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03 de November de 2021

Centenario de las grandes huelgas de Santa Cruz (nota 6)

Febrero de 1921. Fin de la primera huelga grande

Se cumplen 100 años de las gloriosas huelgas santacruceñas, que conmovieron el país entre octubre y diciembre de 1921. Reprimidas a sangre y fuego por el ejército enviado por el gobierno radical al servicio de los terratenientes y los imperialistas, son una de las páginas imborrables de la lucha obrera y popular, y sus mártires siguen siendo bandera en la lucha por la revolución.

A fines de febrero de 1921 culmina la primera de las grandes huelgas patagónicas, con la aceptación de un pliego de reivindicaciones por parte de los estancieros. La propuesta, hecha por el gobernador Iza, fue puesta a debate en una multitudinaria asamblea, en la que triunfa la moción impulsada por el secretario de la Sociedad Obrera de Río Gallegos Antonio Soto, de aceptar el “laudo Iza” por 427 votos contra 200 “que quieren seguir resistiendo”, dice Osvaldo Bayer. Los derrotados, encabezados por “El 68” y “El Toscano” se van con la mayoría de las armas y se internan por el territorio santacruceño.

Culminada la huelga, las tensiones recrudecen. Todas las partes difunden su balance, y se preparan para nuevas confrontaciones. El teniente coronel Varela aparece alineado con el gobernador Iza, y con contradicciones con la poderosa Sociedad Rural de Río Gallegos, que lo acusa de “no haberse secuestrado el considerable número de armas que se sabía en poder de los revoltosos” (Edelmiro Correa Falcón en su folleto Los Sucesos de Santa Cruz, 1919 a 1921, citado por Bayer). Aunque, aclara Bayer, Enrique Noya, hermano del entonces presidente de la asociación de estancieros le contó: “Cuando terminó la primera huelga, mi hermano Ibón le dijo en Río Gallegos al teniente coronel Varela: ‘Usted se va y esto comienza de nuevo’ y Varela le contestó: ‘Si se levantan de nuevo volveré y fusilaré por docenas’”.

Los estancieros, promovidos por el ex gobernador Correa Falcón, desconocen el acuerdo en la mayoría de las estancias y vociferan: “Los autores de los crímenes, robo, incendios, etc., y sus cómplices no han sido molestados” (La Unión, 17 de marzo de 1921).

Los obreros, por un lado salen fortalecidos por el acuerdo, pero al mismo tiempo la Sociedad Obrera sufre el embate de la corriente sindicalista que impulsa la creación de sindicatos que se alejen de la conducción de Antonio Soto. Esto es celebrado por los patrones, que reeditan la contradicción entre “obreros malos”: anarquistas y extranjeros, versus “obreros buenos”: criollos y “patriotas”.

Los meses que transcurrieron entre el fin de la primera huelga en las estancias santacruceñas y el comienzo de la segunda, es decir entre febrero y septiembre/octubre de 1921, estuvieron plenos de conflictos parciales. Los terratenientes afilaron sus armas, y junto a la conformación de la Liga Patriótica como banda paramilitar “con 200 brigadas de milicianos al servicio de los estancieros” (Otto Vargas, El marxismo y la revolución argentina, Tomo 2), armaron una filial de la Asociación del Trabajo, para poder contratar rompehuelgas.

Por el lado de los obreros, el secretario de la Sociedad Obrera de Río Gallegos, Antonio Soto, mientras enfrentaba rupturas por parte de los dirigentes que respondían a la FORA sindicalista, recorría las estancias federando a los peones y constatando que los estancieros no cumplían con el acuerdo firmado con el aval del gobernador Ángel Iza y del teniente coronel Varela. Estos dos habían partido de Santa Cruz hacia Buenos Aires.

En estos meses la Sociedad Obrera impulsa una huelga en el Frigorífico Swift de Río Gallegos, donde las condiciones de trabajo mostraban cómo esta empresa imperialista imponía contratos de trabajo con condiciones feudales. Osvaldo Bayer publica en Los vengadores de la Patagonia trágica un “Contrato de locación de servicios” que es elocuente: además de un irrisorio salario, establecía que se descontaría el valor del pasaje “desde Buenos Aires”, donde se contrataban a los obreros. Del tiempo de viaje, “La Compañía” pagaba sólo cuatro horas por día. Ya en Gallegos o en San Julián, donde estaban los frigoríficos, “El contratante se compromete a trabajar por el sueldo arriba fijado todas las horas necesarias durante el día que le sean requeridas por la Compañía”. El Swift retenía como “garantía hasta la finalización del contrato” una parte del salario convenido, pero “si el contratante no cumpliera estrictamente con las obligaciones aquí estipuladas o si contribuyera de cualquier manera que fuera, ya sea directa o indirectamente a disturbios u obstaculizaciones del trabajo, perderá la cantidad así retenida”.

El 25 de marzo la Sociedad Obrera decreta la huelga, que se mantiene una semana, y es derrotada. El gobernador Yza le ordena al jefe de policía que “arregle el conflicto”, quien le plantea a los obreros que puede haber arreglo si se separan de Soto. Los trabajadores, venidos de Buenos Aires y casi sin contactos con la sociedad de Gallegos, no aguantan el estar sin cobrar más de una semana y, aislados, vuelven al trabajo “en las condiciones en que lo habían abandonado sin modificaciones en pro ni en contra”, dice el periódico La Unión.

 

Hoy N° 1888 03/11/2021