En la actualidad América Central es un foco de tormenta revolucionaria. La lucha heroica de la guerrilla salvadoreña contra el gobierno ultrarreaccionario de ese país, y la resistencia de los pueblos nicaragüense y panameño contra la intromisión y la ocupación desvergonzadas del imperialismo yanqui, encuentran apoyo solidario en todo el mundo.
Terceros países, en especial ambas superpotencias, se entremeten abiertamente en Centroamérica para utilizar la lucha democrática y antiimperialista de esos pueblos como un peón en un tablero ajeno, por lo que la situación en toda el área es compleja igual que en otros focos de tormenta.
También se mantiene el combate revolucionario armado en Camboya (en donde los invasores vietnamitas han sufrido una dura derrota); en Afganistán (contra el gobierno títere de los soviéticos); en Etiopía y en África del Sur. El levantamiento, el Intifada del pueblo palestino, es apoyado por el proletariado y los pueblos revolucionarios de todo el mundo. Se mantiene la lucha armada liberadora del pueblo filipino, encabezada por su partido marxista-leninista. No ha podido ser aplastado el movimiento independentista del pueblo iraní, y los agresores yanquis se han roto los dientes hasta ahora, fracasando una y otra vez en sus intentos de derribar el gobierno de Kadafi.
Se acumula material inflamable en toda América del Sur. Así lo demuestran las recientes elecciones brasileñas, en las que la izquierda recogió cerca del 50% de los votos; crecen las luchas del pueblo paraguayo, especialmente las luchas obreras, y las del campesinado por la tierra. Se acumulan elementos revolucionarios en Colombia y Venezuela y especialmente en Perú; y ha sido desplazada la dictadura pinochetista en Chile, en donde crecen los
factores favorables a un auge del movimiento democrático. El triunfo del Frente Amplio en las recientes elecciones en Montevideo, pese a la hegemonía que los revisionistas prosoviéticos tienen en ese frente, es parte del mismo proceso.
Las nacionalidades oprimidas por el socialimperialismo han iniciado un combate liberador que no podrá ser aplastado definitivamente por los nuevos zares y que conmocionará, sin dudas, el fin de este siglo y los inicios del próximo.
En el Este europeo la lucha nacional y democrática de los pueblos polaco, húngaro, checoslovaco, y alemán aporta para socavar y disgregar el imperio soviético, y ha permitido a esos pueblos conquistar cierta autonomía nacional e importantes libertades democráticas. Esta lucha está actualmente hegemonizada por tendencias no proletarias pero contiene gérmenes revolucionarios importantes, por el rol que juega en ellas el proletariado, organizado crecientemente en forma independiente de los sindicatos ofíciales, a través de comités de huelga y de lucha, autónomos, electos por las bases del movimiento obrero y revocables por éstas en cualquier momento, y porque en el auge del movimiento han aparecido fuerzas marxistas revolucionarias que se niegan a aceptar que esa lucha sirva sólo para cambiar una forma de explotación capitalista por otra.
En las propias superpotencias se destaca el combate de la clase obrera, tanto en la URSS como en los EE.UU., que busca, desde abajo, la forma de organizarse con independencia de las direcciones sindicales ofíciales. Han tenido gran repercusión las huelgas de los mineros y ferroviarios soviéticos y la de los mineros yanquis. En los EE.UU. ha habido grandes movilizaciones de los “sin techo”, y del movimiento de mujeres y revolucionario contra la prohibición del aborto.
Albania, Rumania, Yugoslavia y Corea del Norte, países en los que se ha eliminado en mayor o menor medida la propiedad privada de los medios de producción, han resistido, durante años, las presiones y chantajes del imperialismo en general y del imperialismo soviético en particular para que acepten las órdenes de su batuta, sin poder ser doblegados hasta ahora. Su resistencia aporta al combate antiimperialista de los pueblos. Luego de los acuerdos de Malta la resistencia rumana fue abatida por el golpe de Estado realizado por fuerzas subordinadas a la URSS, que se montaron en el creciente descontento y movilización del pueblo contra el gobierno de Ceaucescu y en la represión realizada particularmente en la ciudad de Timisoara.
En los últimos meses ha salido a luz la resistencia del gobierno cubano a seguir las indicaciones del bastón de mando de Gorbachov. La URSS ha contestado con sanciones económicas que ponen en serio riesgo a la economía cubana y amenazan con el hambre a su pueblo, que sigue sufriendo, por otra parte, el cerco económico y militar de los yanquis.
La resistencia cubana a la voz de mando de Moscú, expresa, objetivamente, en cierto grado y medida, la resistencia de un país oprimido a la opresión de una superpotencia y contribuye a la lucha mundial contra las dos superpotencias. Fidel Castro resiste a la perestroika gorbachoviana desde posiciones que empalman con las que sostuvieron Brehznev, en la URSS, y Honneker, en la República Democrática Alemana. No es la primera vez que Castro forcejea con los jefes soviéticos. Pero siempre lo hizo –igual que ahora– apoyándose en un sector del gobierno soviético contra otro. Nunca enfrentó desde una posición independiente al socialimperialismo. Por lo que su resistencia no es garantía de una política de independencia nacional para el pueblo cubano.