este sistema inviable solo se le puede oponer otro sistema que demostró claramente su superioridad.

Aprendiendo de los errores del pasado, hay que enorgullecerse por nuestra ideología, por el camino de nuestros mártires, y por la justeza de nuestra práctica. Hay una oportunidad para la izquierda de salir a confrontar estas ideas pensando en ganarnos a las mayorías, empujados por un histórico viento de luchas y triunfos en la región.

Es un buen momento para los revolucionarios para crecer y consolidarse al calor de las necesidades reales del pueblo y fortaleciendo la lucha contra la derecha, pero por la liberación nacional y social.

Es un buen momento.

Escribe Juan Pablo Marcos