¿Cuáles son las causas de la sacrificada vida de los trabajadores rurales en medio de tanta abundancia?
En la inmensidad verde que se despliega en el continente y va conquistando todos los territorios, se manifiestan los grandes números de las campañas de soja, trigo, maíz, llegando a la producción de 127 millones de toneladas[i] de granos anuales nacionales. Altos precios internacionales, alta rentabilidad del negocio e ingreso de dólares.
Ese poroto de soja, ese grano de maíz, esa espiga de trigo, que entran en el mercado internacional y se cotizan en las bolsas de valores, encandilando a más de uno, ponen un velo sobre la sacrificada vida de los 75 mil peones rurales[ii] y de los pequeños y medianos campesinos que trabajan la tierra con sus máquinas, siendo los únicos productores de esas riquezas.
La alta rentabilidad es acaparada en gran medida por los grandes terratenientes, que obtienen un tercio de la cosecha a partir de la renta y no trabajan. El Estado se lleva otro tercio y no reinvierte en la producción industrial ni en el desarrollo regional federal. Del tercio restante, gran parte queda en manos de los pools de siembra, comercializadores y puertos-fábricas procesadoras, el monopolio del paquete tecnológico extranjero y el capital financiero. Solo una pequeña parte se llevan los que en definitiva trabajan la tierra: ¡el 1,5 %!
“La vida de estos trabajadores rurales es durísima. Una vida nómade, habitando una casilla rodante en medio del campo, lejos de la familia y los afectos, a veces a miles de kilómetros de distancia, ausentes en fiestas familiares, cumpleaños de hijos, festejos de fin de año.
Jornadas laborales normales de quince horas, que pueden extenderse veinticuatro o treinta y seis horas corridas, si el clima o el cereal lo permiten. Sin sábado inglés, ni descanso dominical, ni feriado. Jornadas que solo pueden interrumpirse por causa del clima, y se puede regresar a casa exclusivamente en casos de gravedad extrema.” [iii]
Los lazos familiares y afectivos del productor rural sufren la desintegración impuesta por las condiciones del trabajo. El viejo postulado de la Organización Internacional del Trabajo “ocho horas de trabajo, ocho de descanso, y ocho de esparcimiento” es inexistente. Y, peor aún, la vida familiar se encuentra imposibilitada por largos períodos, lo que genera una constante crisis de lazos afectivos y reacomodamientos.
Algunos se preguntan si vale la pena tanto sacrificio aunque la plata alcance para unas vacaciones o algún que otro gustito: “¿Vale la pena?”… “Es que no queda otra”… se suele escuchar.
Nos proponemos problematizar esta situación actual de los trabajadores rurales al calor de su génesis histórica y de las relaciones de las clases sociales que intervienen en el reparto de las ganancias y de quienes, en definitiva, definieron que esto sea tal como es hoy.
1945: Cuando los trabajadores rurales dejaron de ser esclavos y comenzaron a ser obreros
Hasta mediados del siglo XX los trabajadores rurales argentinos cobraban cerca de tres dólares por mes y trabajaban doce o catorce horas diarias. Sin descanso, ni sábado, ni domingo, ni feriado, ni condiciones mínimas para dormir ni higienizarse. A cambio de su trabajo recibían una moneda o “vale” improvisados que solo servían en esa estancia. En el año 1919 en las jornadas de “la Patagonia rebelde” habían matado a 1.500 obreros rurales[iv] por pedir una vela, un poco de paja para dormir, y un delegado por estancia.
Juan Domingo Perón denunció que en el campo continuaba la esclavitud a pesar de que la ley la había abolido ya en el año 1853. Él tenía la certeza de que esto era una traba para el desarrollo del país y la industria nacional.
Desde la Secretaría de Trabajo primero, y desde la presidencia después, acometió contra los terratenientes en varios terrenos. Dictó el “Estatuto del Peón Rural”, congeló los arrendamientos, dio créditos a los arrendatarios para que compren sus tierras y herramientas, y reorientó la ya existente Junta Nacional de Granos y de Carnes.
El campo vivió por esos tiempos una revolución sin precedentes: los obreros rotaban cada ocho horas en sus tareas; los sindicatos manejaban las bolsas de trabajo; se desarrollaba la capitalización de los campesinos y la mecanización del trabajo con tractores. Se inició un proceso de colonización y el capitalismo se vigorizó en el campo.
La Sociedad Rural se opuso a las transformaciones y especialmente a que los trabajadores abandonen su estado de esclavitud
En el año 1944, la Sociedad Rural Argentina (SRA) publicaba una solicitada en la cual postulaba:
“El Estatuto del Peón no hará más que sembrar el germen del desorden social, al inculcar en la gente de limitada cultura aspiraciones irrealizables, y las que en muchos casos pretenden colocar al jornalero sobre el mismo patrón, en comodidades y remuneraciones… La vida rural ha sido y debe ser como la de un manantial tranquilo y sereno, equilibrado y de prosperidad inagotable. La Sociedad Rural no puede silenciar su protesta ante las expresiones publicadas en que se ha comentado el Estatuto del Peón y en las que aparecen los estancieros como seres egoístas y brutales que satisfacen su inhumano sensualismo a costa de la miseria y del abandono en que tienen a quienes colaboran con su trabajo. El trabajo de campo, por su propia índole, fue y es acción personal del patrón. Este actúa con frecuencia con los peones en la labor común, lo que acerca a las personas y establece una camaradería de trato, que algunos pueden confundir con el que da el amo al esclavo, cuando en realidad se parece más bien al de un padre con sus hijos.” [v]
Quienes firman el comunicado son los representantes de la clase terrateniente que viven principalmente, como parásitos, de la renta de la tierra. Son quienes, por solo poseer el titulo jurídico de propiedad, se adueñan hoy en día de un tercio de la cosecha sin ser un factor en la producción.
El terrateniente, rara vez es parte de la producción y no comparte con el peón. Construye falsos discursos sobre una “falsa familia”, que nunca tuvo más lazo que el de la renta que les saca a los productores. Sin embargo, los terratenientes buscaban en este discurso confundirse entre los campesinos medios y pobres (que son quienes realmente trabajan junto al obrero, en diferente medida) para ganarlos en su empresa.
El sabotaje
Esta clase de “los terratenientes” se declaró enemiga del peronismo y saboteó la producción, reduciendo las tierras sembradas y los animales con el objetivo de ahogar económicamente al gobierno. Confabularon políticamente para derribarlo con golpes de Estado y generaron el desorden social, las crisis económicas con la reducción de la producción agraria. Sin embargo, hasta el año 1976 el Estatuto del Peón Rural y la capitalización de los campesinos siguieron vigentes, y los obreros peleaban para que se cumplan estas nuevas leyes.
Para volver la historia hacia atrás, para restaurar su dominio, esa oligarquía terrateniente tuvo que jugar sus mejores cartas.
Tenían que recuperar sus más viejas tradiciones e imponérselas no solo a sus trabajadores rurales (que en todo el pasado habían vivido en un estado de semi esclavitud y de despotismo) y a los arrendatarios sedientos de tierra, sino a todo el pueblo argentino, a los trabajadores de la ciudad y a los pequeños y medianos industriales. Las prácticas como las desapariciones de personas, la ausencia de derechos, las persecuciones y la muerte, eran conocidas en ingenios y grandes latifundios desde siempre, pero ahora había que aplicarlas a lo ancho y largo de la Argentina.
“La sangre de su sangre”
Los terratenientes invocaron entonces a “la sangre de su sangre” para recuperar lo perdido y acabar con la capitalización de los pequeños y medianos campesinos, con las leyes obreras, para recuperar la renta, los negocios con empresas extrajeras y la especulación. El brazo ejecutor tenía que ser de un apellido de “linaje”, tenía que ser un terrateniente de cuerpo entero. Aquel apellido resonaba en la historia argentina y emergía desde sus más oscuros rincones: Martínez de Hoz.
Los Martínez de Hoz hicieron su bautismo de fuego ya en 1810[vi], cuando en el Cabildo Abierto del 22 de mayo José Alfredo Martínez de Hoz (importante comerciante de “esclavos de Guinea”) fue una de las 79 personas sobre 225 que se pronunciaron en contra de los patriotas y a favor de la lealtad a España. Ese hecho fue el mito fundacional que signó a todas las generaciones posteriores, dándoles su “intachable impronta de vendepatrias”. Ellos eran los elegidos para devolverle a la clase terrateniente todo su brillo.
Joe: “El restaurador”. Su castillo y la historia de su linaje…
José IV (Joe) creció jugando en los pasillos de su castillo inglés, construido por Walter Basset Smith en el año 1909[vii], uno de los más influyentes arquitectos ingleses de la generación “intermedia”. De hecho, su estilo era bien victoriano y pintoresco, inclinado al medievalismo. Amueblado a la inglesa con antiguos y lujosos muebles traídos en barcos desde Europa.
Bajo esa “refinada” arquitectura, Joe fue asimilando todas las historias de su dinastía, las manías y los gustos familiares.
Las tierras ubicadas en Chapadmalal, sobre las que se había erigido el castillo, habían sido cedidas en 1826 por el gobierno de Rivadavia cuando la primera Sociedad Rural obtuvo cerca de 100 leguas de campo en la Costa Atlántica. Narciso Martínez de Hoz (hijo de José I) participó en la primera estafa con “deuda externa” asociados a Bernardino Rivadavia. Con la Ley Enfiteusis creó la primera Sociedad Rural Argentina, entidad que recibió las tierras. Posteriormente, Narciso disolvió la sociedad para repartir las 100 leguas entre sus amigos. La tarea de la asignación y distribución de estas tierras fue del hijo de Narciso, José Toribio Martínez de Hoz, quien se quedó con 20 mil hectáreas sobre el Atlántico Sur. Allí se construyó luego el castillo inglés de la familia. Ocho años después de disolver la primera SRA, José Toribio fundó la (nueva) SRA y a través de ella financió parte de la campaña del desierto. Por esta transacción la familia recibió 2,5 millones de hectáreas en la Patagonia de la mano de Julio Argentino Roca.
Si las paredes de ese castillo hablaran, tal vez nos podrían contar sobre esa forma particular para entrar en los negocios con la deuda externa, la especulación financiera, las inversiones conjuntas con empresas monopolistas extranjeras a costa del Estado nacional y el despilfarro de nuestras riquezas en lujos extravagantes.
Aquella que sería la desgracia de la Argentina era el secreto de todo el linaje Martínez de Hoz. Presidentes de la SRA; dirigentes del Partido Conservador y de la organización paramilitar Liga Patriótica Argentina, organización que manchó sus manos de sangre en la “semana trágica”. Asiduos visitantes a Inglaterra y Francia, algunos radicados durante años, que intentaban patéticamente ser parte de la alta sociedad europea, de sus fiestas y de sus lujos. Esos “secretos que guardan las paredes” fueron bien aprendidos y apropiados por el joven Joe.
En 1946 los obreros irrumpieron en el castillo de José y vacacionaron en sus playas
Con 20 años, el joven Joe vio cómo su castillo se transformaba en la casa de fin de semana de los obreros. Esa misma que su familia, a costa de robos y defraudaciones a la nación argentina y por supuesto el aporte artístico de la elevada arquitectura inglesa, había sabido “ganarse”.
En su primer gobierno Perón había mandado a expropiar 687 hectáreas[viii] de la estancia familiar de los Martínez de Hoz en Chapadmalal, construyendo hoteles y colonias de vacaciones populares, como así también la residencia presidencial de descanso. Era un golpe muy duro que la familia no podía soportar.
Recuperación del castillo. El inicio de la contraofensiva
En 1959, después de la “fusiladora” impuesta a sangre y fuego, los hermanos Martínez de Hoz, luego de recuperar parte de sus inmuebles, dividieron la propiedad, quedando el antiguo casco para Joe. Pero esto no les bastaba como revancha.
Joe (José Alfredo Martínez de Hoz IV), siguiendo el mandato de su clase y de su sangre, se puso como objetivo la preparación de un golpe cívico-militar que triunfó en 1976 e instaló la más sangrienta dictadura en Argentina. Ahora querían recuperar su renta y su dominio.
Desde el Consejo Argentino Empresario, Joe visitó en 1975 al general Jorge Rafael Videla para “que contribuya a preservar el orden en las circunstancias que impiden la libertad de trabajo, la producción y la productividad”, dando la dirección política al movimiento reaccionario que operaba en todos los niveles del Estado y las Fuerzas Armadas.
Los amigos de Joe
Joe convocó entonces a un amigo de la familia, Jorge Zorreguieta, que por su perfil más opaco y su riqueza más escueta pudo mantenerse en las sombras hasta que se convirtió en el padre de la reina de los Países Bajos y salió a la luz su historia.
“La familia Zorreguieta de Salta, puede considerarse perteneciente a la clase tradicional salteña. Sin embargo, integra dentro de ésta el estamento medio y no el principal”.[ix]
La filosofía de este sector social es la obsesión por “los apellidos”, la búsqueda de ascenso social a través de las relaciones políticas y afectivas, ponerse al servicio de los altos estamentos y muchas veces ser sus “representantes políticos”, lo que parece ser una constante en la familia a juzgar por los logros de Máxima en esta empresa.
En los años 60, Jorge fue secretario de Confederaciones Rurales Argentinas y de la Sociedad Rural Argentina.
“Fue su paso por tres puestos clave donde se formó como uno de los principales guardianes de los intereses terratenientes. Fue tesorero de la ultraconservadora Acción Coordinadora de las Instituciones Empresarias Libres (ACIEL), donde construyó fuertes vínculos con los representantes más notorios del establishment económico y financiero, incluido el propio Martínez de Hoz. Fue presidente de la Comisión Coordinadora de Entidades Agropecuarias, entidad que aglutinaba a las principales organizaciones agrícolas. Y finalmente, en septiembre de 1975, fue nombrado secretario-director de la poderosa Sociedad Rural Argentina, cargo que lo catapultó al gabinete de Videla”. [x]
Estos dos amigos, Joe y Jorge, fueron la vanguardia de la restauración oligárquica mediante el boicot a la producción y la desinversión, fueron desde sus cargos actores claves para propiciar la desestabilización del gobierno de Isabel Perón y el posterior golpe de Estado.[xi]
La restauración
José y Jorge, ávidos representantes de la clase terrateniente aliados a los sectores pro-imperialistas, lograron imponer su poder bajo la fuerza de las armas.
Bajo la dictadura de Jorge Rafael Videla, Joe Martínez de Hoz (como su Ministro de Economía) y Jorge Zorreguieta (Secretario de Agricultura y Ganadería) se propusieron imponer sus “viejas tradiciones familiares” en toda la patria.
Lograron recuperar el control político y económico del Estado nacional. Recuperaron la parte de renta terrateniente que habían perdido (principal fuente de ingreso de su clase), con una nueva ley del obrero rural que reducía el salario y recuperando la renta acaparada por el Estado bajando los impuestos a las exportaciones. Recuperaron otra parte de la renta a costa de elevar los precios a los consumidores, subiendo los alquileres de la tierra y aumentando los precios internos (entre ellos un 723% el precio del ganado). Recuperaron los negocios de inversión con empresas extranjeras y la especulación financiera. Derogaron el “impuesto a la herencia”, subieron la tasa de interés y destruyeron el 20% del aparato productivo del país. Junto con esto retomaron otra de sus tradiciones familiares, tomaron deuda a nombre del país para aumentar su fortuna y su vida parasitaria. En esos tiempos la deuda externa pasó de 8,2 mil millones en 1976 a 45 mil millones en 1982.
Para cuando se calentó el clima y se reactivaron las luchas populares el trabajo ya estaba hecho. Podían volver a la democracia con todas las posiciones claves del Estado y de la economía, ocupadas por ellos y sus amigos.
Los restauradores están ocultos. Reflexión final
Hoy los obreros rurales se encuentran un escalón por debajo de todos los trabajadores y no han logrado recuperar los derechos perdidos aunque se han promulgado nuevas leyes.
Son cada vez menos los productores y mayor la producción. A los pueblos no les queda casi nada de las ganancias generadas y la revolución tecnológica en vez de aliviar, ha agudizado esta situación. La vida de los obreros y sus familias atraviesa crisis constantes producto de la explotación a la que son sometidos.
Los terratenientes acaparan un tercio de la cosecha de granos en concepto de alquiler de la tierra, sin que se registre como la causa de la pobreza y de la destrucción de la familia de los obreros rurales ni de la carestía de los consumidores. En el caso del tambo, la renta puede representar 100 litros de leche por hectárea, en soja representa 1 tonelada de soja promedio por hectárea. El Estado, del cual también los terratenientes controlan gran parte, acapara otro tercio de la producción. Aliados a las potencias extranjeras nos imponen un modelo de monocultivo que está destruyendo nuestra tierra, contaminando, despoblando a los pueblos y estrangulando a la industria.
Los terratenientes han logrado en parte volverse invisibles y borrar la historia manchada de sangre de toda su clase de los medios de comunicación detrás de la denominación de “productores” y “campo”, cuando no son un factor de la producción ni están en los campos. Lograron esconderse detrás de los campesinos. Y siguen diversificándose en su relación con las empresas extranjeras, la especulación financiera y la deuda externa.
Hoy, los grandes terratenientes vacacionan por el mundo y hacen vida de “dandis” mientras siguen estafando a todo el pueblo argentino.
En 2008 un periodista visitó la casa de Joe[xii]. En las paredes de esa casa, las fotos de Margaret Thatcher junto a Bush y Rockefeller, le brindaban una “buena y adecuada compañía”…
Actualmente José Martínez de Hoz (hijo de Joe) lleva adelante, como abogado, cuatro casos en contra de la nación argentina en el Tribunal de arbitraje del Banco Mundial. Dirige una revista del Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires: “Una entidad que reúne a los grandes estudios de abogados y fue clave en la provisión de cuadros civiles de la dictadura” [xiii], desde donde mantiene las posiciones ideológicas de su padre. El desafío de su padre está cumplido.
Es nuestro deber volver a hablar de la renta de la tierra y de esta clase parasitaria de los terratenientes a la que se “esconde bajo la alfombra”; reivindicar al trabajador rural y a los campesinos que trabajan, únicos productores verdaderos de la riqueza agraria; pelear porque la tierra sea para el que la trabaja y por otro modelo agrario al servicio de las necesidades del pueblo y de la nación argentina; enaltecer nuestra bandera con los mismos ideales por los que fue creada; conocer nuestra historia y amar a nuestra Patria para transformarla.
Escribe Ezequiel Nant, Soberanía popular, Villa Gobernador Gálvez, Santa Fe
——————-
[i] https://www.bcr.com.ar/es/mercados/investigacion-y-desarrollo/informativo-semanal/noticias-informativo-semanal/argentina-se
[ii] Villulla, Juan Manuel, Las cosechas son ajenas. Historia de los trabajadores rurales detrás del agronegocio, Editorial Cienflores, Buenos Aires, 2015, (pág. 132)
[iii] Orellano, Luciano, Argentina sangra por las barrancas del río Paraná, Editorial Ágora, buenos Aires, 2020.
[iv] Los medios anarquistas hablan de 1500 muertos, la prensa oficial de 300. La causa argentina, Juan Archibaldo Lanús (pág. 393). Emecé Editores, 1988.
[v] Murano, Adrián (2008). El agitador. Buenos Aires: Planeta. citado en «Informe del Estatuto del Peón Rural». La Pista Oculta. 17 de enero de 2011. Archivado desde el original el 4 de febrero de 2015. Consultado el 3 de febrero de 2015.
[vi] Pigna, Felipe, La Revolución de Mayo, Los mitos de la historia argentina (26 edición), Argentina: Grupo editorial Norma, 2007.
[vii] Ricardo Castillo, VI JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA E HISTORIA DE LAS REGIONES PAMPEANA Y PATAGÓNICA, 2008, https://www.asociacionmagrassi.org/l/un-articulo-con-diferentes-formatos2/
[viii] Pastoriza Elisa (2013). Memoria obrera y turismo. Las vacacionespopulares durante el Primer peronismo. XIV Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras. Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza.
[ix] LINAJE DE S.A.R. LA PRINCESA MÁXIMA DE LOS PAÍSES BAJOS, PRINCESA DE ÜRANGE-NASSAU; l N° 1, de la Revista “Genearquía”; ISSN 1133-1240, Nº. 5, 1998-1999, págs. 321-330
[x] Máxima, una historia real, de Soledad Ferrari y Gonzalo Álvarez Guerrero. Buenos Aires: Sudamericana, 2013.
[xi] “Cronología: la protesta agraria en nuestra historia”. La Nación. 2 de octubre de 2008. Consultado el 3 de febrero de 2015.
[xii] https://www.clarin.com/politica/intimidad-videla-consejos-margaret-thatcher_0_SJeWfciwQx.html
[xiii] https://www.pagina12.com.ar/49034-martinez-de-hoz-la-reserva-moral-de-macri