Antonia era una compañera de Villa Los Álamos, Ezpeleta. La conocimos un día, hace más de diez años, en una recorrida que realizaron las compañeras agentes de salud del barrio.
Antonia era una compañera de Villa Los Álamos, Ezpeleta. La conocimos un día, hace más de diez años, en una recorrida que realizaron las compañeras agentes de salud del barrio.
Vivía humildemente junto a su marido y sus 14 hijos. Uno de ellos, Eduardo, se hallaba postrado desde nacimiento, estaba casi todo día en un pequeño colchón en el piso. Allí lo cuidaban con lo poco que tenían.
Anto, como le decíamos, fue visitada una y otra vez por todos los políticos en momentos de campaña electoral. Le llevaban un poco de mercadería, posaban con ella y su pobreza y luego se iban, al igual que sus promesas. Ninguno cumplió jamás.
Las compañeras de la Corriente de Ezpeleta, Mabel y Mary, le ofrecieron sumarse a la lucha, por mejores condiciones de vida, no sólo para ella y su familia, sino para el pueblo.
Al poco tiempo, Anto tomó en sus manos a su querida CCC y al Partido Comunista Revolucionario, del que ella estaba orgullosa, “este es mi Partido” decía.
A pesar de vivir tiempos difíciles en su barrio, ofrecía su casa para trabajar con las vecinas, en campañas de salud, en recreaciones.
Viajaba a los Encuentros con sus hijas, disfrutaba de los talleres. Aprendía y enseñaba mucho. Los últimos años participaba en el de Adicciones, preocupada por los pibes de su barrio, que veía caer en el paco.
Muchas de nosotras nunca olvidaremos la primera vez que fue a un Encuentro, sus ojos grandes, su felicidad. En el almuerzo final, con más de doscientas compañeras se animó y brindó por la alegría y la dignidad que le había devuelto la lucha: su hijo Eduardo había fallecido y “pudo hacerlo en una cama y no en el suelo”, dijo. Había comprendido que era su derecho. Ella siempre decía: “yo no sé hablar” y a los pocos segundos no había quién no se conmoviera con la profundidad de sus palabras.
En su casa funcionaba la “Copa de Leche Eduardo” de la CCC, donde tomaban la merienda los chicos y chicas de Los Álamos, el barrio donde vivió casi toda su vida.
Querida compañera Antonia, en cada lucha vas a estar con nosotras. ¡Daremos la pelea por que sus hijas e hijos sigan este camino, el mismo que elegiste vos!
¡Hasta la victoria siempre!