También la URSS tropieza con grandes problemas que la han debilitado y la empujaron a buscar acuerdos para aliviar, transitoriamente, las tensiones con la otra superpotencia. Trata así de ganar tiempo para enfrentar, en mejores condiciones, la lucha con los EE.UU. por la supremacía mundial.
También la URSS tropieza con grandes problemas que la han debilitado y la empujaron a buscar acuerdos para aliviar, transitoriamente, las tensiones con la otra superpotencia. Trata así de ganar tiempo para enfrentar, en mejores condiciones, la lucha con los EE.UU. por la supremacía mundial.
Ante la firme decisión de su rival, el imperialismo yanqui, de frenar el expansionismo soviético aún a riesgo de la guerra, la URSS, a comienzos de la década del 80, debió moderar su expansionismo agresivo y cuidar sus pasos. Simultáneamente la lucha de los pueblos empantanaba a sus tropas y a sus mercenarios en Afganistán, Camboya, Etiopía y Angola; y sus maniobras expansionistas eran denunciadas y desenmascaradas, una a una, por los pueblos. Estos fueron calando la esencia de su política, socialista de palabra, imperialista en los hechos.
En el 27 º Congreso del Partido Comunista de la URSS, Gorbachov calificó la situación de ese país como “crucial” y en su libro Perestroika (Emecé, Bs. As., 1987, pág. 23) afirmó que su país “estaba al borde de la crisis”
Se está produciendo una conmoción en una de las dos superpotencias, la más agresiva, y en los países sometidos a su dominio, y hay inestabilidad política y crisis económica.
Hace 32 años que en la URSS se liquidó la dictadura del proletariado y se restauró el capitalismo. Desde entonces a hoy el capitalismo soviético ha recorrido un largo camino. La propia prensa oficial soviética reconoce que en la URSS hay 100.000 millonarios. La URSS se convirtió en una potencia socialimperialista. Es una de las dos superpotencias que disputan la hegemonía mundial.
Después de más de 30 años de restauración capitalista ha llegado el momento en el que la URSS se asuma como lo que realmente es: una potencia capitalista y deje de aparentar que es socialista. Al menos en el sentido que los marxistas-leninistas damos a esta palabra. Hace décadas que la URSS dejó de serlo y el no reconocerlo le origina graves problemas. La clase dominante soviética necesita, por ejemplo, como capitalista que es, legalizar la existencia de un Ejército industrial de reserva para poder, de esta manera, intensificar la superexplotación de la clase obrera y arrancarle las conquistas revolucionarias que aún conserva. Hace ya mucho tiempo que la economía soviética no se rige realmente por el plan económico sino por la ley del valor. La economía soviética llegó a una encrucijada en la que no puede desarrollarse (en el sentido capitalista) sin permitir la acumulación pública y legal de capital privado, al menos en cierto grado.
Desde hace años la economía soviética está estancada. Su producción agrícola no crece. El nivel tecnológico de su industria es malo. Gorbachov ha debido reconocer la existencia de una inflación persistente. El déficit fiscal (que no existió en la URSS hasta fines de la década del 60) asciende al 13% del Producto Bruto y se paga emitiendo moneda. 43 millones de soviéticos viven por debajo del límite de pobreza. Existe un gran sector de la economía en “negro”. El capital en “negro”, en manos de personas individuales llega a 240.000 millones de rublos, según Novedades de Moscú. Hay un fuerte desabastecimiento de productos esenciales y cae la producción. Los enormes gastos que le exige la carrera armamentista (alrededor de un 15% por lo menos del Producto Bruto Nacional) le impiden acumular fondos para la necesaria reconversión industrial y la modernización de la agricultura, lo que, a su vez, impide a la URSS competir con los otros países imperialistas en el Tercer Mundo y le origina grandes contradicciones con los países sometidos a su dominación. La situación se agravó por la caída de los precios de venta del petróleo, por ser la URSS el primer productor mundial de ese combustible.
Hubo una cierta mejoría económica en los dos primeros años de gobierno de Gorbachov, pero en 1988 y 1989 se agravó la situación, incluso a niveles peores que en 1982-1984.
La derrota militar del Ejército soviético en Afganistán demostró que ese Ejército puede ser vencido si los pueblos se atreven a enfrentarlo. Esa derrota repercutió seriamente en la moral de sus fuerzas armadas y en la opinión pública soviética y de los países sometidos a su dominación.
En oleadas sucesivas crece la lucha de la clase obrera soviética, uno de los destacamentos del proletariado mundial que atesora mayores experiencias de lucha revolucionaria. Los propios soviéticos debieron admitir que en 9 meses de 1989 las huelgas sumaron 7 millones de horas de trabajo.
Cientos de miles de obreros han electo democráticamente, en asambleas, sus comités de lucha y surgen embriones de sindicatos independientes.
Ha comenzado –y es imparable– la rebelión de las nacionalidades oprimidas por el imperio ruso: armenios, azerbaijanos, kazajos, uzbecos, moldavos, georgianos, lituanos, estonianos, letones y ucranianos enfrentan a las tropas represoras de los nuevos zares.
Todo esto ha repercutido en las naciones de Europa Oriental oprimidas por la URSS, las que, siguiendo distintos caminos, buscan liberarse de la opresión soviética. En estos países se fueron incubando contradicciones que, en un proceso, llevaron a la lucha incesante contra el control soviético. Incluso ocupada militarmente Checoslovaquia, su pueblo siguió la lucha. Así pasó también en Polonia, Hungría, y en la República Democrática Alemana.
Con este trasfondo se agudizó la lucha de las diferentes camarillas en la clase dominante soviética. Se ha generado en la URSS una situación explosiva, caótica, en la que, todavía, no se sabe con certeza, como afirmó un comentarista del diario francés Le Monde en abril de este año, en “qué manos caerá el poder”. Se han entrelazado los problemas sociales, económicos, democráticos y de nacionalidades.
Todo esto ha obligado a Gorbachov a impulsar un proceso de reformas desde el poder, buscando modernizar la economía soviética para que pueda enfrentar la nueva fase de la carrera armamentista con los EE.UU.
También la URSS, necesitada de ganar tiempo para ganar la carrera armamentista, ha debido optar, por ahora, por un período de distensión en la disputa mundial con su rival imperialista.