Eugenio Gastiazoro fue uno de los dirigentes que se incorporó a nuestro PCR desde sus inicios. Realizó a lo largo de su vida grandes aportes como economista marxista, en el terreno de la historia argentina, y en defensa del marxismo-leninismo-maoísmo.
Entrerriano de nacimiento, fue un ejemplo de intelectual al servicio del pueblo. Fue el director del periódico del PCR Nueva Hora desde comienzos de la década de 1970, y fue parte de los que garantizaron su salida durante toda la dictadura genocida. A partir de 1983 pasó a ser director del hoy, además integraba la Redacción de nuestra revista teórica, Política y Teoría, y fue parte de la dirección del Instituto Marxista Leninista Maoísta.
Gastiazoro nació en 1939 en Villa Urquiza, provincia de Entre Ríos. De familia chacarera, de campesinos medios, como él mismo los definió. Con la influencia de la Revolución Cubana, Eugenio se vincula al MLN, una organización que dirigía Ismael Viñas y de la que había sido fundadora Celia de la Serna, la madre del Che. Se recibió de contador de manera meteórica y tras una beca de especialización en Vanderbilt, Estados Unidos, comienza su producción como economista marxista.
Profundo conocedor del marxismo, Eugenio, a la par de su militancia cotidiana, elabora una serie de artículos y libros en los que aborda cuestiones fundamentales sobre el tipo de país. Podemos mencionar Argentina hoy. Latifundio, dependencia y estructura de clases (1975). El problema agrario argentino y sus soluciones (1976), Léxico de economía, y los cuatro tomos de su Historia Argentina, Introducción al análisis económico-social, una obra fundamental para comprender nuestra historia desde el marxismo-leninismo-maoísmo.
Los que tuvimos oportunidad de compartir la militancia con Eugenio no podemos dejar de destacar su sencillez, sus eternos mates y sus inseparables cigarrillos, que con las crisis pasaron a ser de marcas casi desconocidas. Tanguero, solía llegar a la Redacción del hoy escuchando un reproductor que sólo tenía tangos y canciones de Gardel.
Reproducimos extractos del Tomo 3 de su Historia Argentina, (Editorial Ágora, págs. 140 a 147), sobre la resistencia obrera a comienzos del siglo 20, la parte que se oculta de la Argentina oligárquica a la que nos quiere llevar el gobierno de Milei. Querido Eugenio ¡Hasta la victoria siempre!”.
La resistencia obrera
A pesar de sus fracasos a fines del siglo diecinueve, los partidarios de crear una Federación Obrera siguieron trabajando. Los enemigos de dicha idea, particularmente los anarquistas, fueron cambiando de parecer a medida que el número de sindicatos seguía creciendo y que las necesidades obreras así lo requerían. A fines de 1900, un grupo de sociedades gremiales retoma la iniciativa y como primera medida resuelve editar un periódico para propagar la conveniencia de la Federación. Se lo llama La Organización.
La economía argentina había dado un nuevo empellón con el aumento de las áreas sembradas, la extensión de las vías ferroviarias y la expansión de las exportaciones, con el consiguiente incremento de las actividades mercantiles, industriales y financieras: todo sustentado en un creciente número de trabajadores del campo y de la ciudad, sometidos a condiciones tremendas de explotación. La iniciativa de los editores de La Organización encontró campo propicio.
A los tres meses de aparecer dicha publicación se reunieron, por invitación de la sociedad de mecánicos, representantes de los hojalateros, curtidores, de artes gráficas y constructores de carruajes, para intercambiar opiniones sobre la posibilidad de reorganizar la Federación Obrera. Se resolvió en esa oportunidad celebrar una nueva reunión, invitándose a la misma a las sociedades que no habían concurrido a la primera.
La segunda reunión se realizó el 2 de marzo de 1901, con asistencia de delegados de 14 sociedades. Por unanimidad se acuerda convocar a un Congreso Obrero para dar forma orgánica a la iniciativa. Este se llevó a cabo el 25 de mayo de 1901, con asistencia de 50 delegados, en representación de 35 sociedades obreras. Entre otros, estaban representados los albañiles, constructores de carruajes, ebanistas, hojalateros, artes gráficas, mecánicos, mimbreros, marmolistas, panaderos, picapedreros, yeseros, talabarteros, veleros, alfombreros, zapateros, como así también numerosos gremios del interior.
En este, el Primer Congreso de la FOA, se vieron enfrentadas las dos concepciones que imperaban entonces en el movimiento obrero argentino, la anarquista y la socialista, aunque predominó la tendencia al acuerdo lográndose eliminar las asperezas entre ambas.
La concepción anarquista, en su versión primitiva, era contraria de la organización centralizada y antilegalitaria, es decir, enemiga de toda legislación laboral y, en particular, del reconocimiento legal de los sindicatos. Negaba la necesidad de la lucha política presente, considerándola reformista, aunque pretendía alcanzar una nueva sociedad a través de la educación anarquista y del escalamiento de la lucha reivindicativa. La movilización por objetivos reivindicativos, con programas que contuvieran exigencias económicas crecientes, permitiría culminar en la huelga general revolucionaria que derribaría el poder burgués.
A su vez, los socialistas recomendaban la participación política de la clase obrera y apoyar en las elecciones a candidatos que defiendan los intereses inmediatos del proletariado. Luchaban por el reconocimiento legal de los sindicatos y por leyes protectoras del trabajo y reformadoras del sistema capitalista. Sostenían la posibilidad de la evolución de la sociedad capitalista hacia el socialismo, a través de la acción parlamentaria. Eran contrarios a los métodos de lucha violentos y también se oponían a la huelga general, aunque le reconocían “legitimidad” en ciertos casos.
Finalmente se llegó a un acuerdo a través de una fórmula de “prescindencia” política, aunque la mayoría de las resoluciones estuvo más cerca de las posiciones anarquistas.
Paralelamente se van constituyendo varias federaciones nacionales por oficio, como la Federación Nacional de Obreros Portuarios, la Federación de Obreros Albañiles y la Federación del Rodado (que agrupaba a los conductores de carros y cocheros de la Capital Federal).
Pero el 20 de abril de 1902, en el Segundo Congreso de la FOA, del que participan 76 delegados que representan 47 organizaciones, la discusión se hace virulenta y los socialistas se retiran: 34 delegados que representaban a 19 sociedades.
El número de gremios y de huelgas, no obstante, seguirá en aumento y, a fines de 1902, se producirá la primera huelga general de nuestra historia. El 1° de noviembre, los portuarios de Buenos Aires inician la huelga que se extiende rápidamente a los demás puertos del país. Entonces las clases dominantes llegan al paroxismo de la violencia, pues sentían que se les afectaba la cuerda vital de su relación con el exterior: el puerto.
Cuando el 21 de noviembre se plegaron a la huelga los 5.000 peones del Mercado Central de Frutos, el gobierno de Roca declaró el Estado de Sitio y comenzó la caza de huelguistas y militantes gremiales. No pareciéndole suficiente, al día siguiente solicitó al Congreso la aprobación del proyecto de ley de expulsión de extranjeros presentado por el pellegrinista Miguel Cané (el mismo de la candorosa Juvenilia, que nos hacen leer en las escuelas).
En una sola noche, el 23 de noviembre de 1902, el Congreso sancionó la llamada Ley de residencia y orden social. Todavía no se había secado la tinta del “cúmplase”, cuando ya las brigadas policiales, antes de la madrugada, procedían al allanamiento de numerosos domicilios y a la detención de cientos de trabajadores. Dos días después gran parte de ellos eran deportados sin siquiera tener oportunidad de comunicarse con sus familiares.
El Estado de Sitio se mantuvo también por varios meses. Fue levantado recién en enero de 1903. Pero los atropellos contra los trabajadores mediante la aplicación de la ley 4144 no habrían de detener el proceso social. No habría de detenerlo tampoco la violencia de las armas descargadas contra las manifestaciones obreras.
hoy N° 2087 26/11/2025
