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01 de February de 2017

Extractado del libro San Martín y la guerra de independencia en Cuyo, de Facundo Guerra.

El cruce de los Andes

A 200 años de una epopeya histórica

El paso de la Cordillera de los Andes es una proeza histórica. Algunos autores dicen que es comparable y en todo caso superior al paso de los Alpes realizado por Aníbal o por Napoleón. La cordillera de los Andes se eleva a casi 7 mil metros de altura y los pasos realizados superaban los 4 mil metros, con temperaturas que llegan a 10 grados bajo cero en verano, por caminos sumamente estrechos, que en algunos lugares no superaban los 30 o 50 centímetros, teniendo que traspasar grandes ríos de montaña, con posibilidades de tormentas de nieve, etc. Todo esto trasladando un ejército de 5.200 hombres, armamento, cañones y animales. Como reflexionaba San Martín: “Lo que no me deja dormir es, no la oposición que pueden hacerme los enemigos, sino el atravesar estos inmensos montes”.
El paso de la cordillera fue una escuela de preparación y planificación que no dejó nada al azar. Los caminos fueron previamente estudiados y bosquejados, 10 mil mulas fueron requeridas para transportar pertrechos (llegaron menos de la mitad), armamento, víveres y personal, 1.600 caballos y 600 reses para reserva de alimento. Se preparó una comida típica que era el charqui (carne seca con ajo y cebolla que se calentaba con agua caliente). “Desde un principio estuve pensando en mis soldados, los cuales debían estar bien alimentados para la gran hazaña, por tal motivo en la parte argentina hice instalar depósitos de alimentos, víveres secos y comida para el ganado, los cuales eran transportados por reces. Los alimentos eran no perecederos como bizcochos, galletas, charque mojado como también legumbres, agua. Lo imprescindible para los temporales era el agua ardiente, para la inapetencia el ajo, la cebolla y el soroche. Me vi obligado a que las dietas de los soldados las diera un doctor, las comidas eran bien vitaminadas para que se mantuvieran bien estables en la época de lucha. Los soldados eran toda mi suma responsabilidad, todo esto lo realicé con los ojos bien abiertos porque un mínimo error les costaría la vida a todos” (San Martín).
Se prepararon puentes plegables y carros angostos para transportar los cañones y la artillería. Las provisiones para los hombres se hicieron calculando un paso de 15 días, abrigos, tolderías, herrajes para los animales y hasta depósitos a lo largo del camino en caso de retirada o derrota.
Para despistar al enemigo el cruce se realizó por seis pasos. Cada cuerpo contaba con un Estado Mayor, guías, cirujanos, proveedores, comisario, enlaces o comunicadores e instrucciones específicas. Además aconsejaba formar una pequeña división en la retaguardia que al momento de la batalla “sableara” a los que intentaran huir.
El grueso del ejército cruzó por dos pasos, una columna por el camino de Los Patos (San Juan) al mando de Soler, integrada por O’Higgins y San Martín, Comandante en Jefe del Estado Mayor. La otra columna importante cruzó por Uspallata con el grueso de la artillería al mando de Las Heras. Ambas columnas partieron a mediados de enero de 1817 y se reconcentraron la primera semana de febrero en San Felipe (Chile) realizando previamente varios combates pequeños.
Cada columna estaba dividida en tres partes. Las vanguardias y grupos guerrilleros que fueron ocupando pequeños pueblos y registrando los movimientos del enemigo, el cuerpo central y la retaguardia. Fue un trabajo de ingeniería y planificación reconcentrar las dos columnas el día establecido en el lugar predeterminado, impidiendo que el enemigo las abordara por separado.
Por otra parte, se establecieron 4 divisiones ligeras al Norte y Sur con alrededor de 100 a 150 hombres cada una. Una al mando de Zelada pasó por el camino de Come-Caballo en la Rioja y ocupó Copiapó. La otra dirigida por Cabot cruzó al Norte de San Juan por el paso de Pismanta o Guana y controló la zona de Coquimbo. Por el sur una división cruzó por el paso del Portillo (actual camino del Manzano Histórico) y se unió al ejército principal y otra al mando de Freire atravesó la cordillera por el paso del Planchón (Malargüe) y se unió a las guerrillas del sur de Chile dirigidas por Rodríguez y Neyra, que llegaron a sumar 2 mil partidarios y ocuparon Talca, obligando al general español a desviar 1.000 solados que estaban dirigidos a Chacabuco.
Entre el 8 y 15 de febrero las distintas columnas ocuparon Chile, desde el Norte al Sur, levantando pueblos que se adherían a la causa revolucionaria, sumando guerrillas previamente establecidas. El ejército que tardó dos años en prepararse lograba sus primeros triunfos con una precisión extraordinaria.