Cuando Menem privatizó Aerolíneas Argentinas, la empresa tenía una flota de 35 aviones propios, entre ellos los modernos Boeing 747. Sus vuelos unían a todo el país, y llegaban a toda América, a las capitales de Europa, y a muchas ciudades de Asia, Africa y Oceanía. También tenía 3 simuladores de vuelo (con los que se entrenan los pilotos) dos de ellos de última generación. Una red de oficinas y postas en todo el mundo. El mantenimiento de sus aviones se hacía en talleres propios o del Estado. La venta de AA fue una gigantesca estafa. Una parte se pagó con “bonos basura” de deuda externa argentina, comprados a menos del 20% de su valor y aceptados por el 100%. Otra parte nunca se pagó. Antes Iberia fue “cancelando deuda” con negocios a costa de AA: vendió los aviones de AA, y le hizo alquilar aviones de la propia Iberia; liquidó las oficinas de AA en todo el mundo cobrándole a AA por el uso de las de Iberia; eliminó los talleres y concentró el mantenimiento en España, cobrando precios absurdos y cargando reparaciones inexistentes. A Europa dejó solo el vuelo de AA directo a Madrid, en donde los pasajeros deben transbordar a aviones de Iberia para llegar a las otras capitales; eliminó los vuelos a Caracas, Panamá, México, Los Angeles y otros de la región; eliminó los vuelos de carga; vendió los simuladores de vuelo, cobrándole a AA por el entrenamiento de los pilotos en España. Y la lista podría seguir. Vaciada AA, el grupo español Marsans se hizo cargo, comprometiéndose a invertir 4.000 millones de euros en la compra de aviones. No compró ninguno. Ese vaciamiento de AA solo se pudo hacer con la complicidad de los gobiernos argentinos de Menem, De la Rúa, Duhalde y Kirchner, que tenían miembros en el directorio y poder de control sobre la empresa. Ahora Kirchner no compró una empresa aeronáutica, sino una deuda, que ni siquiera se sabe cuánto es. En el acto de “nacionalización”, primero se dijo que eran 860 millones de dólares, y Cristina Kirchner dijo en su discurso que eran 980 millones. Es una “cáscara vacía”. No tiene aviones, ni talleres, ni oficinas de venta, ni simuladores, lo único que tiene es deuda. Las rutas de cabotaje las otorga el Estado argentino. Las rutas internacionales pertenecen al Estado argentino, porque son en reciprocidad con cada país cuyas aerolíneas vuelan a la Argentina. Los vuelos de carga son del Estado argentino, que por disposición internacional tiene derecho sobre el 40% de las cargas del país. El carácter de línea de bandera lo otorga el Estado argentino. Como está harto probado el vaciamiento de la empresa y el incumplimiento del contrato, el gobierno argentino está en condiciones de quitarle todo, hasta el nombre y el logotipo del cóndor. ¿Por qué gastar plata para comprar una deuda, cuando se puede quitarles todo, cobrarles las deudas con el Estado, y construir una Aerolíneas Argentinas real? No hay ninguna explicación. El gobierno ha anunciado que reestatiza AA, para “sanearla” y reprivatizarla. Es decir, el Estado argentino tendrá que pagar los 980 millones de dólares de deuda, para tener una empresa que no tiene nada. Y luego Kirchner y sus testaferros la comprarían por chauchas y palitos, para garantizar los vuelos a Calafate y otros lugares del país donde el grupo K tiene enormes emprendimientos turísticos. Por algo Cristina Kirchner hizo el centro de su discurso en el turismo internacional. Hay que impedir que se consume este brutal negociado, que al igual que el absurdo tren bala solo se explica por las coimas que obtiene, con las que el “grupo K” paga sus inversiones, como la compra del 15% de YPF-Repsol.
02 de October de 2010