El encargado esta vez de decir que “el dólar fluctúa en rangos normales y no debe preocupar a nadie” fue el viceministro de Hacienda, Sebastián Galiani. Esta visión oficial se complementa con el argumento de que los movimientos del dólar no tienen por qué impactar en la fijación de los precios domésticos. Para defender la flotación del dólar, Galiani apeló a una comparación con Chile, diciendo que “tiene una inflación de un dígito y tiene fluctuaciones del tipo de cambio similares a las nuestras”. Una comparación evidentemente burda, ya que Chile no tiene inflación en dólares como nuestro país.
Pero fue el propio Gobierno, en este caso el ministerio de Energía, el que dio por tierra con la supuesta falta de correlación entre las variaciones del dólar y la fijación de algunos precios clave de la economía. La suba de 7,2% de la nafta y de 6% del gasoil en el fin de semana tuvo como fundamento la trepada del dólar, que al llegar el viernes a $16,88 mostró un salto de 8,2% con relación a los $15,60 que tenía en abril, en la anterior revisión tarifaria.
Para el gobierno, la decisión resulta calcada a otras del pasado. Energía aumenta los combustibles por la aplicación de una fórmula “polinómica” en la que pesa la suba del dólar sin mirar las consecuencias políticas. Suba que, a los compromisos con los monopolios petroleros, le suma su propio beneficio de lograr un aumento semejante en sus ingresos por el aumento paralelo en los impuestos que recauda, como sucede también con los aumentos en las tarifas de los servicios públicos.
Si bien el Banco Central no apeló a la venta de dólares para frenar su suba, volvió a aumentar las tasas de interés como ya había hecho a mediados de mayo, para frenar la creciente dolarización de las carteras de los inversionistas (hoy, n° 1669, “El BCRA volvió a subir las tasas”). Con tasas más altas, busca aspirar más pesos del mercado y así evitar que se vayan masivamente al dólar. Así el jueves 6, elevó la tasa del plazo más corto al 26% en las letras –las Lebac– que vende en el mercado secundario, y el viernes la llevó a 26,2% anual.
La tendencia alcista del dólar se frenó en las últimas horas del jueves 6, luego de que apareciera la oferta que realizaron bancos privados y, en menor medida, las cerealeras. Además reaparecieron fondos de inversión extranjeros que compraron títulos públicos en pesos y, para realizar esas operaciones, se desprendieron de dólares ya que el aumento de las tasas, incentiva la bicicleta financiera con las letras del Banco Central (Lebac) en pesos, que viene permitiendo jugosas ganancias en relación al dólar. Esto infla la “bola de nieve” de la deuda del Banco Central, que sumando Lebac y pases, ya llega a los $965.000 millones, una cifra que para sostenerse implica $250.000 millones anuales de intereses, que se descargan vía emisión monetaria sobre el trabajo y la producción nacional.
Lo que todavía está por verse es en cuánto esta devaluación del dólar se trasladará a los precios. De todas maneras, “el mercado” ya está previendo una aceleración de la inflación para el mes de julio por los aumentos en los aumentos en la medicina prepaga, los cigarrillos, las expensas y los salarios de las empleadas de casas particulares. A esto se sumará el aumento de la nafta y el gasoil, con lo que implica en el aumento de los costos de producción y de distribución.
No obstante, desde Alemania, el ministro Dujovne alegremente insistió en que los movimientos del mercado cambiario no tienen por qué generar inflación. “De la misma forma, tampoco hubo deflación cuando hace unos meses la cotización iba para abajo”, dijo, sin repetir la comparación con Chile que había hecho su viceministro. Le faltó decir que la devaluación ya estaba incorporada a los precios, por lo que éstos no serían afectados, como había afirmado su antecesor Prat Gay apenas asumió el gobierno macrista, al devaluar en diciembre de 2015. Algo que la vida luego desmintió con la consiguiente pérdida en los ingresos de todos los sectores populares.