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18 de September de 2019

Otto Vargas

Antecedentes de la Revolución China

En la primavera de 1927, el Kuomintang, dirigido por Chiang Kaishek, había lanzado un golpe contrarrevolucionario seguido por una masacre de obreros y entre las masas populares. Hubo despidos masivos, rebaja de salarios y aumento de la jornada laboral que pasó a ser, en muchos casos, de 16 horas diarias.

El 7 de agosto de 1927, en una reunión a la que asistió Mao Tsetung, la dirección central del PC de China acordó la política general de organizar la insurrección armada para oponerla a la contrarrevolución armada del Kuomintang. Finalizada la reunión, Mao Tsetung regresó a Junán donde dirigió el Levantamiento de la Cosecha de Otoño. Derrotado este movimiento insurreccional, el contingente armado dirigido por Mao, tras largos y duros combates, llegó a las montañas Chin Kang y organizó la primera base de apoyo revolucionario de la Revolución China.

En ese marco se produjo la heroica insurrección de Cantón, planificada y dirigida con la ayuda de cuadros militares de la Internacional Comunista, el 11 de diciembre de 1927, a las 3,30 hs. de la madrugada. A dos horas del estallido toda la ciudad había caído en manos de los insurrectos que proclamaron la Comuna de Cantón. Pero, con el apoyo armado de los imperialistas, el Kuomintang volvió a la carga. Las tropas imperialistas estaban formadas por infantes de Marina yanquis e ingleses, fuerzas francesas y japonesas y buques de guerra ingleses, yanquis y japoneses. El 13 de diciembre, a las cinco de la tarde, la insurrección fue aplastada. El Kuomintang instauró el terror blanco y desplegó una tremenda represión sobre los revolucionarios y las masas populares. El fracaso de la insurrección de Cantón fue la prueba más clara de que la línea que propugnaba la Internacional Comunista, de llevar la revolución de la ciudad al campo, era una línea aventurera y de derrota para la Revolución China. Pero esto sólo se comprendería muchos años después, en 1935, cuando triunfó en el PC de China la línea de Mao Tsetung, que consideraba que la clase obrera debía ir al campo, apoyarse en el campesinado y crear bases de apoyo; la línea de organizar la guerra revolucionaria con base en el campo, una guerra campesina que debía tener en el campo su fuerza principal.

 

La situación china

El Partido Comunista de China había sufrido una derrota de graves consecuencias. Su análisis era fundamental para todo el movimiento revolucionario en los países coloniales, semicoloniales y dependientes. Se abrió una lucha de líneas muy intensa en el PC de China y en la Internacional. Bujarin estaba directamente ligado a la línea derechista del secretario general del PC de China, Chen Tusiu, que llevó a la catástrofe. En el III Congreso del Partido, en 1923, Chen Tusiu sostuvo que todo el accionar político de los comunistas debía hacerse a través del Kuomintang. Considerando que el proletariado era una fuerza numérica escasa y sin independencia política y el campesinado estaba influido por ideas conservadoras y atrasadas, concluía que sólo la burguesía podía liderar el proceso revolucionario en esa etapa.

Esa línea fue combatida por Mao Tsetung y otros comunistas. Mao sostenía que la burguesía nacional tenía una actitud contradictoria ante la Revolución China. Escribió en 1926 que la burguesía nacional china “siente la necesidad de la revolución y favorece el movimiento revolucionario contra el imperialismo y los caudillos militares cuando padece los golpes del capital extranjero y la opresión de los caudillos militares, pero desconfía de la revolución cuando siente que, con la valiente e impetuosa participación del proletariado del país, y el activo apoyo del proletariado internacional, la revolución amenaza su esperanza de alcanzar la condición de gran burguesía”.

Otro de los temas en debate era el de la participación de las masas campesinas en la Revolución China. La burguesía china observaba horrorizada la lucha revolucionaria de los campesinos. Lo mismo sucedía con Chen Tusiu y muchos comunistas doctrinarios que temían por la “pureza” del frente único y que el desarrollo del movimiento campesino rompiese el frente único con la burguesía.

Mao Tsetung escribió, en marzo de 1927, su famoso trabajo Informe sobre una investigación del movimiento campesino en Junán en el que planteó la necesidad de que el Partido se colocase al frente del poderoso movimiento de masas del campesinado y lo dirigiese. Mao afirmó: “Sin los campesinos pobres no hay revolución. Negar su papel es negar la revolución. Atacarlos es atacar la revolución”. Stalin, siguiendo la línea leninista, advirtió, antes de la derrota de la revolución, en noviembre de 1926, que era una “inmensa equivocación” temer que “la entrada de la gente del campo a la revolución corrompa el frente único” y que “el frente antiimperialista en China será tanto más fuerte y poderoso mientras más rápida y completamente se haga entrar a la gente del campo chino a la revolución”.

En cambio Trotsky, cuyas ideas seguían teniendo influencia en la IC, había escrito en La Revolución permanente: “Hay que arrojar por la borda la teoría reaccionaria de las etapas y de las fases de la revolución. Hay que luchar por la dictadura del proletariado, arrastrando tras de sí al campesinado”. Pensaba que “sólo la hegemonía del proletariado en los centros políticos e industriales decisivos del país crearía las condiciones indispensables tanto para el establecimiento del Ejército Rojo como para el establecimiento del sistema soviético en el campo”.

Para Trotsky, la revolución agraria en China “tiene un carácter tan antifeudal como antiburgués” y debía ir “no sólo contra los pocos numerosos terratenientes y burócratas verdaderos, sino también contra los campesinos ricos y los usureros”. Desempolvó en la ocasión su vieja teoría de “arrastrar al campesinado” (con la que polemizara Lenin a comienzos de siglo), cuya falsedad quedó demostrada por la práctica de la Revolución Rusa.

También se expresaba la lucha de líneas en el PC de China alrededor del tema de la lucha armada, cuya necesidad era negada por la derecha. Stalin, en su discurso ante la Comisión China de la Internacional Comunista el 30/11/1926 subrayó que la Revolución China, revolución democrático-burguesa, era, también, de liberación nacional. La burguesía nacional china era muy débil, dijo, más débil que la rusa de 1905. El imperialismo no sólo intervenía en China a través de la agresión armada. A veces la lucha aparecía como una cuestión interior, pero detrás estaba el imperialismo. Si se subestimaba la intervención imperialista “se subestima lo esencial”, afirmó Stalin. Subrayó también la importancia del ejército revolucionario para el trabajo de los comunistas. Planteó que el futuro poder en China sería “antiimperialista y parte de la revolución mundial” y que el Partido Comunista no debía salir del Kuomintang. Destacó la necesidad de asegurar la hegemonía del proletariado y, subrayando la importancia del campesinado en la Revolución China, planteó que sólo se podía lanzar la consigna de los soviets campesinos cuando “los centros industriales estén en condiciones de afirmarla”. Es decir: pensó que la Revolución China iría de la ciudad al campo y no del campo a la ciudad, como fue.

Stalin ya había planteado que la Revolución China tenía la ventaja de ser armada desde el inicio, veía la importancia de la lucha campesina y, en mayo de 1927, planteó que no había que llevar a cabo luchas decisivas por Shanghai, donde se entrecruzaban todos los poderes financieros que disputaban China. Pero Stalin no veía, en 1927, que la Revolución China iba del campo a la ciudad. Incluso los bujarinistas y los trotskistas han dicho que él fue quien envió a China al ruso Lominadzé, al alemán Neuman y al francés Doriot y ordenó la insurrección de Cantón, que fue rápidamente aplastada. Mao Tsetung siempre pensó que la Revolución China iba del campo a la ciudad, pero se convenció, definitivamente, y pudo dar batalla por esa idea –que revolucionó la táctica marxista– luego de la derrota de 1927, como le planteó a Malraux en su famosa entrevista.

Después de la derrota de la Revolución China por la traición del Kuomintang, en 1927, la Internacional Comunista rediscutió el papel de la burguesía nacional en el movimiento revolucionario de los países coloniales, semicoloniales y dependientes. La Internacional pasó de un bandazo de derecha (“Los obreros no deben tener desconfianza de Chiang Kaishek” había dicho Chen Tusiu, secretario general del PC de China) a otro de izquierda, que ubicó a la burguesía nacional y al campesinado rico en bloque como parte del blanco de la revolución, junto con los terratenientes, la burguesía intermediaria y el imperialismo. Este error tendría gravísimas consecuencias en el movimiento revolucionario de Asia, África y América Latina.

Extractos de El marxismo y la revolución argentina, Tomo 2. Capítulo VI: Clase contra clase (Págs. 306/7 y 322/325), Editorial Ágora, Buenos Aires 1999.

Otto Vargas fue secretario del Partido Comunista Revolucionario desde su fundación en 1968 hasta su fallecimiento el 14 de febrero de este año.

Hoy N° 1783 18/09/2019