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10 de July de 2013

El 3 de julio, en medio de la más inmensa movilización de masas en la historia de Egipto, las Fuerzas Armadas derrocaron al gobierno de Mohammed Morsi.

Batalla por el futuro de Egipto

TRAS EL GOLPE DE ESTADO CONTRA EL GOBIERNO

Desde varias semanas atrás, los más amplios sectores de trabajadores de la ciudad y del campo, y de otros sectores populares, habían ganado las calles contra las medidas antipopulares del gobierno de Morsi reclamando su dimisión, gobierno que había ganado las elecciones por amplia mayoría hace sólo un año atrás.

Desde varias semanas atrás, los más amplios sectores de trabajadores de la ciudad y del campo, y de otros sectores populares, habían ganado las calles contra las medidas antipopulares del gobierno de Morsi reclamando su dimisión, gobierno que había ganado las elecciones por amplia mayoría hace sólo un año atrás.
Egipto vive una nueva oleada de la extraordinaria lucha que derrocó, en el 2011, al régimen de Mubarak. Como dice el PCR de Egipto, “está abierta una feroz batalla por el futuro”, entre el pueblo que quiere avanzar en sus conquistas y no está dispuesto a seguir pagando los costos de la crisis económica, y los distintos sectores de las clases dominantes, aliados a los imperialismos, que quieren encorsetar el movimiento, y llevarlo hacia un gobierno que mantenga los privilegios de los poderosos.
Parte de esta disputa se evidencia estos días en las dificultades para formar un nuevo gobierno, con Morsi y otros miembros de su gobierno presos, y una parte de los sectores islamistas impulsando movilizaciones para restituir el gobierno derrocado. Los militares, al momento del derrocamiento, llamaron a un gobierno temporal “de unidad”, suspendieron la Constitución redactada por los islamistas y llamaron a nuevas elecciones.
La Plaza Tahrir, y decenas y decenas de ciudades, desbordadas de millones de manifestantes, recibieron con júbilo el derrocamiento de Morsi, y se plantean distintas actitudes frente a los militares. Es evidente que la profundidad de la lucha popular provocó una fractura en las fuerzas armadas, lo que se vio en las escenas de militares y policías abandonando las filas y sumándose, con sus armas, a las manifestaciones, y en los civiles arriba de los tanques.
El Ejército egipcio, que conserva casi intacto su poder, intervino temiendo un estallido insurreccional que volteara al gobierno. Lo hizo con la anuencia de las principales potencias imperialistas, como Estados Unidos, que al igual que con Mubarak, retiró su apoyo a Morsi al ver que su gobierno estaba “al caer”, pero continuará con el abastecimiento de armas a las fuerzas armadas egipcias.
Producido el derrocamiento del gobierno, por un lado millones se mantienen en las calles, y se han producido enfrentamientos con los seguidores de Morsi que han elevado a decenas los muertos en los últimos días.

Cayó un gobierno antipopular
Morsi es un ingeniero formado en Estados Unidos y que trabajó en la NASA. Como hemos venido analizando en nuestro semanario, el gobierno de Mohammed Morsi aplicó una serie de medidas económicas, sociales, políticas y religiosas antipopulares en su año de gobierno. Crecimiento desmesurado de la inflación, alta tasa de desocupación, miles de fábricas cerradas, persecución y cárcel a trabajadores y luchadores sociales, la sanción de una Constitución de contenido reaccionario, impunidad de los militares y civiles del régimen mubarakista, son algunos de los factores que desataron una gran lucha de masas estos meses. Millones se cansaron de un gobierno autoritario cuyo objetivo esencial fue mantener los privilegios de las potencias imperialistas en Egipto. Esto con el agravante que el gobierno de Morsi introdujo la división del pueblo por factores religiosos, para impedir la unidad de los trabajadores y los sectores populares, tratando de “llevar el sistema al revés de la rueda de la historia”, en contra de la identidad cultural del pueblo egipcio.
La clase obrera egipcia, que a diferencia de otros países árabes es muy desarrollada y ha tenido un peso importante en todo el proceso de luchas de estos años, se mantiene movilizada. Según el Centro Egipcio para los Derechos Económicos y Sociales, durante el año 2012 hubo más de 3.400 protestas por cuestiones económicas y sociales, en su mayoría acciones laborales. Más de 2.400 de estas protestas se produjeron después de que Mohammed Morsi asumiera como presidente. A fines del 2012, se contaban en cerca de mil los nuevos sindicatos, muchos de ellos adheridos a la Federación Egipcia de Sindicatos Independientes (FESI o Efitu). Existe otra central, Congreso Obrero Democrático Egipcio (CODE), también distanciada de la FES, dirigida por jerarcas sindicales vendidos al régimen.
La política del gobierno de los Hermanos Musulmanes también afectó gravemente a los pequeños agricultores, que vieron elevarse a cifras astronómicas el agua de riego, que además pasó a ser un pingüe negocio –al igual que los fertilizantes– en un floreciente mercado negro manejado por funcionarios del Ministerio de Agricultura.

Declaración de los sindicatos independientes
El 3 de julio la FESI emitió una declaración, llamando a los militares a “respetar la voluntad del pueblo egipcio”, reclamando el rápido llamado a elecciones, y la participación de los sectores sindicales en el gobierno provisional.
La Efitu reclama que las elecciones se den en un plazo no mayor de seis meses, la abolición de la Constitución de la Hermandad Musulmana y la representación de los trabajadores y campesinos para garantizar sus derechos económicos y sociales. Para el “gobierno de transición”, exige un pliego de demandas que incluye “la liberación de todos los presos políticos” y el juzgamiento de todos los civiles y militares que hayan cometido crímenes contra el pueblo. “Ejecución de las resoluciones judiciales relativas a la devolución de todos los negocios saqueados al estado” y un plan de reformas económicas que permita aumentar el presupuesto en salud, educación y necesidades básicas de la población.
Con relación a los trabajadores, esta Federación, surgida al calor de la lucha por el derrocamiento de Mubarak, plantea, entre otros puntos: 1. Aumentar el salario mínimo y las pensiones. 2. Libertad de asociación sindical. 3. Reincorporación de todos los trabajadores despedidos. 4. Aprobación del derecho de huelga y de manifestarse. 5. reconsideración de toda la legislación laboral para asegurar la protección de los trabajadores. 6. Detener todas las formas de abuso contra los trabajadores. Reapertura de las fábricas cerradas.

“El pueblo está vigilante”
Además de la FESI, muchas organizaciones políticas y sociales llaman a mantener la movilización popular como única garantía de que el proceso avance para concretar las demandas. “No nos hacemos ilusiones en el ejército… El ejército también tiene un papel central en el desarrollo económico y controla cerca del 40 por ciento de la economía en Egipto”, afirma el Comité Central del PCR de Egipto en una declaración del 6 de julio. “El pueblo está vigilante, porque quiere un cambio real, la reforma social, sus derechos y las libertades democráticas… La lucha continúa. Las masas no van a disminuir su exigencia de demandas básicas para una vida digna, por las que los hijos de este pueblo sacrificaron sus vidas. La hoja de ruta que se ha acordado todavía no contiene disposiciones claras para resolver las crisis del pueblo, y el pueblo se levantará en defensa de sus intereses, y luchando por una vida mejor”, agrega el comunicado, emitido “Desde el corazón de la Plaza Tahrir”.
Millones de trabajadores, campesinos y gente del pueblo en todo el mundo tienen hoy los ojos puestos en Egipto, con el anhelo que el pueblo egipcio encuentre los caminos para un poder popular. Sabemos que las fuerzas que enfrentan y enfrentarán los sectores populares del país africano son muy poderosas, pero tenemos confianza en la energía revolucionaria del pueblo egipcio, que sabrá parir en su lucha el partido de vanguardia que dirija ese proceso.