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17 de May de 2023

Un texto de Otto Vargas

El PCR, una necesidad de la lucha revolucionaria

Extractado de ¿Ha muerto el comunismo? El maoísmo en la Argentina. Conversaciones con Otto Vargas, págs. 288-289.

Yo recuerdo que cuando realizamos el acto del 82 [del PTP] y posteriormente, hubieron algunos sectores de izquierda que nos dijeron. “Ustedes cuando estaba por caer la dictadura salieron con mucha fuerza, realizaron un acto y parecía que se iban a lanzar con todo” (a organizar una gran fuerza electoral, nos quisieron decir), “pero no siguieron ese camino”. Efectivamente, nosotros no seguimos ese camino. Se exigía entonces más de 40.000 fichas para legalizar un partido, y aunque muchos partidos burgueses utilizaron el método que luego haría famoso Simón Lázara, que era el de “dibujar” las fichas, como se dice vulgarmente, todos los partidos de izquierda se lanzaron durante meses, antes de octubre de 1983, al trabajo de afiliar. Pero para nosotros este camino hubiese significado poner las pocas fuerzas con las que emergimos del gobierno dictatorial en un rumbo de tipo pacifista y reformista, electoralista, que hubiese dejado una huella profunda en el partido. Así y todo, en la práctica, las organizaciones del partido, como constatamos tiempo después, habían sido seriamente afectadas por el proceso de organización del PTP y por las formas electorales propias del período en el que entramos, con prácticamente una elección cada dos años y a veces más…

Como objetivamente predominaba la vía pacífica, fueron reelaboradas las viejas tesis socialdemócratas y reformistas que plantearon que a través de las elecciones de octubre del 83 se podría llegar a una democratización profunda que inclusive podría abrir el camino al socialismo. Tanto los viejos teóricos reformistas Aricó, Portantiero, etc., como los nuevos, entre quienes está el equipo de Julio Godio, Oscar Landi, Beatriz Sarlo y otros, plantearon que mediante transformaciones graduales y sucesivas era posible convertir ese viejo Estado oligárquico-imperialista en una democracia estable de tipo burgués occidental, por intermedio de la cual era posible institucionalizar cambios sociales profundos en marcha al socialismo. Es decir, la vieja idea de Codovilla de la que ya hablamos: “Primero conquistar el régimen democrático –decía él– y luego desarrollar la democracia hasta el fin, o sea hasta resolver los problemas de la revolución democrático-burguesa, agraria y antiimperialista a fin de abrir un camino luminoso para nuestra clase obrera, nuestro pueblo y nuestra nación, que desemboque en el socialismo”. Esta teoría pasó en 1983 a ser una teoría dominante y nosotros tuvimos que resolver dónde poníamos el centro. Si íbamos a poner el centro en mantener una organización revolucionaria que utilizase los espacios legales que se habían abierto, para crecer, para acumular fuerzas y para prepararse para el día en que la revolución madure en la Argentina, o si el partido debía disolverse en una agrupación de corte electoralista. Porque, como también dijeron esos teóricos y repiten, “la democracia no es un medio, sino un fin en sí mismo”. Pero esta democracia argentina no es siquiera una democracia burguesa parlamentaria consolidada, sino que ha crecido en el lecho de Procusto de la Constitución del 53. A contrapelo de estas tendencias, nosotros contribuimos a organizar el Partido del Trabajo y del Pueblo, junto con compañeros que no eran afiliados al PCR, para tener un instrumento con el cual participar en la lucha política, que a partir de entonces tuvo como nudo principal lo electoral, pero manteniendo la organización revolucionaria y comunista que hemos creado y que nunca vamos a liquidar, porque es una necesidad de la lucha revolucionaria en la Argentina.

 

Hoy N° 1962 17/05/2023