En un acto realizado el 24 de junio frente a la Escuela Granja de Tandil, el gobernador Axel Kicillof anunció el “Plan de Desarrollo Rural Bonaerense”. Estuvo acompañado de varios ministros provinciales y del intendente Lunghi. Un pequeño grupo de “anticuarentenas” pretendió realizar una protesta que se diluyó totalmente.
Kicillof se refirió al “Plan de Desarrollo” como un “plan integral”, para “terminar con falsos dilemas entre el conurbano y el interior”. Con una enorme inversión prevista, el plan propone mejorar las rutas y caminos rurales; crear “Casas de la Provincia” en cada municipio; terminar miles de viviendas cuya construcción está paralizada; profesionalizar y fortalecer la “Policía Rural”; desarrollar un programa de creación de frigoríficos y mataderos en cada distrito; crear mercados concentradores y parques industriales; y desarrollar el turismo y la conectividad de los pueblos rurales. Todo esto apuntalado por créditos blandos del Banco Provincia.
Muchos de estos objetivos beneficiarán sin duda a los bonaerenses. Pero la pregunta es: ¿se puede realmente “desarrollar” el campo bonaerense sin abordar el tema de la tierra?
Decenas de miles de pequeños productores hortícolas, chancheros, tamberos y otros, arriendan tierras en los alrededores de las principales ciudades, como La Plata, Mar del Plata, Bahía Blanca, Tandil, etc. Son parcelas pequeñas de 2, 4 o 6 has, cuyos alquileres van subiendo brutalmente, a favor de la incesante expansión de la frontera urbana a favor de la especulación inmobiliaria. Otros miles trabajan tierras ajenas en general abandonadas, o tierras que son propiedad del ferrocarril, siempre ante la amenazante posibilidad del desalojo. Asimismo, la intermediación paga la producción a un precio miserable, mientras la misma llega al consumidor a precios altísimos.
De esta manera, el pequeño campesino y su familia van siendo desplazados de la tierra y muchas veces terminan abandonándola yendo a parar a los cordones-miseria de las ciudades.
Se estima que en la provincia hay cerca de 180.000 has de tierras fiscales, a las que se suman las tierras fiscales municipales. Si se las entregara, como solicitó recientemente la FNC (Federación Nacional Campesina) en su jornada nacional de lucha del 23 de junio, junto con el riego, herramientas y créditos accesibles, se podría dar trabajo a miles de familias, arraigarlas en las tierras y pueblos rurales y abaratar el costo de los alimentos poniéndolos al alcance del pueblo.
Además de las tierras fiscales, están también las “tierras mal habidas”, usurpadas con maniobras de todo tipo, a las que debemos recuperar y poner en producción. Para lo cual hay que poner el blanco en la gran propiedad terrateniente de nuestra provincia. Dice la Constitución de 1949, barrida por las sucesivas reformas oligárquicas que se hicieron después del golpe de 1955: la tierra debe ser para el que la trabaja. Sólo así se podría dar un salto gigantesco en el campo, favoreciendo a las familias y pueblos rurales y fortaleciendo la economía de la Provincia y de la Nación.
El gobernador Kicillof vuelve a repetir la idea, tan propia del desarrollismo frigerista, de generar un desarrollo sin tocar un ápice la tenencia de la tierra. Línea que ya practicó Frondizi con nuestro petróleo y que hoy, con el argumento de que los argentinos “no estamos en condiciones de hacerlo”, se pretende aplicar al dragado del Paraná, a la explotación del litio o a la plena producción de la fábrica de explosivos Fanazul de la ciudad de Azul. Línea que termina favoreciendo a los terratenientes y a su estrecha vinculación con tal o cual imperialismo.
El gobernador Kicillof tampoco dijo una palabra sobre la necesidad de recuperar y fortalecer la red ferroviaria, instrumento fundamental para cualquier plan de desarrollo verdadero del campo bonaerense.
Los campesinos pobres, unidos a los trabajadores rurales y a los pequeños comerciantes e industriales de los pueblos, son los que con su lucha, podrán impulsar un auténtico desarrollo del campo bonaerense.
Corresponsal
Hoy N° 1872 14/07/2021
