Tras demoler conceptualmente al ilusorio “periodismo independiente”, una expresión que muy pocos se atreven a ponderar, los periodistas K comenzaron a enarbolar las banderas del “periodismo militante”. Martín García, ex funcionario menemista en las áreas de comunicación, cultura y Anses, luego de asumir en Télam declaró “soy primero militante, después periodista”. Y refiriéndose al viejo debate entre periodismo profesional o independiente y periodismo militante sostuvo que los primeros “escriben mentiras en defensa de los intereses de los que les pagan”, en cambio los militantes “escribimos la verdad al servicio del pueblo”.
Periodismo militante, una vieja corriente nacional y mundial
Si bien el término periodismo militante fue popularizado por Gabriel García Márquez, la idea de que la pluma debe estar al servicio de las transformaciones sociales viene desde el fondo mismo de la historia argentina y latinoamericana. Desde La Gaceta de Moreno o las proclamas revolucionarias de Monteagudo hasta la agencia de noticias Prensa Latina, una iniciativa del Che y Fidel ejecutada por Jorge Masetti, y donde se destacó el trabajo periodístico de Rodolfo Walsh.
La comunicación militante también es parte de una corriente mundial que tuvo a colosales periodistas como John Reed o Julius Fucik. El primero acompañó la revolución campesina mejicana de 1910 y la revolución bolchevique de 1917 acontecimientos reflejados en México Insurgente y Los diez días que conmovieron al mundo, del cual Lenin dijo que era la mejor crónica de la revolución. El segundo fue un periodista y dirigente comunista checo que escribió Reportaje al pie del patíbulo, un conmovedor relato sobre la lucha contra la ocupación nazi que fue traducido a más de 80 idiomas.
Programas de archivos o investigación periodística
En la actualidad asistimos a una TV que exhibe un notorio desapego por lo documental, por el rigor periodístico o la precisión socioeconómica. Frente a ésta emerge el falso periodismo militante K que abreva en los manuales de semiología del CBC de algunas universidades, con algunos aditamentos como por ejemplo algo del “lenguaje” de los ’70 y las ideas de resignación de Ernesto Laclau, el teórico de cabecera del kirchnerismo, quien renunciando al marxismo sostiene que la acumulación política se construye sobre el “antagonismo” pueblo- antipueblo.
Como afirmara María Julia Oliván en 678-La creación de otra realidad, la construcción mediática K se basa casi exclusivamente en la crítica. Sus propias contradicciones, producto de su doble discurso –progresista en la apariencia y reaccionario en la esencia-, no le permite explorar otros terrenos. Entonces recurre permanentemente al archivo para inventar una realidad tan artificial como la que pretende denunciar. Los programas de Gvirtz como 6-7-8 son simples programas de archivo preocupados en encontrar las limitaciones y los errores de la oposición parlamentaria, desde ya un trabajo sencillo en el que ésta colabora y mucho. En este terreno los editores encuentran “campo orégano” para desplegar una batería de ironías.
La mayoría de los periodistas e intelectuales K ven a Rodolfo Walsh como un referente, pero enseguida aclaran que vivimos en otro contexto histórico en el que poco y nada se puede cambiar. Acá aparece la ideología profundamente reaccionaria y conservadora del kirchnerismo.
No existe nada en común entre Walsh y el periodismo de 6-7-8. Walsh no recurría a los archivos ya que siempre buscaba la verdad en los hechos a través de esa herramienta inconmensurable que es la investigación periodística. A la vez, y aún discrepando con su visión de los setenta, el Walsh militante escribía y hablaba de revolución, una palabra prohibida por el kirchnerismo, que reivindica al Che casi como una mercancía y privilegia citar a los íconos del rock nacional antes que al propio Perón. También convendría subrayar que el militante no cobra para militar, en cambio productoras como la de Gvirtz reciben una obscena recompensa oficial.
Por último, es cierto que existen contextos históricos diferentes donde es necesario adecuar las tácticas políticas a cada momento, pero un periodista militante nunca pregona resignación como hacen los periodistas K que en nombre de “esto es lo único posible” hasta ocultan de manera vergonzante la masacre de los qom de Formosa. El periodismo militante significa compromiso y se ejerce en los buenos y en los malos momentos. Seguramente fue difícil practicarlo durante la ocupación nazi de Europa y sin embargo Fucik escribió su Reportaje… en 1942, y en los sótanos de la Gestapo.
No hay nada más reaccionario que la resignación
El periodismo militante no es una novedad, ni un descubrimiento teórico de García. Es una actitud honesta que no concibe otra manera de hacer periodismo sino desde los ideales y tiene el objetivo de derribar todos los escollos que impiden instaurar la justicia social. Como contrapartida, la militancia K pretende apropiarse de esas banderas para hacer más creíble su discurso de modo tal que la sociedad termine aceptando la resignación que propone.
Resignación basada en la construcción mediática de una “realidad” donde sólo tienen cabida dos actores: el kirchnerismo y la oposición parlamentaria y cualquier otra opción debería ser desechada de la pantalla porque vivimos una época donde sería una irreverencia hablar de extranjerización de los recursos naturales, deuda externa o inequidad social. Pero aunque no les guste, como la lucha de clase es tozuda y la gente no se resigna, por estas horas la imagen que devuelve la pantalla es la miseria en que viven vastos sectores como se vio en Soldati, o sea la Argentina que se pretende ocultar.