Este segundo tomo de El marxismo y la revolución argentina abarca el período que va desde la fundación del Partido Comunista en nuestro país –el 6 de enero de 1918– hasta el golpe de Estado del 6 de septiembre de 1930. En esos años el Partido Comunista y sus dirigentes conocieron el leninismo y debieron luchar por integrar la doctrina marxista leninista a la revolución argentina. Fue, también, el tiempo de la fase inicial de la Revolución Rusa y la Internacional Comunista. En la Argentina fueron años de grandes combates de clase y de las mayores experiencias de tipo insurreccional de la clase obrera, sólo comparables a las de fines de la década del ’60 e inicios de la del ’70 del siglo que termina.
Hace muchos años, comprometido a ello por Editorial Ágora, me impuse la tarea de escribir este nuevo tomo. Al principio fue una obligación pendiente –arrastrada como una deuda impaga– que traté de ir cumplimentando de a poco, en medio de las vicisitudes de la lucha política de estos quince años, que, como todos saben, no han sido, de ninguna manera, tranquilos. Pero resultó que a medida que avanzaba en la investigación y el conocimiento del tema, escribir este libro se fue transformando de una obligación gravosa en una labor apasionante que consumió muchas de mis horas de descanso.
Los militantes y dirigentes del Partido Comunista y del movimiento obrero de esos años se me hicieron familiares y se tornó imperativo para mí reivindicar a algunos de ellos, injustamente olvidados, o, en ocasiones, difamados vilmente. Descubrí que hechos importantísimos de la historia del Partido Comunista, directamente relacionados con momentos claves de la historia del movimiento obrero argentino, habían sido ignorados, ocultados o directamente deformados, tanto por la historia oficial del PC –en 1947 se publicó el Esbozo de historia del Partido Comunista de la Argentina– y los historiadores del Partido, como por sus detractores. Fue necesario, por ejemplo, desbrozar el terreno donde la dirección del PC había ocultado, cuidadosamente, el contenido de la corriente de izquierda denominada “chispista”. O investigar, hasta encontrar la verdad, allí donde el revisionismo latinoamericano del marxismo-leninismo ocultó los debates de la Primera Conferencia Comunista Latino Americana, difundiendo una interpretación maniquea de la misma, para fundamentar sus tesis actuales sobre el llamado “capitalismo dependiente”.
En la Argentina existió, y existe, una corriente comunista. Ha sido muy fuerte. La integraron decenas de miles de obreros, dirigentes sindicales clasistas como José Penelón, Luis Recabarren, el gran organizador sindical y político de la clase obrera de Chile, Argentina y Uruguay; Albino Argüelles (uno de los mártires de la Patagonia Rebelde); Marcos Kanner, el organizador de los mensúes; el grupo de los “grandes viejos”, de origen alemán, Germán Müller, Augusto Khün, Gotaldo Humel y Guillermo Schultze, que habían sido los artífices de la primera organización socialista en la Argentina; los dirigentes sindicales cordobeses José Manzanelli, Pablo López y Miguel Contreras; José Peter, el inolvidable organizador de los obreros de la carne; los fundadores de las primeras organizaciones de los obreros de la construcción y de los primeros sindicatos metalúrgicos, textiles y petroleros, entre otros; intelectuales de prestigio nacional y mundial como Héctor Agosti, Raúl González Tuñón, Aníbal Ponce (muy amigo del Partido), César Tiempo, Orestes Caviglia, Elías Castelnuovo, para mencionar sólo a algunos de los de aquella época; dirigentes de la Internacional Comunista como Victorio Codovilla y Rodolfo Ghioldi; dirigentes femeninas como Angélica Mendoza y Florencia Fosatti; dirigentes sociales de renombre, etc. El Partido Comunista tuvo una organización pública y otra secreta. Ambas incidieron en forma mucho más importante de lo que se valora habitualmente –por intencionalidad o por prejuicios– en la política argentina. Sin considerarlas, será imposible reconstruir la historia nacional de las últimas décadas.
Es útil recordar los años y los acontecimientos que pertenecen a la infancia de esa corriente, porque, tal como sucede con los seres humanos, esos son los años decisivos en la formación de su personalidad. A los comunistas argentinos nos corresponde estudiar nuestro patrimonio histórico a la luz del marxismo, para adueñarnos de su enorme riqueza, y poder integrar el marxismo-leninismo-maoísmo a las circunstancias concretas de la Argentina. El conocimiento de la historia del Partido Comunista de la Argentina –con sus aciertos y sus errores– es imprescindible para guiar el gran movimiento revolucionario que madura, aceleradamente, en nuestro país. En enero de 1968, cuando entendimos que el viejo Partido Comunista había degenerado, miles de militantes rompimos con su dirección y fundamos el Partido Comunista Revolucionario. Hicimos entonces una primera revisión crítica de su historia, centrada, fundamentalmente, en las causas de los errores cometidos en las décadas del 40, del 50 y del 60. No teníamos elementos para realizar, en ese momento, un análisis más global. Como dijimos en el primer tomo de esta obra, “nuestras posiciones actuales implican una crítica del pasado. No un simple desarrollo ‘natural’ del mismo, una mera continuidad. Por eso es tan importante conocer bien ese pasado, que siempre palpita en el presente, para saber qué es lo que ha sido o debe ser negado de él y, tal vez, sobrevive en nosotros. Esto implica no sólo una revisión teórica de ese pasado, sino también y principalmente, una crítica política del mismo”.
La historia de los partidos políticos es, inevitablemente, parte de la historia de la clase social a la que representan o pretenden representar. Desde este punto de vista, la labor del PCA en el período que aborda este libro incluye el gran auge de masas que fue desde 1917 a 1922. Esto confiere una importancia especial a la actividad del Partido en esos años, pese a su juventud e inexperiencia. Lenin escribió que “no se puede aprender a resolver los problemas de hoy por nuevos procedimientos si la experiencia de ayer no nos ha hecho abrir los ojos para ver en qué eran defectuosos los antiguos métodos”. Apenas se avance en la lectura de este libro se verá que las cuestiones que trata y parecieran tener una importancia meramente histórica, se relacionan con debates actuales del movimiento revolucionario, a los que las viejas experiencias les pueden servir de referencia útil.
Hoy N° 1899 02/02/2022