En medio de las negociaciones de un nuevo pacto de sometimiento al Fondo Monetario Internacional (FMI), y con la presencia de Macri en Estados Unidos, la semana comenzó con un nuevo capítulo de la crisis política que afecta a su gobierno. Un capítulo que se caracteriza por la renuncia de Luis Caputo a la presidencia del Banco Central, con la intervención directa de los directivos del FMI.
El detonante de esta renuncia fue la oposición del FMI a que la Argentina utilice sus reservas y la ampliación del préstamo solicitada para sostener el precio del dólar en el mercado cambiario. Lo que el FMI exige, como representante de los acreedores de la acrecida deuda externa, es que los escasos dólares existentes se conserven para garantizar el repago de la deuda y sus intereses, sin importarle cuánto suba el dólar. Al contrario, para el FMI cuanto más alto sea, más fácil será generar excedentes para afrontar los compromisos externos, así se hunda la economía nacional.
En la pulseada, Nicolás Dujovne ganó más poder: Guido Sandleris, su segundo en la Secretaría de Hacienda, fue designado presidente del Banco Central. Sandleris es quien viene encabezando las negociaciones técnicas con el FMI y ha sido uno de los defensores de la libre flotación del tipo de cambio. Con la salida de Caputo, la banca yanqui Morgan pierde un personero en el Banco Central, en su disputa con el alemán Deustche y el anglo-chino HSBC. Pero el SBS Group, socio del megafondo de inversiones yanqui Templeton, logra mantener a “su hombre”: Gustavo Cañonero seguirá como vicepresidente primero de la institución.
Luis Caputo había logrado la semana pasada una tregua en el mercado cambiario, pero a fuerza de vender reservas, hacer contratos de dólar futuro y mantener la tasa de interés en niveles escalofriantes y prometiendo pagar en dólares ingentes sumas de intereses. En términos de las llamadas reservas brutas, éstas habían caído al viernes por debajo del “piso” de U$S50.000 millones, estimándose que el saldo de reservas netas no supera mucho más de U$S15.000 millones.
Así el Banco Central (a cargo todavía de Caputo) pudo desactivar en parte la presión del desarme de Lebac del martes, pero eso sobre todo, esto se logró a costa de mayor endeudamiento de la Tesorería (a cargo de Dujovne). Por un lado, con la suba de encajes de los bancos en otros 5 puntos ($150.000 millones) que pueden ser integrados por nuevas Letes y Leliq. Por otro lado, con la colocación directa por la Tesorería de las Letras Capitalizables en Pesos (Lecap): unos $107.000 millones, a tasas que llegaron al 51,5% anuales. Así volvió la bicicleta financiera (carry trade): el negocio de invertir en pesos para tomar la ganancia en dólares, que antes se hacía con las Lebac.
El nuevo pacto de sometimiento al FMI no hará más que profundizar la crisis del endeudamiento macrista, quitando al Banco Central la posibilidad de intervenir en el mercado de cambios para frenar la suba del dólar o de volver a exigir a los monopolios exportadores que rindan sus divisas en el país, que seguirán así especulando con una mayor devaluación del peso. Todo esto en una situación en que los mercados mundiales se están tambaleando ante la agudizada guerra comercial entre los monopolios y potencias imperialistas y la creciente inestabilidad de los llamados mercados emergentes, que no se circunscribe a países como Argentina y Turquía, sino también a países con reservas mayores como Brasil, Sudáfrica e Indonesia. Lo que lleva a muchos analistas a recordar lo sucedido en 1998, cuando tras la crisis asiática de 1997 comenzó la agonía de la Convertibilidad en Argentina y en el mundo cayeron economías como las de Brasil y Rusia hasta que en 2001 colapsó la economía norteamericana (la llamada crisis de las tecnológicas).
Escribe Eugenio Gastiazoro
Hoy N° 1736 27/09/2018