Durante algunos días al año, los 10.000 habitantes de Davos, en Suiza, reciben a 3.000 potentados y sus séquitos. Comienza la reunión del Foro Económico Mundial.
Presidentes, primeros ministros, príncipes entreverados con los dueños de las grandes fortunas de la tierra. Por sus salones se pasea la flor y nata del PB global.
Durante algunos días al año, los 10.000 habitantes de Davos, en Suiza, reciben a 3.000 potentados y sus séquitos. Comienza la reunión del Foro Económico Mundial.
Presidentes, primeros ministros, príncipes entreverados con los dueños de las grandes fortunas de la tierra. Por sus salones se pasea la flor y nata del PB global.
El Foro es el ritual al que se someten líderes políticos y capitostes de las finanzas, el petróleo, la industria, los servicios. Rodeando a los actores, los extras. Entre estos, Macri. Con irrelevante orgullo recita sus líneas y se retira de escena.
El lema de Davos 2018
“Actuando juntos en un mundo fracturado”: como no hay forma de disimularla, admiten entonces la fractura. Hablan del “crecimiento de la competencia geoestratégica entre los Estados”. Eufemismo para referirse a las disputas interimperialistas sumado a la resistencia de las naciones oprimidas a los atropellos de las potencias.
Señalan además “las divisiones dentro de los países”. Que conllevan “la pérdida de la confianza en las instituciones, dañando la relación entre el mundo de los negocios y la sociedad”. Como si ese no fuera un producto de la lucha de clases en el propio capitalismo, básicamente entre explotadores y explotados, entre opresores y oprimidos.
El Foro abunda en exhortaciones hacia “las obligaciones compartidas, tales como el desarrollo sostenible, el crecimiento inclusivo y la gestión de la Cuarta Revolución Industrial” (alude a la robótica, a la que le asigna un irreprimible desarrollo. Y como tal un conflicto social inevitable. No se trata de una amenaza para las calendas sino de un proceso que ya ha comenzado). Si despejamos el lenguaje alambicado se percibe alta preocupación por la situación. Tal como está hoy. Y como pinta hacia adelante.
Choque de trenes
Europa contempla azorada la etapa Trump. La brutal simpleza del “América primero” socava compromisos de larga data con imperialismos “amigos” (palabra extraña en el brutal mundo de los intereses imperiales). Y alienta la ofensiva de China y Rusia. Cada una por su cuenta. De vez en cuando coaligadas.
Trump tiene pocos logros para exhibir. Las fábricas de armamentos chochas. No mucho más. Según el FMI, los Estados Unidos crecerán durante 2018 en un 2,8%. Un 1% por debajo del promedio global. Y pronostican para el año próximo una expansión aún menor. El balance geoestratégico es paupérrimo. Retroceso en Siria. Conflicto con su otrora aliada Turquía. Aislamiento por sus jugadas hacia Irán e Israel. Corea del Sur se corta sola y reinicia el diálogo con el Norte. Demasiadas pálidas para un primer año de gobierno.
Mientras tanto China despliega su ambiciosa Nueva Ruta de la Seda. Grandes y medianos proyectos para entrelazar Asia y Europa. De concretarlos exitosamente los expansionistas chinos se consolidarían como potencia bioceánica, con su presencia natural en el Pacífico y salidas al Atlántico a través de sus posiciones en África y llegada a puertos en el Mediterráneo, el Báltico y el mar del Norte.
En un mundo inelástico todos los imperialismos disputan entre si hasta el último rincón del planeta. La desaprensión en sus movimientos nos pone a todos en altísimo peligro.
Peras al olmo
En Davos no faltaron los llamados a humanizar el capitalismo. Convocan al “crecimiento con inclusión” o “la redistribución de la riqueza”. Una cantinela poco original. Todo lo contrario de la que realmente sucede.
De vez en cuando, la lucha arranca mejoras en nuestras condiciones de vida. Pero la tendencia general es al agravamiento de las injusticias y al ensanchamiento de la brecha entre los de arriba y las grandes mayorías. El 1% de los poderosos del mundo acumula el 86% de la riqueza global. Ingenua la pretensión de sensibilizar a estos “triunfadores”.
No son excesos. El salvajismo y la irracionalidad no constituyen excrecencia. Son rasgos intrínsecos al capitalismo. Centuplicados en su actual fase imperialista.
El tour europeo de Macri
Mauricio Macri salió de gira de negocios. ¿Qué vende? Un buen producto: la Argentina. ¿Qué compra? Negocios para los propios, baratijas varias y, sobre todo, deuda.
Nutrió su comitiva con algún gobernador “opositor”, varios ministros y funcionarios. Comenzó por Moscú, finalizó en París. En el medio Davos. ¿Cómo le fue? Algunas cartas de intención. Proyectos a estudiar. Promesas de inversión. A las perdidas, algo contante y sonante.
En Davos, Macri representó su rol de presidente del G20. Una ocasión para desgranar frases hechas. Falacias: “el país tiene un ritmo sostenible de crecimiento que es inclusivo”. Y cual rogativa: “La Argentina está haciendo sus deberes. Recíbanos entonces en su seno”. De los verdaderos problemas, poco y nada.
Ya en París a apurar el acuerdo Mercosur-Unión Europea. Un fiasco, pese a las concesiones que Macri y Temer han puesto sobre la mesa.
Dos escenarios diferentes
El Foro Económico Mundial, con toda su trascendencia, representa un día de campo si se lo compara con la Cumbre del Grupo de los 20. Ni Putin ni Xi dieron el presente en Davos 2018 y no pasó nada. El G20 es otra cosa. Y los faltazos son excepcionales.
En el G20 se sientan a la mesa todas las potencias imperialistas (las principales y las secundarias), un puñado de países dependientes (como el nuestro), y los más importantes organismos imperialistas (ONU, FMI, Banco Mundial). Pavada de asimetrías. Según dicen “es el principal foro internacional para la cooperación económica, financiera y política: aborda los grandes desafíos globales y busca generar políticas públicas que los resuelvan”. Imaginemos entonces con cuánta expectativa será esperada la opinión de Macri… Por supuesto, bastante poca.
La próxima Cumbre del G20 es en noviembre en Buenos Aires. Una oportunidad para saborear en vivo y directo la nueva edición del reality show “¡Ese país es mío!”
Blindarán la reunión. Nos querrán distraídos o lejos. ¿Alguien supone que lo lograrán?