El presidente venezolano Hugo Chávez rompió relaciones diplomáticas con Colombia el jueves 22, después de que ese país presentara ante la Organización de Estados Americanos (OEA) supuestos “documentos” para demostrar la presencia de unos 1.500 guerrilleros colombianos en 87 campamentos en Venezuela, cerca de la frontera con Colombia.
El proyanqui y narcoterrorista Alvaro Uribe –que el 7 de agosto trasmitirá el gobierno a su sucesor Juan Manuel Santos– como parte de los servicios que está dispuesto a brindar a los estrategas de Washington y de su política entreguista y genocida contra la propia nación y el pueblo colombianos, agitando el espantajo de la “lucha antiterrorista” montó una gran puesta en escena que crea el clima para una potencial intervención del imperialismo yanqui en una región ya saturada de bases militares norteamericanas.
El sábado 24, Chávez citó informes secretos provenientes de EEUU según los cuales la agresión a Venezuela ya estaría en marcha “desde el frente occidental”.
Los datos e imágenes aportados por el canciller colombiano en la OEA recuerdan inevitablemente las “pruebas” presentadas por el gobierno del carnicero Bush para justificar la infame invasión colonialista de 2003 a Irak, que aún perdura. También recuerda la planificada invasión y bombardeo colombiano de hace un par de años a Ecuador, con la participación de los servicios de inteligencia yanquis.
Chávez advirtió que Uribe, dispuesto a todo para servir a sus mandantes, podría “ordenar montar un campamento simulado [en territorio venezolano] para atacarlo, bombardearlo y acusar a Venezuela”.
Hombre ideal
Uribe, encarnación de los sectores de la oligarquía colombiana asociados al imperialismo norteamericano, está obsesionado por capturar al jefe de las FARC Alfonso Cano, para quedar en la historia como el hombre que derrotó a la guerrilla. Para eso organizó grupos paramilitares que sembraron toda Colombia de masacres, y llevó al país al borde de una guerra con los gobiernos nacionalistas de Venezuela y Ecuador.
Ahora se va de la presidencia de Colombia denunciado por el espionaje que el DAS (servicio secreto), dependiente del presidente, realizaba a jueces, periodistas y dirigentes opositores, y por sus vínculos con las matanzas perpetradas por paramilitares en el departamento de Antioquia.
Es, por todo eso, el hombre ideal para los mandados de Washington, llevando a cabo las provocaciones con que los yanquis de la era Obama siguen avanzando en la militarización de América Latina: bases aéreas y terrestres propias y prestadas, reactivación de la IV Flota, siembra de recelos y divisiones en la Unasur, etc.
Los marines yanquis ya tienen permitida su instalación en siete bases militares en Colombia (precisamente por esto Chávez había congelado las relaciones diplomáticas con Bogotá), y en otras 11 en Costa Rica (donde hace apenas un par de semanas arribaron 46 buques de guerra y 13 mil soldados). Siempre en nombre de la pretendida “guerra anti-terrorista”, Uribe otorgó inmunidad total a los soldados norteamericanos, que están eximidos de responder por los crímenes por los que son acusados, entre ellos violaciones y tráfico de drogas.
Ahora, según planteó Chávez, la supuesta presencia de guerrilleros colombianos en territorio venezolano podría ser el pretexto para “desestabilizar” al gobierno chavista e incluso para una incursión de Washington en Venezuela, directa o disfrazada con militares colombianos.
Alerta latinoamericano
El conflicto armado en Colombia lleva ya 60 años, y tiene profundas raíces sociales. Las FARC y otros grupos guerrilleros nacieron en los años ’50, después de una larga serie de matanzas –como la de miles de obreros bananeros en Magdalena en 1928, la del candidato reformista Jorge Eliécer Gaitán en 1948, y la de cientos de candidatos de izquierda legales en los ’60– promovidas por la misma oligarquía colombiana apañada desde Washington que hoy califica como “terroristas” a los movimientos armados.
Estos son “detalles” que fingen olvidar los analistas académicos y periodísticos que cacarean sobre el “terrorismo” de las FARC, y sobre el supuesto “belicismo” de Chávez que movilizó tropas en resguardo de sus fronteras y de la soberanía venezolana.
Una potencial guerra entre Colombia y Venezuela sería una tragedia para las naciones y pueblos latinoamericanos y sólo serviría para facilitar la penetración imperialista, tanto de los yanquis como de sus competidores.
Conscientes de la contraofensiva yanqui en curso, los gobiernos “reformistas sin reformas” de la región hacen prodigios de “equilibrio”. El uruguayo Mujica, que asistirá a la investidura presidencial de Santos en Bogotá, aspira a hacer de puente entre Colombia y Venezuela para que “acerquen posiciones”. El brasileño Lula dijo que Brasil contribuiría para superar “las diferencias” entre Colombia y Venezuela. El argentino Néstor Kirchner, presidente de Unasur, aprovechará su viaje a la asunción de Santos el 7 de agosto para entrevistarse con Chávez en Caracas el 5 y con Uribe y su sucesor Santos en Bogotá el 6. En su momento todos ellos denunciaron a Uribe por su rastrerismo proyanqui en la cuestión de las bases; pero ahora ninguno las recordó.
Fue Chávez quien advirtió sobre los peligrosos planes guerreristas de Washington, pero también sobre los vientos antiimperialistas y revolucionarios que eso desataría en toda América Latina. “¡Cuidado si un ataque a Venezuela se convierte en un boomerang contra el imperio y la oligarquía colombiana! ¡Que lo piensen muy bien!”, dijo en la clausura de un encuentro sindical latinoamericano. “¡Cuidado si al gobierno de Uribe, cumpliendo instrucciones del imperio yanqui, se le ocurre invadir, agredir o bombardear a Venezuela como hizo con Ecuador, o algo más grave!”.
Y subrayó que los yanquis hoy mantienen soldados y equipos en todo el mundo, amenazando con una guerra en el Oriente Medio –que podría ser atómica– en su intento por bloquear el desarrollo pacífico de países como Irán y Palestina. “No hay duda que América Latina, esta región del norte de Suramérica, es el espacio más caliente, más tenso que el imperio escogió para preparar las condiciones para que se desate un conflicto armado en función de sus intereses”.