Todas las teorías burguesas sobre el Estado, tanto las más reaccionarias como, en su momento, las progresistas o revolucionarias tienen una cosa en común: que el tema central es la propiedad.
Y acá hay que aclarar una cuestión. No estamos hablando de la propiedad personal. Por ejemplo, que una persona tenga una heladera, que tenga un lavarropa, que tenga su vivienda, que tenga un vehículo, que tenga un televisor, que tenga un aparato de radio. Se está hablando de la propiedad sobre los medios de producción.
La libertad individual basada en la propiedad de los medios de producción es la base de toda la concepción burguesa del Estado, del sistema político, del Derecho.
Esto es fundamental. porque en virtud de tener propiedad sobre los medios de producción, unos individuos pueden explotar el trabajo de otros, de quienes no tienen medios de producción, y apropiarse de las riquezas creadas por el trabajo de ellos. Entonces, cuando se habla de propiedad, estamos hablando de la propiedad burguesa o propiedad capitalista.
¿Cómo se desarrolló la propiedad capitalista? Un elemento fundamental fue la expropiación de cientos de miles de pequeños productores. Quedó una minoría poseedora de los medios de producción y una gran masa desposeída que sólo disponía de su fuerza de trabajo. ¿Y cómo se mantiene la propiedad capitalista? Negando en los hechos a la inmensa mayoría todo derecho de propiedad sobre medios de producción. Si no, no podría haber explotación. La condición necesaria para la existencia de la propiedad capitalista es la carencia de propiedad de la inmensa mayoría de las personas. Por eso, en definitiva, la única libertad que tiene el obrero en el capitalismo es la libertad de morirse de hambre.
El poder estatal es la garantía indispensable para asegurar la perpetuación “pacífica” de la principal relación mercantil del capitalismo: la compraventa de fuerza de trabajo, que no es una operación entre iguales “en el mercado laboral” sino una relación totalmente desigual entre los poseedores de los medio de producción y los desposeídos de todo salvo su capacidad física y mental para producir (fuerza de trabajo).
Esto es fundamental para comprender cómo la burguesía entiende la libertad. Cuando hablan de los derechos, de la libertad ¿a qué se están refiriendo los ideólogos de la burguesía?
Al triunfar en 1789 la Revolución Francesa, los representantes avanzados de la burguesía creían instaurar el reino de la razón, la igualdad, la verdad y la justicia eternas. Pero las propias disposiciones de la Convención Constituyente evidenciaron, como no podía ser de otra manera, las limitaciones de clase, burguesas, de los proclamados “derechos del hombre”. Por ejemplo, el derecho a votar y ser elegido se otorgó sólo a una minoría, pues los ciudadanos -aunque iguales ante la ley- fueron divididos en “activos” y “pasivos”. Y en 1791, por una ley, la Convención también prohibió cualquier forma de asociación obrera.
Y los hechos fueron revelando que ese Estado más razonable, ese reino de la razón, no era más que el dominio idealizado de la burguesía. Y que la igualdad se redujo a la igualdad burguesa ante la ley.
Esta realidad era cuestionada por los sectores explotados (los gérmenes de la clase obrera moderna), cuyas expresiones políticas exigían que la igualdad no se limitase a los derechos políticos, sino que se extendiera a las condiciones sociales de cada persona. Por tanto, reclamaban no sólo la abolición de los privilegios políticos sino también la eliminación de las propias diferencias de clase.
En cambio, la burguesía (incluso sus representantes más avanzados) distinguió los derechos del hombre. en tanto individuo, de los derechos del ciudadano. Por un lado, estableció como fundamental el derecho absoluto a la propiedad privada sobre los medios de producción, legitimando la tremenda y creciente desigualdad económica y social existente en los hechos, y la garantizó con toda la fuerza del Estado. Por otro lado, al alcanzar la mayoría de edad, los habitantes accedían a la categoría de ciudadanos, es decir, de personas con determinados derecho políticos, como, por ejemplo, elegir y ser elegidos para ocupar cargos públicos.
Entonces, ¿quién es el individuo distinto del ciudadano? Es el miembro de la clase burguesa, es decir, el hombre egoísta, separado del hombre en tanto ser social y de la comunidad. La burguesía concibe lo social como exterior a los individuos y como limitación a su “independencia originaria”. El nexo entre los individuos es la necesidad y el interés privado, la conservación de su propiedad y de su individualidad egoísta.
La propia Constitución burguesa radical de Francia en 1793 con su Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano establece que los derechos naturales e imprescriptibles son: la igualdad, la libertad, la seguridad y la propiedad. Elimina el término fraternidad proclamado en 1789 junto con libertad e igualdad…
La libertad es definida en el artículo sexto en los siguientes términos: “es el poder que pertenece al hombre de hacer todo aquello que no afecte los derechos del otro”. Esto significa considerar al ser humano como individuo aislado y replegado sobre sí mismo, como un Robinson Crusoe.
La aplicación práctica del derecho del hombre a la libertad es el derecho a la propiedad privada sobre los medios de producción. Lo define en el artículo 16º de dicha Constitución: “el derecho de propiedad es el que pertenece a todo ciudadano de gozar y de disponer abiertamente a su voluntad de sus bienes, sus ganancias, del fruto de su trabajo y de su industria”.
A su voluntad; es decir, sin atender al resto de las personas, independientemente de la sociedad y del interés social. O sea que cada individuo encuentra en los demás no la realización de su libertad sino la limitación de su libertad. La libertad individual basada en la propiedad privada es el fundamento de sociedad burguesa.
La seguridad es el concepto social supremo de la sociedad burguesa, el concepto de policía. Una dilatada experiencia demuestra una y mil veces que las fuerzas de seguridad de este Estado nunca han protegido a los obreros urbanos o rurales, ni a otros sectores populares, contra los atropellos, las arbitrariedades, la superexplotación y los crímenes de que son víctimas por parte de las clases dominantes. Por el contrario, cuando estas clases explotadoras así lo requieren, aunque su Estado esté empleando formas democráticas de gobierno, esas fuerzas de seguridad reprimen brutalmente los reclamos de los trabajadores; persiguen, atacan, meten presos, torturan y asesinan a los luchadores populares.
La función del Estado burgués es garantizar a los capitalistas la conservación de su propiedad. La seguridad es la garantía del egoísmo.
“Ninguno de los llamados derechos humanos -decía Marx ya en 1843- trasciende, por tanto, el hombre egoísta, el hombre como miembro de la sociedad burguesa, es decir, el individuo replegado en sí mismo, en su interés privado y en su arbitrariedad privada y disociado de la comunidad”.
La historia y el presente muestran que todo Estado, aun el que emplea las formas más democráticas de gobierno es una dictadura: la dictadura de la clase dominante. En Atenas hubo en la antigüedad una democracia esclavista. En el actual Occidente capitalista hay una democracia burguesa.
Desde el punto de vista vulgar, burgués, el concepto dictadura y el concepto democracia se excluyen uno al otro. Desde el punto de vista marxista es preciso diferenciar el concepto de dictadura de clase de la dictadura de un individuo.
Si se habla en serio de libertad para todos, primero es preciso terminar con el Estado, y, por consiguiente, es condición previa terminar con la explotación del hombre por el hombre, abolir las clases sociales y las condiciones que generan la división de la sociedad en clases.
La burguesía proclama una y otra vez que su Estado es el “garante de la libertad”. El proletariado no tiene la hipocresía de las clases explotadoras. “Mientras el proletariado siga usando el Estado, no lo usará en interés de la libertad -escribió Engels- sino para dominar a sus adversarios y apenas se haga posible hablar de libertad, el Estado como tal dejará de existir”.
Hoy N° 1997 07/02/2024