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28 de May de 2014

Los gobiernos de Rusia y de China firmaron un acuerdo entre las empresas estatales de gas Gazprom y CNPC por el cual la primera proveerá a China de hasta 38.000 millones de metros cúbicos anuales de gas durante 30 años, desde 2018. 

Acuerdo económico entre Rusia y China

En medio de la disputa imperialista por Ucrania

El monto del acuerdo está valuado en 400.000 millones de dólares, y es  el equivalente de un cuarto de las masivas exportaciones de gas de Rusia a toda Europa. Para Rusia significará un importante aumento en sus ingresos y, para China el asegurarse de gas ante la creciente demanda de su industria.

El monto del acuerdo está valuado en 400.000 millones de dólares, y es  el equivalente de un cuarto de las masivas exportaciones de gas de Rusia a toda Europa. Para Rusia significará un importante aumento en sus ingresos y, para China el asegurarse de gas ante la creciente demanda de su industria.
El acuerdo –que llevó 10 años de negociaciones y conlleva la construcción de un gasoducto que costará 30.000 millones de dólares– prevé un precio de 350 dólares por mil metros cúbicos de gas. Este era uno de los puntos en discusión, pues Gazprom buscaba obtener un precio de 400 dólares teniendo como referencia sus contratos en la Unión Europea (UE), mientras China ofrecía entre 350 y 360 dólares por esa cantidad, basándose en sus importaciones de Asia Central. Los  expertos en el tema venían considerando que el rompimiento de los acuerdos de Rusia con Ucrania (elevó el precio del gas  de 258,5 dólares a 485 por mil metros cúbicos) la llevaría a hacer concesiones en las negociaciones con China. 
 
La “carta china” en 
la disputa interimperialista
Este acuerdo entre las dos potencias va a acelerar la creciente disputa interimperialista, en el marco de la  crisis económica más grande y extensa de la historia del sistema capitalista. Crisis iniciada en 2007 y que ha tenido un desarrollo, en el que aún no se vislumbra su fin, pese a las situaciones desiguales y, a las reiteradas promesas de los gurúes de la economía burguesa.
El acuerdo ruso–chino se da en medio de la creciente disputa imperialista por Ucrania, donde los rusos han avanzado en Crimea y el este del país y las potencias occidentales (la Unión Europea y EEUU) sostienen al gobierno ucraniano. El acuerdo muestra claramente que China no se opondrá en lo más mínimo a la política de Putin en Ucrania, y es un desafío a las recientes sanciones impuestas a Rusia por la Unión Europea e impulsadas por Obama.
El acuerdo fue formalizado durante la reciente visita del presidente ruso Vladimir Putin a China y refrendado por su par chino, Xi Jinping. Ambos capomafias han reforzado así un acercamiento que va más allá de este gigantesco negocio –abogaron por una “completa asociación de cooperación energética”– ya que implica acuerdos políticos (como el demostrado por China ante la actitud de Rusia frente a Ucrania y, por parte del gobierno ruso, ante los reclamos territoriales de aquella en el Mar de China, frente a Vietnam y otros países del Sudeste asiático), y también contempla un aspecto militar, por ahora expresado en un avanzado acuerdo de venta de docenas de aviones rusos de caza Sukhoi Su-35 de última ge- neración a China.
Las repercusiones del acuerdo fueron inmediatas. El presidente de la Comisión Europea (CE), José Manuel Durao Barroso, pidió a Rusia que no interrumpa el suministro de gas hacia Ucrania mientras estén en curso las negociaciones entre las tres partes sobre la seguridad de la distribución y tránsito de gas. El gobierno de Putin ha amenazado con cortar el suministro el 3 de junio, si el gobierno de Kiev no paga lo adeudado. 
Este acuerdo confirma lo analizado por el 12 Congreso del PCR, en cuanto al “debilitamiento del poder militar y diplomático de los Estados Unidos”; a que “los estados nacionales siguen siendo las bases del poder y formas de organización del capitalismo”; y al desplazamiento del centro de la economía del Atlántico al Pacífico. 
Obviamente Estados Unidos, que sigue siendo la única superpotencia militar, no esperará sentada el desarrollo de los acontecimientos. La disputa interimperialista se agudiza de manera evidente, a tal punto que representantes de las burguesías europeas han puesto el grito en el cielo ante el temor de quedar atrapados en lo que algún analista ha bautizado como la “Guerra Fría 2.0”.
En medio de los grandes combates que libran la clase obrera y los pueblos oprimidos en todo el mundo, los revolucionarios  debemos alertar y denunciar el creciente peligro de guerra, impulsado por la crisis económica y la política de las grandes potencias de avanzar en un nuevo reparto del mundo.