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28 de June de 2012


¿Censura platónica o participación activa?

Hoy 1425 / Crónicas proletarias

En 1894 se dio una polémica entre los socialistas, que marcaría tendencias políticas por muchos años. El 1º número de La Vanguardia, del Partido Socialista, reproduce una carta de Federico Engels al socialista italiano Turati sobre la actitud del proletariado ante la revolución democrática. Allí el compañero de Marx consideraba que, frente a los movimientos revolucionarios impulsados por republicanos, “cometeríamos el más grande error si ante tal perspectiva nos abstuviéramos y nos limitáramos, respecto a los partidos ‘afines’, a una crítica puramente negativa. Podrá llegar un momento en que será un deber nuestro el cooperar con ellos de una manera positiva”, decía Engels y advertía que “nosotros participamos como partido independiente, aliado por el momento a los republicanos y radicales, pero enteramente distinto…”, destacando los intereses inmediatos e históricos de la clase obrera.
Cuatro números después, se publicaba en La Vanguardia una nota firmada por Germán Ave Lallemant, integrante de la corriente de marxistas de 1890, donde remarcaba la justeza de las afirmaciones de Engels, y su validez para la Argentina de entonces: “Creo que la acción política daría muy buenos resultados. Pero no la censura platónica hecha desde el paraíso del teatro político sobre los partidos burgueses, no la murmuración de los débiles y de los oprimidos, sino la participación activa, exactamente como lo aconseja Engels en su carta”.
Esteban Giménez, uno de los principales seguidores del camino reformista que lideró Juan B. Justo, en el número 7 de La Vanguardia, afirmaba que la carta de Engels “en nada nos parece aplicable a este país, actualmente, para defender la unión de los trabajadores a cualquier partido burgués… si queremos formar algún día un partido de trabajadores conscientes, es necesario huir del contacto con los partidos burgueses”. A la semana siguiente, La Vanguardia remataba esta idea de Giménez: “aquí la acción revolucionaria del Partido Socialista es y será por muchos años completamente utópica”.
Esta polémica mostraba las divergencias entre los marxistas revolucionarios y los reformistas acerca de la necesidad del proletariado de actuar en la política real, peleando impulsar para adelante el movimiento revolucionario. José Ratzer, en Los marxistas argentinos del 90, subrayó que los reformistas, con esto, esbozaban “la tesis del economismo y del oportunismo político”, haciendo hincapié en el “programa mínimo”, “sin apetencia de poder, para evitar ‘contaminaciones’”. Lallemant, con sus errores, empujó otro camino.