El 23 de junio el Grupo Wagner, un ejército privado de mercenarios que han estado luchando del lado de las fuerzas rusas en la invasión a Ucrania, se rebeló contra los altos mandos militares rusos y avanzó hacia el interior de Rusia, en dirección a Moscú, quedando a 200 km de la capital. Ahí detuvo el avance de sus tropas y les ordenó regresar a sus bases para “evitar un derramamiento de sangre” tras alcanzar un acuerdo con el presidente de Bieolorrusia, Alexander Lukashenko, que actuó como mediador. El líder de Wagner, Yevgeny Prigozhin, exigía la destitución del jefe del ejército regular y del ministro de Defensa.
Prigozhin tomó en Rostov instalaciones militares y sus combatientes fueron aclamados cuando abandonaron el cuartel general militar que habían tomado, desde el que se coordinan las operaciones en Ucrania. Los guardias fronterizos y el personal de seguridad lo dejaron pasar.
Dijo que su objetivo no era “un golpe militar sino una marcha por la justicia. Los civiles nos recibieron con banderas rusas y con el símbolo de Wagner”, afirmó el mercenario quien calificó al grupo como “quizás la unidad más experimentada y efectiva en combate en Rusia, posiblemente en el mundo”.
Putin ha enfrentado el mayor desafío a su autoridad desde que asumió el poder hace más de veinte años. Si bien el riesgo inmediato parece haber sido contenido, todos dicen que Putin no salió de esta crisis más fuerte sino bastante golpeado. Dio un duro discurso por televisión en el que acusó a Prigozhin, de dar “una puñalada en la espalda” y de traición.
A su vez, el líder del Grupo Wagner rompió el silencio sobre su fugaz rebelión contra el ejército ruso y difundió una declaración a través de un audio de 11 minutos.
La realidad es que Putin optó por negociar. Se retiraron los cargos de traición sin dar ninguna explicación. A pesar de lo oscuro del acuerdo, algunas cosas están quedando claras. Putin se ha debilitado políticamente. Muy pocos en Rusia salieron a las calles para apoyarlo. La gente que salió se mostró más amistosa con los mercenarios que con la policía.
Prigozhin y su grupo de mercenarios fueron una creación del propio Putin, que los utilizó para luchar en Libia, Malí y Siria antes de Ucrania, pero que fue siendo incapaz de controlarlos. Formalmente, Wagner ni siquiera existía: los ejércitos privados son ilegales según la Constitución rusa. Pero el propio Putin cambió la Constitución para mantenerse en el poder.
El año pasado, Putin autorizó a Prigozhin a reclutar presos comunes para combatir. Cuando el ejército ruso sufrió una humillante retirada en las regiones de Kharkiv y Kherson, Prigozhin empezó a atacar verbalmente a Sergei Shoigu, ministro de Defensa, y a Valery Gerasimov, jefe del ejército, de incompetencia y de haber enviado a decenas de miles de soldados a una muerte segura, por sus errores.
Hay informes que indican que el grupo Wagner ha reclutado a decenas de miles de presos comunes para luchar en Ucrania. Pero con el creciente número de bajas y ejecuciones extrajudiciales hace que sea mucho más difícil encontrar voluntarios, incluso en las cárceles. Muchos presos temen ahora que se les obligue a ir a la guerra, y quienes se encuentran en una posición particularmente vulnerable son los trabajadores migrantes de los países de Asia Central.
Putin reapareció por primera vez desde el final de la revuelta en un video en el que se dirigía a un foro dedicado a la juventud y la industria, sin mencionar los hechos. Según el Kremlin, también se reunió con el presidente iraní, Ebrahim Raisi, y el emir de Qatar, quienes mostraron su “apoyo” al líder ruso después de la rebelión armada.
Escribe Alicia Sourges
Hoy N° 1968 05/07/2023