Vamos a seguir desarrollando el mundo del trabajo. Argentina tiene una gran virtud: el 46,5% de la población está económicamente activa. Es un grado de actividad muy elevado y es la gran fuente de nuestras riquezas, porque la riqueza de una nación se hace con el trabajo.
En Argentina 21 millones de personas tienen alguna actividad laboral. Que se organiza de la siguiente forma:
6 millones tienen un trabajo en blanco, privado, bajo alta productividad;
3 millones y medio tienen trabajo en blanco del Estado, algunos con muy buena productividad y otros en condiciones a analizar;
6 millones tienen trabajo en negro o tercerizado, y todos sabemos que es un trabajo precario donde no se les provee de medios de producción para una alta productividad y
5 millones son cuentapropistas, en su mayoría también en condiciones precarias.
Estos dos sectores, la mitad de la población económicamente activa, tienen condiciones laborales con pérdida de los derechos adquiridos durante décadas, años de toda nuestra legislación vigente pero no aplicada y, al mismo tiempo, en condiciones de una productividad escasa.
¿Por qué sucede esto? ¿Producto de qué es?
Esto es un gran resultado de la globalización, no es un fenómeno solo argentino, es mundial. Con la digitalización, el desarrollo de las comunicaciones, del transporte y junto con el capitalismo a escala mundial, el capitalismo en países que antes eran socialistas, el capitalismo plenamente en países que antes tenían doctrinas nacionales, vino la llamada “globalización”. Grandes empresas en los países centrales de altísima productividad, derivando a los países dependientes y del tercer mundo un trabajo de menor calificación. Esto se posibilitó, con el fenómeno de la inteligencia artificial, la digitalización, los mecanismos de comunicación y de transporte.
También en nuestros propios países se desarrolla el fenómeno por el cual hay grandes centros calificados, nosotros tenemos grandes fábricas robotizadas como la Fiat, con un fenómeno muy grande de tercerización y destrucción de fuerza de trabajo. Antes un obrero que entraba a barrer en una fábrica automotriz iba escalando posición, calificándose en la propia producción y en la fábrica. Hoy ese obrero está tercerizado, sectorizado, contratado por otra empresa que además lo contrata por seis meses y después lo despide y es un obrero que no se puede calificar a lo largo de toda su vida.
O sea, en función de las altas ganancias de estas empresas monopólicas, en su mayoría extranjeras, se destruye fuerza de trabajo de forma permanente y surgen nuevas ramas producto de la inteligencia artificial. Por ejemplo, con estas APP con las cuales se centraliza lo que antes era el comercio doméstico, por ejemplo cuando éramos chicos íbamos al mercado y
estaba la gallina, se compraba todo, ahora está todo centralizado por empresas que con los motoqueros comercializan y transportan toda la mercadería, esto dado como un fenómeno de gran modernización que es socializar el comercio de minoría. Acá terminan sus días de trabajo obreros que hasta hace pocos meses estaban en las fábricas.
Es decir, se va generando una superpoblación relativa, desocupada y precarizada que es funcional a este desarrollo de los grandes centros, mucho más en un país dependiente como el nuestro, donde por ejemplo en la industria automotriz, vos importas los chips y otros insumos de alta tecnología y muy caros y acá se produce lo barato y lo descalificado. Bueno, este es el origen de la precarización de nuestra fuerza de trabajo.
Frente a esta situación de depredación de la fuerza de trabajo que se desarrolló plenamente durante el gobierno de Menem, va surgiendo la rebelión del 2001 que impuso los planes sociales como un límite a esa depredación. Es un escudo de defensa de todo este trabajo precario que abarca cerca de 10 millones de obreros argentinos. Les pone un piso a las condiciones de vida y a lo que en otros países de Latinoamérica fue la disolución social. En la Argentina todavía hay un gran fenómeno de integración social gracias a las organizaciones sociales y a los planes sociales.
La clase obrera y los movimientos sociales siempre concibieron los planes como una traba a la depredación y no como una salida al problema. La salida al problema está a ojos vista en relación a que todas las privatizaciones y concesiones menemistas que están por vencer como es, por ejemplo, la ferroviaria, se transforme en la reapertura de los talleres del Estado, que cambien las condiciones de dependencia del país y también las condiciones laborales.
Por ejemplo, muchas veces en la opinión pública se dice “el Estado es ineficiente”. Bueno, si vos tenes una empresa de ferrocarriles del Estado como está hoy, con 36 mil empleados, pero los talleres cerrados, y lógicamente que es ineficaz. El tema no es cerrar lo que está sino en reabrir los talleres, entonces tendras 100 mil obreros ferroviarios pero con una alta productividad. Se trata de volver a producir las dragas y tener el control del Paraná, se trata de volver a producir los buques y tener nuestra marina mercante.
De Renzis: Eso se llama independencia económica.
Arnoldo Gómez: … y la independencia económica va unida a la generación de trabajo calificado por parte del Estado.
De Renzis: Creo que para llegar a hacer todo eso es necesario un cambio cultural en la mentalidad de la dirigencia, pero hay gente que piensa que al pobre le gusta ser pobre. Al pobre le gusta trabajar y salir de la pobreza.
Arnoldo Gómez: En un país donde el 46,5 % de la población es económicamente activa y es nuestra gran riqueza, esa laboriosidad del pueblo argentino.
De Renzis: Por eso es lamentable que no se entienda, con todos los defectos que se puedan tener, que este dique de contención de los movimientos sociales ha evitado que los errores de los políticos produjeran situaciones sin retorno en la Argentina.
Arnoldo Gómez: Por ejemplo le hemos ganado una gran batalla cultural a los no vacuna, en un país que es dependiente el 80% de la población está vacunada. Estos son resortes todavía de unidad social y de solidaridad que están en el pueblo argentino y hay que transformarlos en motor para exigir los cambios, en motor para romper con esta dependencia y recuperar un trabajo pleno productivo para el desarrollo de la Nación.