En los últimos días de enero Alia Mossallam, estudiante egipcio de doctorado en la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres, estaba en Alejandría (ciudad del norte de Egipto sobre el mar Mediterráneo). En su relato en el sitio Almasryalyoum está basada la siguiente descripción sobre el papel de los comités populares en el movimiento que derrocó al dictador Mubarak en febrero y en su desarrollo posterior.
En los últimos días de enero Alia Mossallam, estudiante egipcio de doctorado en la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres, estaba en Alejandría (ciudad del norte de Egipto sobre el mar Mediterráneo). En su relato en el sitio Almasryalyoum está basada la siguiente descripción sobre el papel de los comités populares en el movimiento que derrocó al dictador Mubarak en febrero y en su desarrollo posterior.
El 28 de enero en Alejandría casi todas las comisarías de la ciudad estaban en llamas y los camiones de la seguridad del Estado volteados e incendiados. Todos los policías del Ministerio del Interior habían desaparecido. La atmósfera desbordaba de sensación de triunfo, pero también de temor.
Al anochecer la rambla se llenó de jóvenes que llevaban en el hombro un distintivo: “Lagna Shaabeyya” (comité popular). Sus responsabilidades de esa noche eran proteger de los saqueadores la famosa biblioteca de Alejandría y otras instituciones públicas. Algunos vigilaban las comisarías.
Por la mañana, un volante llamaba a los alejandrinos a formar comités para proteger la revolución y apoyar los reclamos del levantamiento popular. Al terminar el día los comités populares tenían “sucursales” en todos los barrios, una unidad central cerca de la mezquita Ibrahim Qa’ed y una lista de números de teléfono. Algunos miembros del ejército participaban orientando a quienes se acercaban a sus tanques con preguntas o quejas.
Estos comités populares autoorganizados se desarrollaron casi al instante en la mayoría de las ciudades de Egipto. Algunos crearon subcomités responsables del apoyo económico, ayuda médica y seguridad pública.
Cumpliendo esas funciones le demostraron al pueblo que el fin del gobierno no significa el fin del mundo. A medida que pasaron las semanas, y las necesidades de la gente pasaron de la seguridad a la política, los comités impulsaron campañas para discutir el referéndum de marzo sobre la Constitución. Algunos fiscalizaron las urnas para evitar el fraude, tan difundido bajo el régimen de Mubarak.
En Boulac, un distrito obrero de El Cairo, los comités populares vigilaron el regreso de la policía a las comisarías; incluso convocaron una sentada multitudinaria ante una de ellas hasta obtener la disculpa de un oficial que había acosado a una mujer en el mercado. En Hadayeq El Qubba, un comité impulsó una campaña de discusión para ayudar a la gente a entender la diferencia entre los distintos enfoques -liberal, socialista, islamista- sobre temas económicos, ya que la gente estaba “cansada de ser influenciada por tal o cual personaje sin saber lo que significa para el pueblo”. En otras comunidades se lanzó una campaña con la consigna “La vigilancia impide la corrupción”, para controlar a los candidatos parlamentarios.
Espontaneidad, conciencia, organización
El movimiento de febrero se continúa hoy en el trabajo de estos comités. La política ya no está “allá afuera”, en una esfera alejada, sino aquí, “en casa”. “La revolución no es en la plaza Tahrir”, dice en el poblado de Imbaba el padre de un joven asesinado durante el levantamiento. “¿Cuántas personas murieron en la plaza Tahrir en comparación con todos nuestros barrios? La revolución es aquí [en Imbaba] y tenemos que seguir luchando por ella”. Esa es la idea que impregna a los comités populares de Imbaba, Kerdasa, Matareyya, Dar El Salam y otras áreas. Saben, por ejemplo, que la revolución es frágil si los responsables del asesinato de sus seres queridos no son juzgados.
Allí están las bases de un potencial gobierno popular. Surgidos espontáneamente y en forma prácticamente simultánea, albergan también elementos de conciencia y de protagonismo popular muy profundos. No sólo encarnan las revindicaciones inmediatas de cada barrio, sino una verdadera re- presentación política, la responsabilidad ante las bases y las funciones de un gobierno local.