En la ciudad mexicana de Guadalajara, en octubre se realizó la 16º edición de los Juegos Panamericanos, un símil de los Juegos Olímpicos, en el que sólo participan los países americanos. La actuación de la delegación argentina fue muy buena. Nuestros deportistas consiguieron 21 medallas de oro, casi el doble que en la edición anterior de los Juegos.
En la ciudad mexicana de Guadalajara, en octubre se realizó la 16º edición de los Juegos Panamericanos, un símil de los Juegos Olímpicos, en el que sólo participan los países americanos. La actuación de la delegación argentina fue muy buena. Nuestros deportistas consiguieron 21 medallas de oro, casi el doble que en la edición anterior de los Juegos.
Felicitamos a nuestros deportistas por estos logros. Pero este reverdecer del deporte argentino está lejos de resolver las necesidades de las grandes mayorías en materia deportiva, ya que se trata de un éxito de la elite de nuestro deporte.
Elite y presupuesto
Al igual que todos los gobiernos anteriores, los K centraron su línea deportiva en lo que se denomina deporte de alto rendimiento para poder luego “colgarse las medallas” conseguidas gracias al esfuerzo de los atletas y las federaciones. Pero las grandes mayorías no tienen acceso ni siquiera a estas federaciones. Y así es como los K tampoco tienen políticas deportivas activas que respondan a las necesidades de las grandes masas. Su mira (y nuestro dinero) está puesta en los deportistas de elite, a quienes destinarán buena parte del presupuesto deportivo. Para el año 2011, se presupuestó un total de $133 millones, es decir, el 1% del presupuesto del Ministerio de Desarrollo Social (del cual depende Deportes), y no llega a ser el 0,04 % del presupuesto total para el año 2011. Además, el presupuesto del Fútbol para Todos, entre derechos de televisación y gastos de producción, este año ascenderá a unos $1.700 millones. Absurdo: para el fútbol únicamente, el gobierno destina ¡casi 13 veces más dinero que para todo el resto de los deportes juntos!
Un claro ejemplo de esta línea política es el acuerdo con el millonario empresario Gerardo Werthein, elegido en 2010 presidente del Comité Olímpico Argentino (COA). Dicho acuerdo tomó forma con la sanción de una ley con la que se instrumentó la creación del Enard (Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo) cuyo objetivo textual es “gestionar y coordinar apoyos económicos para la implementación y desarrollo de las políticas de alto rendimiento”, y se trata de un organismo que “goza de autarquía administrativa y financiera”. Pero lo nefasto de todo esto es que la financiación de dicho Ente se realiza a través de la creación de un impuesto del 1% aplicado al precio que las empresas de telefonía celular facturan a todos sus clientes. Por lo tanto, el Enard se financia a costa del bolsillo de la mayoría del pueblo argentino, que casi en su totalidad queda fuera del usufructo de este dinero.
Deporte como reivindicación
Nosotros no estamos en contra del deporte de elite, pero no puede ser la única preocupación de nuestros políticos. Ni siquiera la principal, ya que la mejora deportiva de un país no se puede medir en función de cuánto brillan nuestros medalleros.
El objetivo fundamental de toda política deportiva debe ser resolver la demanda de toda la población, especialmente de los jóvenes. Compartimos lo que decía el médico santiagueño amón Carrillo (primer ministro de Salud Pública de la historia Argentina desde 1946 a 1954, y creador de los Juegos Evita), dijo: “Que el objeto del deporte es perfeccionar la salud y no formar campeones, quienes por el hecho mismo de sus condiciones excepcionales, no pueden tomarse ni como modelos ni como objetivo para el numeroso grupo de hombres y mujeres jóvenes que se dedican al desarrollo físico de su persona”. Exactamente todo lo contrario a lo declarado por el secretario de Deportes Claudio Morresi en un reportaje en Página 12: “Ojalá que vengan más medallas, porque van a servir para una gran autoestima y para que haya miles y miles de niños que se incorporen al deporte a partir de lo que produce lograr un título o una medalla”.
Por eso entendemos que los recursos deben destinarse principalmente a tres aspectos fundamentales: en primer lugar, a implementar una verdadera práctica deportiva en todas las escuelas, primarias y secundarias, y universidades, donde el deporte sea base en la educación de los estudiantes desde el primer hasta el último año. En segundo lugar, se deben destinar importantes recursos a los clubes barriales que son parte del entramado de socialización de nuestra juventud. Esos clubes hoy no cuentan ni con el dinero ni con la infraestructura necesaria para poder dar respuesta a las necesidades de todos los miembros de las comunidades a las que pertenecen. Y por último, habría que darle un gran impulso a la creación, mejora, ampliación y mantenimiento de grandes espacios públicos destinados a la recreación de toda la población. Actualmente, son pocos y están completamente descuidados, casi abandonados.
Si los gobiernos tuvieran el centro en estos tres aspectos, no sólo mejoraría notablemente la calidad de vida y la salud de toda la población, sino que este gran escenario, donde la práctica deportiva esté integrada a la vida cotidiana de las personas, generaría una gran base de deportistas, miles de veces más amplia que la de hoy, de la cual puedan surgir los más destacados por disciplinas y así nutrir a los deportes de elite cuantitativa y cualitativamente.
Cambiar las bases
Comprendemos cuál es el fondo de la cuestión: en la concepción burguesa, el deporte es secundario. Las clases dominantes lo han convertido en un instrumento estrechamente ligado a la estructura de atraso y dependencia de nuestro país, que casi siempre utilizan con objetivos políticos, económicos e ideológicos. De hecho, los K vienen haciendo esto mismo con los Juegos Evita todos los años. El discurso de la dupla Jacubovich – Morresi, que dirige la Secretaría de Deportes de la Nación, es que, a partir de este programa, se amplía la base de la práctica deportiva. Pero, en realidad, manipulan las cifras de manera vergonzosa para tratar de mostrar -desde el doble discurso- que son un gobierno que “responde a las necesidades de la juventud y del pueblo”.
Sabemos que esto no es así, en primer lugar porque, como las rondas son por eliminación directa, el 50% de los chicos queda fuera del programa luego de haber participado tan sólo una jornada; en segundo lugar, porque siempre alardean con números millonarios de participantes sin dar jamás el detalle concreto, lugar por lugar, de cómo llegan a esos fantásticos números; y en tercer lugar, porque, según datos oficiales, el sedentarismo de la población argentina creció del 2006 al 2011 un 8%. La realidad los desenmascara y les impone poner el foco en una justa política deportiva y no en el cuadro de medallas.
Pero también sabemos que este derecho a la práctica deportiva integral tiene un límite. Si bien se trata de una reivindicación histórica y las masas deben luchar para que se produzcan estos cambios, somos conscientes que la solución de todos los males que hoy aquejan a nuestra juventud no se resuelven sólo por este camino.
La integración social es imposible si no hay trabajo, educación, vivienda y salud para todos, todos los días. El deporte es importante porque le da un lugar al joven en su medio social, un lugar distinto al de la droga, el alcohol y la delincuencia, pero si sus necesidades básicas no están satisfechas va a ser casi imposible modificar el camino trazado por los gobernantes de turno: miseria, hambre, desnutrición, exclusión, etc. Por eso, la pelea debe ser en todos los frentes, no hay que descuidar ni uno. Y así lo demuestra nuestra experiencia, cuando los jóvenes en los barrios organizan alguna actividad deportiva para manifestarse en contra de la droga y el alcohol, o reclaman por trabajo para todos, o por la construcción de polideportivos; o cuando los alumnos de secundarios luchan por mayor presupuesto al calor de un campeonato de fútbol. Día a día, la batalla debe ser total. Es decir, ni la lucha deportiva por el deporte en sí mismo, ni el uso y ni la subordinación política que casi siempre le damos al deporte, sino la integración de la reivindicación deportiva al resto de las luchas.
Solo así podremos conseguir lo que es nuestro. Lo que verdaderamente es de todos.