Este 8 de marzo, una vez más estamos en las calles las mujeres que venimos luchando contra la doble opresión que ejerce sobre nosotras esta sociedad divida en clases.
En las fábricas enfrentamos las dificultades que nos imponen con los adelantos tecnológicos, que deberían significar un alivio en nuestras vidas, pero que en nuestra cotidianeidad se traducen en superexplotación, enfermedades laborales (como hernia de disco, tendinitis, etc.), y como consecuencia, suspensión y hasta despido.
Este 8 de marzo, una vez más estamos en las calles las mujeres que venimos luchando contra la doble opresión que ejerce sobre nosotras esta sociedad divida en clases.
En las fábricas enfrentamos las dificultades que nos imponen con los adelantos tecnológicos, que deberían significar un alivio en nuestras vidas, pero que en nuestra cotidianeidad se traducen en superexplotación, enfermedades laborales (como hernia de disco, tendinitis, etc.), y como consecuencia, suspensión y hasta despido.
En las escuelas, además de las cuatro horas frente al aula de las que habla la presidenta Cristina Kirchner (las que no tenemos dos cargos), somos las que sostenemos, las que ponemos el cuerpo hasta quedamos sin voz frente a los alumnos, las que escurrimos nuestros bolsillos las monedas para reponer la tiza, fotocopias, o estiramos la comida en el comedor para que alcance para todos porque la partida de presupuesto no alcanza. Somos las que además, nos llevamos tareas y los dramas de nuestros alumnos al hogar.
Somos las que en las empresas privadas, en el campo científico, la investigación, etc., enfrentamos la desigualdad salarial que reafirma nuestra histórica reivindicación de “igual salario por igual trabajo”, y además enfrentamos el acoso y la discriminación por ser mujeres.
Somos las amas de casa y desocupadas que salimos y marchamos para denunciar el hambre en nuestros hogares, la inflación y los tarifazos; y por eso salimos a luchar por la quita del IVA de los alimentos, aumento de la asignación por hijo, nacionalización del Plan Argentina Trabaja.
Somos las que además afrontamos el cuidado de los hijos, por lo tanto cumplimos doble jornada: en la producción y en el hogar.
Los gobiernos hambreadores fomentan la violencia hacia las mujeres
Cuando en la sociedad se subestima a las mujeres, irremediablemente se las considera un objeto: por un lado se las “adula” con palabras bonitas pero también se las castiga con golpes, y hasta se las quema o se las mata, y luego los medios de comunicación crean el término “crimen pasional”, expresión que niega y oculta la situación de sometimiento y sojuzgamiento en la que viven las mujeres en esta sociedad divida en clases. El caso de Wanda Tadei fue el que sacó a la luz cómo mueren quemadas en manos de sus parejas, muchas mujeres en nuestro país, y la Justicia todavía no toma en sus manos agregar la figura del femicidio en el Código Penal.
Estos gobiernos hambreadores además no dejan que decidamos sobre nuestros cuerpos, por eso ningún gobierno ha reconocido hasta hoy nuestro derecho al aborto, legal, seguro y gratuito.
La ley de jardines maternales zonales N° 20.582 que daría una respuesta eficaz a nuestras necesidades es otro de los grandes temas postergados por este gobierno. Esa ley nacional sancionada en 1973, hasta hoy nunca fue reglamentada ni vuelta a presentar por ningún gobierno. Y es tarea urgente también de las mujeres ganar este derecho para tener libertad para trabajar, para estudiar, para recrearnos.
A pesar de los avances de la sociedad, quieren convertirnos en “incubadoras” pero las mujeres hemos decidido no serlo. En el año 2002 conquistamos la Ley Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable (ley 25.673) que obliga a los servicios públicos de salud a garantizar la entrega gratuita de todos los métodos anticonceptivos (preservativos, DIU, píldoras, inyectables), incluyendo la prevención de infecciones de transmisión sexual, VIH/SIDA y cáncer génito-mamario, y a coordinar la información y educación sexual entre el Ministerio de Salud y de Educación. Hemos conquistado la ley que autoriza la ligadura de trompas y la vasectomía en forma gratuita en hospitales públicos de todo el país y obras sociales para mujeres y hombres que decidan ese método. El Código Penal en su artículo 86 hace no punibles los abortos producto de una violación, en casos especiales.
A pesar de todas esas conquistas, siguen muriendo cientos de mujeres pobres al año por abortos clandestinos, y se incrementan los embarazos adolescentes. El gobierno de Cristina Kirchner es el primero en incumplir estas leyes debido a los recortes presupuestarios en salud, mientras que la Justicia –en connivencia con sectores de derecha de la iglesia- impiden abortos legales como el caso de la niña de 11 años de Entre Ríos, donde el juez violó lo que ordena el artículo 86 del Código penal, obligándola a llevar adelante un embarazo producto de una violación.
El gobierno de Cristina Fernández, con la colaboración de sus diputados, frenó el avance del Proyecto que presentamos desde la Campaña por el Derecho al Aborto, por “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”, avalado con la firma de 51 diputados, para impedir los abortos clandestinos. Las mujeres debemos volver a presentar ese proyecto en el parlamento una y otra vez hasta ganar esta lucha.
En la misma dirección este gobierno aborda la problemática de la trata de mujeres y niñas para la prostitución: se habla pero no se toman medidas concretas. Es el gran negocio que tiene “legalidad”. Se eliminó el rubro 59 en los diarios pero las columnas y teléfonos públicos de las calles están repletos de diminutos volantes ofreciendo sexo, con teléfono y dirección. Ni el gobierno nacional, ni Macri en la ciudad de Buenos Aires, ni los gobernadores en las provincias hacen nada para impedir y castigar esa propaganda infame. El juicio por el caso de Marita Verón, que fue públicamente conocido por los medios, es una muestra de cómo se teje desde el poder la red mafiosa del negocio de la prostitución y el tráfico de mujeres y niñas, que involucra a policías, funcionarios políticos, narcotraficantes y jueces.
En las calles y organizadas ganamos lo conquistado
Pero a pesar de todos los obstáculos que nos imponen los gobiernos y sectores reaccionarios, estamos a la cabeza y somos verdaderas protagonistas de las principales luchas obreras y del campo, y de luchas que conmovieron al país como la de Terrabusi y la rebelión agraria. Jugamos un papel muy importante en la Corriente Clasista y Combativa, en desocupados y en el Movimiento Independiente de Jubilados y Pensionados. Participamos en el Movimiento de Mujeres en Lucha y somos parte activa en la Federación nacional Campesina, en los encuentros nacionales de mujeres y los de pueblos originarios.
Salimos a denunciar y luchamos por mejores condiciones de vida para miles de familias que hoy sobreviven con planes de menos de 300 pesos, la nacionalización del plan Argentina Trabaja, por el 82% móvil para los jubilados y jubiladas, por tierras para trabajar y para vivir, tanto en el campo como en las ciudades.
Somos parte de los trabajadores que se desloman por mantener el sistema de salud y educación públicas, verdadero orgullo nacional que hoy agoniza; y por eso salimos a defenderlo y a luchar por aumentos de presupuesto que garanticen salud y educación de millones.
Somos miles las que defendemos nuestra tierra, cerros, montañas y agua contra el avance megaminero saqueante y contaminante, para que nuestros hijos, nietos y futuras generaciones puedan crecer en su tierra y no sean expulsados por la contaminación ambiental.
Sabemos y lo gritamos en la calle: la miseria se instala cada vez más en nuestros hogares, mientras son pocos los que se llenan los bolsillos con las riquezas de nuestro país, se paga la deuda externa usuraria e ilegítima, y el gobierno de Cristina Kirchner nos hace pagar la crisis con ajustes, topes salariales, aumento en las tarifas de servicio y transporte, mientras los diputados se aumentan el 100%.
Porque las mujeres somos siempre la variable de ajuste, la experiencia de luchas nos demuestra que es organizándonos y uniéndonos ante cada reclamo en las calles cómo arrancar nuestras conquistas postergadas, mantendremos y haremos posible las que hemos conseguido y frenaremos los ajustes hambreadotes contra nuestro pueblo.
Hoy, nos movilizamos un nuevo 8 de marzo, para que se escuche fuerte nuestra voz para terminar con estas políticas antipopulares, avanzando en el camino por la revolución de liberación nacional y social, necesaria para terminar con nuestra opresión y la del pueblo en su conjunto. Las mujeres fuimos protagonistas de revoluciones que lograron cambios profundos en la vida de pueblos enteros, y debemos serlo en la Argentina.