En mayo de 1976, sus restos, como “NN” mostraban la saña infame con que fue torturado y asesinado. Muchos años después, familiares y compañeros pudimos recuperarlos y enterrarlos en su Bolívar natal.
Antonio fue uno de los cuadros fundadores del PCR. Había sido castigado por la dirección revisionista del PC por sus posiciones revolucionarias. No era hombre de callar sus discrepancias. Había viajado a Cuba y tenía una profunda admiración por el Che Guevara, a quien conoció entonces.
En mayo de 1976, sus restos, como “NN” mostraban la saña infame con que fue torturado y asesinado. Muchos años después, familiares y compañeros pudimos recuperarlos y enterrarlos en su Bolívar natal.
Antonio fue uno de los cuadros fundadores del PCR. Había sido castigado por la dirección revisionista del PC por sus posiciones revolucionarias. No era hombre de callar sus discrepancias. Había viajado a Cuba y tenía una profunda admiración por el Che Guevara, a quien conoció entonces.
Producida la ruptura con el PC, Antonio fue uno de los cuadros del núcleo fundacional del PCR, integrando su Comité Central y su Comisión Política.
Ligero de equipaje
Antonio dirigía la Zona 7 de la Capital. Conoció Córdoba y se apasionó por la caldera obrera y estudiantil que hervía en la ciudad mediterránea. Y hacia allá fue, con una valija vieja y dos cajones de manzana repletos de libros. Ligero de equipaje, como dice la canción.
Antonio creaba lazos de amistad con cada obrero clasista. Los escuchaba, aprendía y discutía apasionadamente con ellos, y les enseñaba. Tenía una confianza infinita en su potencialidad revolucionaria. Construía con ellos el Partido con una voluntad y una paciencia sin límites. De un puñado de jóvenes revolucionarios, en pocos años, transformó al PCR en una poderosa organización que jugó un papel de primera línea en el Cordobazo, y llegó a dirigir al sector fundamental del clasismo. Antonio trabajó activamente para la recuperación y las ocupaciones de Perdriel que proyectaron sobre el movimiento obrero de Córdoba una línea clasista, para incorporar a una corriente que había jugado un papel muy importante en la huelga de Dinfia y en el trabajo con la nueva camada clasista de esa fábrica y metalúrgicos. Y trabajó activamente para incorporar al PCR a activistas y cuadros fundamentales de esos procesos, como René Salamanca, Agustín Funes y Rolando Navarro.
Así se crearon las condiciones para recuperar el sindicato industrial más grande del interior del país, el Smata Córdoba, con células comunistas y comités de empresa en las fábricas, con más de 400 delegados de sección y sus comisiones internas de fábrica. Los jóvenes comunistas, liderando el Faudi, ganaron la dirección de la mitad de los centros de estudiantes de la FUC. El Partido abrió trabajo entre los obreros rurales y campesinos pobres y medios, trabajó en el movimiento de mujeres, organizó la JCR con cuadros como Manuel Guerra (“Quebracho”), ganó a numerosos profesionales, organizó un movimiento de libertades, trabajó con sectores patrióticos militares y de la burguesía nacional. Cada hecho, cada paso del movimiento práctico, era, para Antonio, un eslabón hacia la revolución. Tenía la vista del cóndor que percibe los detalles sin perder de vista el horizonte.
Hacer de la clase obrera la gran protagonista de la política, hacer que la política encarnara en el proletariado como sentimiento y voluntad clasista, revolucionaria y comunista: a eso dedicó Antonio su vida, y lo contagiaba.
Del Cordobazo al Smata
Antonio discutió en el Comité de Zona, con los secretarios de las células obreras, con los estudiantes, los preparativos y cómo actuar el 29 de Mayo de 1969. Discusión y preparativos para el combate que eran llevados a las secciones: El resultado fue que la columna de la Renault tuvo a la cabeza —como testimonian las fotos— a los compañeros de la agrupación y el Partido, la columnas de Dinfia y Perdriel fueron totalmente organizadas por la agrupación clasista y el partido, y los centros de estudiantes de Filosofía, Arquitectura, Ingeniería y otros contingentes universitarios, empalmaron, los de la Ciudad Universitaria con la columna de la Renault, otros organizaron combates en los barrios Clínicas y los de la zona ferroviaria.
Quienes ocultan la verdad histórica de aquella Córdoba insurrecta, no pueden explicar por qué, la columna vertebral de esa rebelión, los mecánicos, para recuperar su gremio, se unieron en el Movimiento de Recuperación Sindical que forjó y hegemonizó el clasismo revolucionario dirigido por el PCR.
Salarios y convenio
Antonio trabajó junto a Salamanca para que el Smata retomara viejas prácticas clasistas y se crearan nuevas. Los dirigentes rotaban en la producción y cobraban el sueldo que tenían en la línea. Se renovó todo el cuerpo de delegados por sección. La asamblea de sección era obligatoria antes de reunir el cuerpo de delegados, y éstos debían concurrir con el mandato de esas asambleas.
El Smata salió a la lucha por el convenio colectivo, enfrentando el “pacto social” del ministro de Economía Gelbard (un testaferro del socialimperialismo ruso). La lucha por el nuevo convenio colectivo mostró la línea del clasismo. Cada sección fue elaborando su “cuaderno de reivindicaciones”. Salieron a la luz problemas de los que jamás se había ocupado el sindicato. Recogiendo todo lo escrito en los “cuadernos”, el cuerpo de delegados y las asambleas los convirtieron en el programa de lucha del gremio. Una lucha larga y dura que conquistó el mejor convenio de la historia de los mecánicos.
El acuerdo del Smata, Luz y Fuerza y UTA, encabezados por Salamanca, Tosco y Atilio López, posibilitó la formación de una poderosa CGT combativa. Antonio fue el promotor de ese acuerdo, que se conquistó con un gigantesco debate de masas en el movimiento obrero.
Cuestiones profundas
Antonio era un cuadro que unía la teoría con la práctica. Cuando la práctica del movimiento obrero y el Partido ponían en evidencia errores en nuestras posiciones teóricas, no era de callarse, era de abrir la discusión y dar batalla.
Reflexionando sobre la experiencia de Córdoba, Antonio fue vanguardia en la batalla contra la teoría de que la Argentina era un país “capitalista dependiente”, que aislaba a la clase obrera y sectarizaba al Partido (teoría que siguió vigente en la mayoría de las fuerzas de la izquierda).
En el 3° Congreso del PCR, reflexionando sobre la experiencia del Smata y las formas organizativas que posibilitan a la clase obrera y al Partido hacer pesar su política de hegemonía proletaria en la revolución, Antonio planteó la necesidad de que cada zona tuviese su centro político de concentración.
Contra todo golpe
En julio de 1974 había muerto Perón. En septiembre, una asamblea en la puerta de la Renault se dividió, una parte votó por seguir la lucha, pero la mayoría de los obreros se opuso: “no cambiamos salario por gobierno”, decían, pensando que la huelga amenazaba al débil gobierno de Isabel Perón. Fue una gran lección. Salamanca, junto a Antonio y a Otto Vargas, interpretaron bien el sentido del voto de esa mayoría obrera.
El PCR, en noviembre de 1974, definió su línea: la lucha obrera y popular debía articularse con la lucha contra el golpismo prorruso o proyanqui, lo que exigía un frente único antigolpista, con centro en el combate de las masas obreras y populares y, luchando por ese objetivo, defender el gobierno constitucional peronista, teniendo en cuenta sus contradicciones, propias de un gobierno de burguesía nacional. Una posición histórica: el PCR, junto a sectores del peronismo, fue la única fuerza política que enfrentó el golpismo y el golpe genocida. Antonio fue un promotor apasionado de la línea antigolpista.
En Córdoba la intervención golpista del Smata, enviada por José Rodríguez, asesinó a Luis Márquez, joven obrero mecánico y dirigente de la JCR que en la fábrica Transax (hoy Volkswagen) había ganado el pronunciamiento de la asamblea general “contra todo golpe, sea prorruso o proyanqui”, en contra de la Comisión Interna. El secretario adjunto del Smata, Roque Romero, y otros dirigentes fueron presos por muchos años, Salamanca tenía orden de captura.
No hablan de César Gody Alvarez. Pero el odio de clase con que lo torturaron y lo asesinaron militares cobardes como Riveros, Videla o Viola, demuestra que lo conocían muy bien, y le temían, como demuestra que integraba una “lista especial”, junto con Salamanca, porque sabían que la Renault iba a parar contra el golpe, como efectivamente hizo el 24 de marzo, junto con los ferroviarios de Rosario, frigoríficos: en total más de 300 fábricas. Sabían que tenían en sus manos a un gran jefe del proletariado, un protagonista fundamental de aquellos años gloriosos que hicieron avanzar el camino de la revolución en la Argentina y en América Latina.