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12 de April de 2020

Camino al pico

La pandemia nos está mostrando, descarnadamente y a la luz del día, el verdadero y siniestro rostro del capitalismo. Una luctuosa cosecha de millón y medio de enfermados y decenas de miles de muertos. Pero mucho, mucho más. Deja al desnudo, la real catadura de las potencias imperialistas a la hora en que llueven las pálidas.

Billetera mata “seguridad jurídica”

Mientras los costos los paguen otros, todo vale. Desde ya que entre los otros incluyen a sus propios Pueblos. Las potencias, en su disputa por la supremacía mundial, no se privan de los peores extravíos.

Nunca les va a faltar un buen pretexto, alguna “justificación” para sus fechorías. El coronavirus, al acentuar la noción de urgencia, se llevó puesta toda la hipocresía de las buenas formas. Los servicios de inteligencia de las potencias (y de algunas “potencitas”) encargándose del juego de robarse mutuamente kits de determinación, barbijos, respiradores y cualquier otro insumo de utilidad frente a la emergencia. Como en las películas unos muchachos rudos, con maletines Samsonite repletos de billetes, desviando aviones a despecho de que sus cargas ya hubieran sido pagadas por la competencia. En todas las épocas los piratas se ufanaron de su “patriotismo”.

 

¿Imprevisión?

Ante el espanto de cualquier epidemiólogo, algún sesudo estadista nos dirá que es imposible (o antieconómico) estar preparados para eventos que quizá nunca ocurran. Esta lógica, que es “válida” para requerimientos en salud pública, NO es la que se aplica en muchos otros terrenos. Un rotundo ejemplo: se preparan para una guerra que afirman no desear como si el choque fuera mañana mismo. Sus presupuestos militares son la primerísima prioridad. Con esto no se juega y por tanto es de gente responsable previsionar. Disponer de la mayor ferretería bélica no está en discusión. Y, de paso cañazo, tributarios de ese armamentismo, los sectores dominantes hacen inmensos negocios.

Lo cierto es que cuando irrumpió el Covid-19 nadie estaba preparado. Desde ya que no nuestra Argentina. Con Macri, de entre todas sus medidas reaccionarias se destacó, con brillo propio, su atroz política sanitaria. Devaluó la cartera de Salud, rebajó en un 26% su presupuesto, “ahorró” en vacunas, repartió despidos por doquier.

En otras latitudes no andaban mucho mejor. El negocio de la salud generalizó el modelo de una Medicina de espaldas a la previsión, profundamente clasista y estratificada. Para quienes acceden a las terapéuticas disponibles serán enfermedades curables las mismas que para grandes mayorías son incurables y/o mortales. En pleno siglo XXI una realidad monstruosa.

La pandemia, en su despliegue actual, ha mordido principalmente al Norte. Las naciones más desarrolladas han exteriorizado la más rotunda vulnerabilidad. Así pinta la foto. Y aún falta desplegarse la película.

De muchos hemos conocido sus peores caras. Xi Jiping represaliando al médico que avisó que se venía la epidemia. Trump, Johnson, Bolsonaro devaluando los riesgos en ciernes que a poco se convertirían en desastre. Italia y España con una errática respuesta al imparable incendio.

Y la instalación de los falsos dilemas. ¿Negocios o vidas?

 

¿Negocios o vidas?

La articulación entre economía y salud conforma una contradicción innegable. De nada sirve ocultarla. Alberto Fernández puso el debate al filo. La Argentina no dudaba y elegía proteger las vidas. De acuerdo a las recomendaciones de un impecable Comité asesor se dispuso una temprana y convincente cuarentena. Los países renuentes a ella están pagando un doloroso precio.

Y hacia el objetivo de mitigar el daño económico el Gobierno adoptó una batería de medidas. Útiles, válidas, costosísimas… pero insuficientes. Muchos sectores con algún grado de compensación. Muchos otros no amparados.

 

En el Sur y a la espera del pico…

En diarios y TV, un sibilino lobby trabaja a tiempo completo al servicio de los peores intereses. La voz de mando es flexibilizar la cuarentena. Aunque pongan cara de circunstancia disfrutan del espectáculo de miles de jubilados agolpándose en los Bancos. Con aire doctoral enumeran los trastornos que acentúa el quedarse en casa: tensiones emocionales, adicciones, tedio. Se conduelen de los compatriotas que viven hacinados y sin agua. De aquellos que comen de la changa diaria. Poco dicen de la importancia del distanciamiento físico como efectivo medio para retrasar la difusión de la pandemia.

Propiciaron las caceroleadas en reclamo de un exiguo aporte de “la política” en esta hora. Pero se oponen (o se distraen) cuando crece el reclamo para que los poderosos (el 1% de la sociedad) SE PONGAN. Esgrimen la Constitución, los derechos adquiridos, la sacrosanta propiedad privada, el fruto de la inteligencia y/o el sacrificio de esa minoría para defenderlos del atropello solidarizador.

¿Cómo razonan? Recurramos al maestro Trump porque es transparente. “Si se quedan en su casa no trabajan. Si no trabajan, ¿cómo pueden pretender cobrar?” Así discurre Paulo Rocca cuando Techint despide 1.500 trabajadores. O aquellas grandes empresas (mayoritariamente extranjeras) cuando condicionan pagar sueldos a percibir los REPROS. Un subsidio del Ministerio de Trabajo para empresas en dificultad insanable.

¿Qué de la perversa Patria contratista que le vende al Estado mal y caro? Caranchos revoloteando a la espera de una oportunidad. ¡Pucha que les ha llegado una grande!

No dan puntada sin hilo. General Motors tomó una “generosa” decisión. Le va a alquilar 70 vehículos al Gobierno para que este los destine a la lucha contra el coronavirus. Para que GM no se sienta solo en la patriada Volkswagen también se jugó. Para el mismo fin ofrece otros 70 autos en comodato alquiler con opción a compra. Ambos sacrificios constan en el Clarín del 09.04.

 

Nueva normalidad

El Mundo entero está dado vuelta. Escasean las buenas opciones. Cuanto mucho aquí y allá se recurren a las menos malas. Se están perdiendo muchas vidas. Seguramente nos costarán muchas más. La sangría económica será generalizada. En el juego grande las potencias se encogen de hombros. Las Bolsas, el petróleo, el comercio internacional… Todo esto se recuperará. La cuestión de las cuestiones será cómo quedar posicionado respecto de los competidores. Perder van a perder, a lo que apuestan es a perder menos que los otros y convertirse así en ganadores relativos.

Lo dijo Alberto Fernández en el G20, lo suponen numerosos articulistas: “el Mundo ha cambiado para siempre”. Quienes así lo crean deben comenzar a manejarse desde ya con actitudes acordes a los cambios que están entreviendo. Cuanto más cuando estamos atravesando una crisis tan especial y la opinión pública es propensa a estos nuevos modos.

Que se queje Macri pero ante la provocación de venderle al Estado a cualquier precio ¿cómo no ir al acaparador y confiscar la mercadería? Millones vamos a aplaudir. Duhalde y Pichetto sosteniendo que “sin patrones no hay trabajadores”. La Historia grande ha demostrado, sobradamente, lo contrario. Sin trabajadores no hay patrones.

Ningún REPRO a las grandes empresas. Multas equivalentes a los salarios impagos.

El Gobierno monetizó a los Bancos (liberando encajes) y les garantiza cubrir los quebrantos de los préstamos incobrables. Y ni siquiera así dan curso a los auxilios a las Pymes. Un reto intolerable.

Rechazar por indigna la burla de GM y VW de negociar comodatos en plena pandemia.

Ir sobre las grandes fortunas, los vaciadores seriales, los Bancos, las mineras, las telefónicas (y todos los que correspondan en más) para solventar los costos del inmenso esfuerzo que hace nuestro Pueblo.

La única Deuda es con nosotros.

Las menos muertes por coronavirus. Ni un solo compañero con Hambre. Una vez más nuestras mujeres y hombres se han puesto la dura situación al hombro. Si realmente se cree que las cosas han cambiado en el grado y medida que se sostiene este es el momento para ir en profundidad.

En algunas ocasiones, esta es una de ellas, las mayorías alcanzan un vertiginoso registro de la situación tal cual es. Sin el velo con el que las minorías desdibujan su malicia. A actuar con todo para galvanizar esa experiencia.

 

Escribe Sebastián Ramírez

09.04