Estamos acostumbrándonos a perder compañeros valiosos, sobre todo en los últimos tiempos: Amalita, Mártires, el Sordo, Andresito, “Pata” Apaza… La lucha de clases, la biología hacen que hombres y mujeres mueran.
En ese marco, ¿cuál es el sentido profundo y verdadero, no formal ni rutinario, que tiene recordar que en este mes de julio, se cumplieron 25 años de la muerte de Leo Zecca, “Leito”?
Estamos acostumbrándonos a perder compañeros valiosos, sobre todo en los últimos tiempos: Amalita, Mártires, el Sordo, Andresito, “Pata” Apaza… La lucha de clases, la biología hacen que hombres y mujeres mueran.
En ese marco, ¿cuál es el sentido profundo y verdadero, no formal ni rutinario, que tiene recordar que en este mes de julio, se cumplieron 25 años de la muerte de Leo Zecca, “Leito”?
Creemos que, así como Mao dispuso en plena guerra revolucionaria, celebrar un acto cada vez que muriera un simple combatiente, conviene formar a las nuevas generaciones y retemplarnos los viejos camaradas, en la certeza de que un partido como el nuestro ha podido desarrollarse y crecer, acertar mucho y equivocarse también, sin quebrarse ni dividirse, resistir la dictadura y la derrota en la URSS y en China, y avanzar fundiéndose con la clase obrera y los sectores más explotados y oprimidos de la sociedad, por la justeza de su línea y la fidelidad de sus cuadros al objetivo y a la teoría revolucionarios.
Pero eso no sería posible si no se encarnara, no se hiciera realidad a través de cientos de cuadros que constituyeron y constituyen la arena, la piedra y sobre todo el cemento y la pasión para esa construcción.
Desde el PCR de la provincia de Santa Fe, siempre recordaremos a Leito, porque fue nada más ni nada menos que eso: como estudiante y dirigente en las jornadas del Rosariazo, ejerciendo como psicólogo y cursando psicología social, siempre estudioso del materialismo histórico y dialéctico, construyendo una familia alrededor de esos principios, o como preso ejemplar de la dictadura del terror desde el mismo 24 de marzo de 1976.
