En el transcurso de la primera de las grandes huelgas en las estancias santacruceñas (fines de 1920 y comienzos de 1921) se desarrolló el XI Congreso de la FORA X, en el que, como contamos, participó el secretario de la Sociedad Obrera de Río Gallegos, Antonio Soto.
En dicho Congreso, mostrando la indiferencia de las direcciones sindicales de Buenos Aires con la lucha de los obreros rurales patagónicos, el eje de los debates planteado por el Partido Comunista (Sección Argentina de la III Internacional) -tal el nombre adoptado por el Partido Socialista Internacional en un Congreso de enero de ese mismo año- fue la “unificación obrera” y la adhesión o no a la recientemente creada Federación Sindical Internacional, o Internacional Roja. Poco y nada se habló del conflicto en Santa Cruz. Antonio Soto denunció a la dirección sindical por su indiferencia, y el Consejo Federal de la FORA impuso en una votación de balance la defensa de su actuación, tachando a Soto de emitir “censuras inmotivadas”. Acá viene el tema de cómo votaron los delegados del PC. Y esto combinado con la pertenencia partidaria del propio Soto.
Sobre lo primero, Otto Vargas ha demostrado, en El marxismo y la revolución argentina, tomo 2, que el PC votó junto a la mayoría sindicalista del Consejo Federal, avalando lo actuado en el conflicto. Cita Vargas además un reportaje aparecido en el periódico partidario en las ediciones del 29/1/1921 y 5/2/1921, al “camarada Soto”, en el que éste narra en detalle el conflicto de los peones de la Patagonia y denuncia la represión: “Narró que 900 obreros, acosados por el hambre y la represión asaltaron la estancia ‘Anita’ de Menéndez Behety. Allí se vistieron, alimentaron y ‘se incautaron armas y municiones con fines preventivos (…) pusieron a su frente al pendón rojo’, se ‘llevaron alguna hacienda asegurando el alimento’ y ‘pusiéronse a la defensa del camino’. Desde Deseado fue enviada la policía ‘armada hasta los dientes y dispuesta a acribillar a balazos a los huelguistas’. Los obreros, ‘organizados en fila, con la bandera roja y entonando el Himno de los Trabajadores se apostaron en el camino’. Del enfrentamiento resultaron “10 ‘pacos’ muertos y 2 heridos’. En el segundo encuentro los represores mataron a un obrero y éstos a tres agentes, dejando a uno herido” (Vargas, Op. Cit.).
Reafirmando lo planteado por Vargas, en un artículo “Renuncia del Consejo de la FORA” aparecido en La Internacional del 19/2/1921, que transcribe una carta de los miembros del PC electos al Consejo Federal, no hay la más mínima mención al conflicto santacruceño ni al “camarada Soto”.
En febrero de 1921 culminó la primera de las grandes huelgas en las estancias patagónicas. A fines de enero había llegado un nuevo gobernador, Iza, designado por el presidente Hipólito Yrigoyen. El periódico La Unión, vocero de la Sociedad Rural de Santa Cruz, cuenta que a la llegada de Iza una parte de los integrantes de la Sociedad Obrera de Río Gallegos fue a recibirlo. En el tono xenófobo que impregnaba a los oligarcas, dice La Unión: “algunas voces hostiles contra el gobernador interino Correa Falcón, cuya procedencia por el acendrado tono ibérico con que fueron proferidas, no necesita comprobación: Viva el nuevu señor jubernador! ¡Muera el vieju jubernador!”.
Pocos días después de Iza llegaban las tropas al mando del teniente coronel Varela, al que Yrigoyen había enviado con el mandato “Haga lo que tenga que hacer” para terminar con la huelga.
El gobernador y el militar se entrevistaron con los estancieros y con los huelguistas. Varela incluso recorrió algunas estancias, comprobando las terribles condiciones de explotación a que los peones eran sometidos.
La Sociedad Obrera de Río Gallegos presentó un nuevo pliego de reivindicaciones, y el gobernador Iza laudó estableciendo el pago de una parte de los salarios caídos. Los huelguistas reclamaban “Que se desmienta por completo el nombre de bandoleros que se le ha dado a los obreros”, y la garantía que no se iban a tomar represalias contra los obreros.
El 22 de febrero el gobernador dio a conocer su “laudo definitivo” que entre las cuestiones generales los firmantes se obligaban “dentro de términos prudenciales que las circunstancias locales y regionales impongan; proveer las condiciones de comodidades e higiene de sus trabajadores”, que a continuación detalla. Allí se establecía que “Las habitaciones de los obreros serán amplias y ventiladas y, dentro de lo posible, en cada pieza no dormirán más de tres hombres”, la provisión de un paquete de velas por mesa a cada trabajador por parte del patrón, dejar el sábado a la tarde libre para los obreros, una comida compuesta de tres platos y hasta que “Cada estancia tendrá un botiquín de auxilio con instrucciones en idioma nacional”. Luego venían una serie de disposiciones para los carreteros, arrieros, puesteros, ovejeros, peones, carreteros, cocineros y campañistas. También que se reincorporaría a los despedidos desde noviembre de 1920 “abonándosele la mitad de los sueldos que tenían asignados en las planillas de las estancias”. Este laudo se iba a discutir en una multitudinaria asamblea obrera, que lo aprobó tras largo y agitado debate.
Hoy N° 1887 27/10/2021