En momentos en que el gobierno reaccionario y fascista de Milei alinea su política exterior con Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel, surgen voces de que es bueno, para enfrentarlos, apoyarse en una potencia como China. En esto coinciden los que consideran que China sigue siendo socialista, y los que hablan de “capitalismo bueno”, porque no invade países.
Nosotros entendemos que China está gobernada por una burguesía imperialista, que se disfraza bajo la bandera roja, la hoz y el martillo y dice defender el legado de Mao Tsetung. Xi Jinping y los funcionarios que usurpan el poder en el Partido Comunista de China y en el Estado, hablan de “socialismo con características chinas”. Algo parecido hicieron y hacen en nuestro país los que, viniendo del peronismo, ayer con Menem y hoy con Milei, traicionan sus principios y se arrastran ante los poderosos de aquí y del exterior.
Nos basamos en la experiencia histórica de nuestro pueblo y de las revoluciones triunfantes en el mundo, y afirmamos, como dijeran los patriotas de la Revolución de Mayo, que no queremos ni amo viejo ni amo nuevo.
Por qué China es un país imperialista
Vimos sintéticamente en una edición anterior (hoy 2031), cómo fue el proceso por el cual, a partir del triunfo del sector derechista del Partido Comunista de China con Den Xiaoping a la cabeza en 1978, se restauró el capitalismo, y cómo en un proceso esta nueva burguesía que se adueñó del Partido y del poder del Estado, se transformó en imperialista.
Este fue un proceso de “acumulación primitiva” del capitalismo, basado en los métodos más coercitivos sobre el pueblo chino. Bajo el yugo de un régimen dictatorial particularmente represivo, esta burguesía monopolista de Estado desarrolló grandes corporaciones estatales en áreas estratégicas (bancos, petróleo, minería, entre otros) y una apertura al capital monopolista imperialista de Occidente y de Japón en una magnitud nunca vista, incorporando a la explotación capitalista a centenares de millones de personas desplazadas por una contrarreforma agraria radical.
En el 13 Congreso de nuestro PCR, en octubre del 2022, reafirmamos que “Siguen teniendo vigencia los 5 rasgos del imperialismo definidos por Lenin. La concentración de la producción y del capital llegada hasta un grado tan elevado de desarrollo que ha creado los monopolios, que desempeñan un papel decisivo en la vida económica. La fusión del capital bancario con el industrial y la creación, sobre la base de este “capital financiero”, de la oligarquía financiera. La exportación de capital, a diferencia de la exportación de mercancías, adquiere una importancia particular. La formación de asociaciones internacionales monopólicas de capitalistas, las cuales se reparten el mundo, y la terminación del reparto territorial del mundo entre las potencias capitalistas más importantes
En China, que es el primer exportador mundial y la segunda mayor economía del planeta, se verifican estos rasgos principales que hacen que un país capitalista se transforme en imperialista. Desde el maoísmo planteamos que China, a diferencia de otras potencias imperialistas como Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, etc., es “socialimperialista”. Es decir, socialista de palabra, pero imperialista en los hechos.
En China hay gigantescos monopolios (tanto en el área estatal como privados), muchos de los cuales se han transformado en dominantes en varias áreas de la producción. Sólo para dar algunos ejemplos: Lenovo compró la división de ordenadores de IBM; Geely controla Volvo y Mercedes Benz; Huawei lidera la infraestructura en el 5G; ChemChina controla Pirelli y la suiza Syngenta.
En China hay una oligarquía financiera que está al frente de gigantescas corporaciones. Las corporaciones bancarias chinas ocupan los cuatro primeros puestos a nivel mundial, y son del Estado chino: Banco Industrial y Comercial de China (ICBC), Banco de la Construcción de China (CBC), Banco de Agricultura de China (ABC), y el Banco de China (BOC).
El Estado chino se ha transformado en un gran prestamista de más de 150 países, entre ellos el conocido SWAP con la Argentina. Según algunas fuentes, China ya ha superado al FMI y al Banco Mundial en volumen de dinero, con “préstamos” que llegan a los 900 mil millones de dólares.
La exportación de capitales chinos ha crecido en todo el mundo, y además China está desarrollando gigantescos proyectos, como el llamado “La Ruta de la Seda”, con múltiples acuerdos multilaterales y bilaterales con países de los cinco continentes. Además, tiene un papel central en el grupo BRICS, y avanza en su asociación “estratégica” con Rusia, con acuerdos económicos y militares.
Las gigantescas corporaciones estatales chinas tienen intereses en todo el mundo. En nuestro país podemos mencionar a Cofco, la agroexportadora que pasó al primer lugar en volumen de ventas al exterior en nuestro país. O las constructoras de las represas en Santa Cruz, y las empresas que vienen por nuestro litio en el Noroeste argentino, entre muchas otras.
Este interés en el saqueo de nuestras materias primas y recursos naturales explica bastante de la posición del gobierno chino frente a Milei, al que, pese a las declaraciones del propio presidente al comienzo de su mandato, no le “soltó la mano” como algunos pensaban.
China también es una potencia militar
Las Fuerzas Armadas de China, con cerca de 2 millones de efectivos, son las más numerosas del mundo. Desde hace unos años vienen en un proceso de “mecanización y de integración de tecnologías de la información e inteligencia artificial”, para una “Fuerza más pequeña, más móvil y modular, adecuada para operaciones ofensivas y defensivas”. Esto incluye nuevos portaviones de propulsión nuclear, y el aumento de inversiones en la llamada “guerra espacial”.
Para esos objetivos, en 2024, el gasto militar absoluto de China aumentará un 7,2% respecto de 2023.
El 16 de octubre, el primer ministro chino, Li Qiang declaró que “bajo la guía estratégica de los presidentes Xi Jinping y Vladimir Putin, la asociación estratégica integral de coordinación para una nueva era entre China y Rusia ha mantenido un alto nivel de desarrollo”.
Esto lo hemos visto recientemente, con el operativo naval conjunto de la Flota del Pacífico y la Marina de Guerra de China denominado “Beibu/Interacción 2024″, a fines de septiembre.
Rusia y China tienen “puntos de vista comunes, una evaluación común de la situación y una comprensión común de lo que tenemos que hacer juntos”, dijo el jefe de defensa ruso Andrey Belousov a Zhang Youxia, vicepresidente de la Comisión Militar Central de China, según el medio de comunicación estatal ruso Tass.
En las aguas del Atlántico Sur, operan centenares de barcos chinos que depredan nuestras especies. En 2016, el gobierno chino estableció por ley que la flota comercial china puede ser utilizada para la defensa nacional.
Esto, junto con la Estación de Espacio Lejano que tiene la Agencia Espacial China en Neuquén, es una de las cuestiones que plantea cada vez que viene a la Argentina la generala Laura Richardson, jefa del Comando Sur de Estados Unidos, quien hace pocos días afirmó: “El desafío es muy serio. Hoy, la democracia está bajo ataque, no solo están en juego conflictos, sino que hay un intento de cambiar el orden mundial” (Página 12, 15 de octubre).
Si bien el centro de la movilización militar de China hoy se desarrolla alrededor del conflicto por Taiwán y todo el Indo Pacífico, los jerarcas socialimperialistas han dado muestras de sus ambiciones globales.
Así, el gobierno de Xi Jinping anunció el 25 de septiembre haber lanzado con éxito un misil balístico intercontinental (ICBM, por sus siglas en inglés) que cargaba una ojiva simulada.
Es la primera vez en 40 años que China hace un lanzamiento de esta arma, que en su versión más moderna tiene un alcance de 14 mil kilómetros, y puede llevar hasta diez ojivas nucleares pequeñas.
Por todo esto es que reafirmamos que el gobierno de China no es amigo de los pueblos, sino que busca el beneficio de sus grandes monopolios, y disputa con las otras potencias el “reparto territorial del mundo”, como decía Lenin.
Escribe Germán Vidal
hoy N° 2032 23/10/2024