La prolongada rebelión agraria, que ya lleva cuatro meses, se convirtió en una gran batalla política nacional, obligando a todos los sectores de la sociedad a tomar partido. Lo que no podía dejar también de expresarse entre los economistas, individualmente y en sus asociaciones, ya que por su actividad profesional o intelectual de una u otra manera se vinculan o son actores en la política nacional.
Esto también es válido para aquellos individuos o asociaciones que, aun definiéndose como socialistas, pretenden mantener una posición “neutral”, como si no estuvieran en juego intereses de sectores oprimidos y explotados, en particular del campo, lo que también involucra a todos los sectores oprimidos y explotados del país. Tomemos por caso a Claudio Katz, integrante de Economistas de Izquierda (EDI), quien desarrolla una postura afín a un sector de Corriente Socialista (El Militante), en un artículo titulado “La pulseada por la renta”.
Por si ese título puede dar lugar a que alguien piense que se va a ocupar de la contradicción entre quienes la producen y quienes se quedan con la renta, desde el primer párrafo acota que se trata de un “conflicto entre el ruralismo y el gobierno”. Para él una pelea entre un “bloque” particular de las clases dominantes, que “busca acaparar la renta agraria a costa de la mayoría popular”, y el gobierno que buscaría favorecer “al conjunto de los capitalistas”. Con lo que comienza regalándole al gobierno la defensa de un interés más general (aunque sea desde el punto de vista burgués) que el particular del “ruralismo”.
Peor aún, en su descripción de las “causas y desencadenantes”, va a poner en una misma bolsa a todos los sectores del campo, bajo el genérico de “los ruralistas”, que habrían salido “a las rutas para resistir un sistema de retenciones móviles a la exportación de soja”, que para Katz sería bueno para “toda la población”. Además este “conflicto”, para él sería “parte de una vieja confrontación que afectó a todos los gobiernos”, sin excluir siquiera a las dictaduras militares que impusieron retenciones, que quedarían incluidas entre “todas las administraciones que intentaron equilibrar el reparto de ese ingreso”.
Katz señala la existencia de los monopolios imperialistas (aunque no los llama tales) en la provisión de los agroquímicos y en el manejo de las exportaciones, pero no ve las diferencias entre los grandes terratenientes como Grobocopatel y los pools (fondos de inversión, fideicomisos, etc.), con los contratistas que son los que con sus máquinas y equipos producen para ellos. Es cierto que con las retenciones el gobierno puede apropiarse de parte de rentas extraordinarias que pueden lograr los grandes terratenientes y pools, pero no hay que olvidarse que esas rentas son obtenidas a costa de los contratistas y los obreros rurales, trasladándose hacia ellos los aumentos de las rentenciones, indirectamente en menores precios por los servicios y salarios o directamente en el equivalente del menor precio del grano que reciben, cuando trabajan a porcentaje de la cosecha.Intereses de clases y políticos en juego
Por lo tanto no es que los contratistas y obreros rurales hayan salido a las rutas en defensa de intereses ajenos a su clase, a su posición dentro de las relaciones de producción. Además, en su mayoría, ellos son a la vez pequeños o medianos chacareros, o hijos de éstos, que por no tener suficientes tierras y no poder competir con los grandes terratenientes y pools en el alquiler de tierras (por carecer de créditos baratos para hacerlo, ni para comprar las encarecidas semillas y agroquímicos monopolizados), tienen que ir con sus máquinas y equipos a trabajar en las grandes extensiones que esos grandes terratenientes y pools acaparan.
Sin ver esta diferencia de clases y de intereses en el “contratismo” por el que se realiza la mayor parte de la producción agrícola actualmente, y refiriéndose solamente a los propietarios que se han “enriquecido” con el aumento del precio de la tierra, Katz afirma livianamente que esto último “explica por qué la Federación Agraria (FAA) actúa en bloque con la Sociedad Rural”. Deja de lado así a las decenas de miles de chacareros, contratistas y obreros rurales que son los que “manejan los fierros”, y los que realmente producen en el “nuevo contexto”. Estos son los primeros que salieron a las rutas y los que no quieren abandonarla, porque sobre ellos cae el principal peso de las retenciones, por ser los oprimidos y explotados del campo. Como miembros de FAA o como autoconvocados, si salieron junto a miembros de otras organizaciones (que tampoco son todos oligarcas), fue porque la política kirchnerista los llevó a eso, y no van a ser ellos los que dividan la lucha agraria. En todo caso si alguien la divide, que sean los dirigentes de esas organizaciones, con lo que va a quedar claro quién defiende verdaderamente sus intereses.
Plantear una “tercera opción” como dice Katz puede ser cómodo desde un punto de vista intelectual, pero la política es como es, y si la clase obrera quiere realmente incidir tiene que tomar partido de uno u otro lado. No se trata de una “obsesión por ubicar al gobierno como enemigo principal” o de no “registrar los conflictos de Kirchner con la derecha” (¿es Kirchner la izquierda en este “conflicto”?), si no de ver de qué lado están los intereses de los explotados y oprimidos del campo, que son parte o los principales aliados de la clase obrera en la lucha contra la política kirchnerista y por la revolución democrático-popular, agraria y antiimperialista que el país necesita.
En vísperas del 9 de Julio, ¿qué dirían estos socialistas si Moreno o Belgrano no hubieran tomado partido por la Revolución de Mayo, porque en ella participaban también terratenientes y curas y se hacía “en nombre de Fernando VII”? ¿Les criticarían la obsesividad de haber puesto como enemigo principal al virrey Cisneros y a los monopolistas del comercio con Sevilla y Cádiz, que eran los que tenían el gobierno en ese momento?
02 de October de 2010