El Indec acaba de publicar los datos del comercio exterior de Argentina correspondientes a los primeros nueve meses de 2013 (es decir, hasta fines de setiembre de este año).
Las cifras muestran que se sigue profundizando el deterioro de la balanza comercial del país, habiendo caído el superávit a 7.142 millones de dólares; es decir, que disminuyó un 30% en relación a los primeros nueve meses de 2012, cuando fue de 10.206 millones de dólares.
El Indec acaba de publicar los datos del comercio exterior de Argentina correspondientes a los primeros nueve meses de 2013 (es decir, hasta fines de setiembre de este año).
Las cifras muestran que se sigue profundizando el deterioro de la balanza comercial del país, habiendo caído el superávit a 7.142 millones de dólares; es decir, que disminuyó un 30% en relación a los primeros nueve meses de 2012, cuando fue de 10.206 millones de dólares.
En la relación con los países y zonas económicas, esta caída en el superávit comercial se explica principalmente por el creciente déficit en el intercambio con China (en los 9 primeros meses de 2013 subió a 3.288 millones de dólares, de los 2.599 millones que ya habían sido en los 9 primeros meses de 2012), a lo que se agregó este año un fuerte saldo negativo con la Unión Europea. En tanto el saldo negativo con Brasil se mantuvo a los mismos niveles que el año pasado (1.600 millones de dólares en los 9 primeros meses) y se redujo algo con el Nafta (la Asociación Norteamericana de Libre Comercio, que incluye Estados Unidos, Canadá y México). Si la caída del saldo comercial no fue equivalente a esos déficits, es porque todavía se compensaron con importantes aumentos en el superávit (mayores exportaciones primarias y de manufacturas de origen agropecuario) con las regiones de la Asociación de Naciones del Este de Asia (Asean), Magreb y Egipto (Norte de Africa), y Medio Oriente.
El mayor déficit con un país individual, y más creciente, sigue siendo con China, que compra principalmente productos primarios, es decir sin elaborar, como el poroto de soja, intermediados por los monopolios imperialistas del comercio internacional de granos y sus productos, principales sostenes de la política agropecuaria kirchnerista impositiva y de precios favorable al monocultivo sojero latifundista. A su vez, China vende a la Argentina manufacturas industriales como bienes de capital, muchos de ellos por compras directas del gobierno como es el caso en ferrocarriles, o como bienes intermedios y piezas y accesorios para bienes de capital para su ensamble local, que van desde celulares a computadoras, con régimen impositivo promocional y exclusividad en el abastecimiento de la demanda interna.
Todo esto como parte de la política de amarre con el imperialismo de China, en desmedro de una política desarrollo industrial nacional, que agrava el déficit del sector de fabricación de artículos electrónicos, hoy ya en el orden de los 10.000 millones de dólares anuales; una cifra equiparable al creciente saldo negativo del complejo automotor –el sector industrial “estrella” del kirchnerismo–, dependiente principalmente de los monopolios imperialistas europeos y norteamericanos radicados aquí (el 70% del componente de los autos locales es importado) y en Brasil.
El análisis de la balanza comercial de la Argentina con el exterior nos muestra que en la década kirchnerista se ha reforzado la primarización de la economía –ahora de la mano del monocultivo sojero–, a favor de los latifundistas y monopolios imperialistas intermediarios del comercio de granos e insumos del agro (como Cargill y Monsanto) y del nuevo imperialismo de China, y de una “industrialización” cada vez más dependiente del sector automotor –regido por los monopolios imperialistas de Europa y Estados Unidos–, y del sector electrónico –regido por los monopolios imperialistas de China–, al que se ha ido agregando el sector petrolero, hidráulico (represas de Santa Cruz) y ferroviario (compra de formaciones enteras y propuestas de instalación de plantas en el país), que profundizan el déficit comercial en la relación con el imperialismo de China.
A estos principales déficit se ha agregado, en el conjunto de la balanza comercial, el resultado de la política petrolera y energética de la década kirchnerista que, de un saldo comercial positivo, pasó también a un fuerte saldo negativo (en los 9 meses de 2013 lleva una pérdida de 5.597 millones de dólares, en comparación con la pérdida de 2.591 millones que tuvo ya el país en los mismos 9 meses de 2012).
Por esta política de favorecer al latifundismo y a los monopolios imperialistas promotores del monocultivo sojero en relación al imperialismo de China, a los monopolios imperialistas importadores de las industrias del automotor y de la electrónica, y a los monopolios imperialistas petroleros (empezando por la asociación del kirchnerismo con la española Repsol, a través de Esquenazi), es que el país está viviendo nuevamente una situación de “estrangulamiento externo” –“falta de dólares”–, que no es otra cosa que el producto del crecimiento dependiente y deformado del país, profundizado con estas nuevas características por la política del gobierno kirchnerista, que se da de patadas con una verdadera política de sustitución de importaciones y de desarrollo industrial independiente.
Las cifras que acaba de publicar el Indec, para los primeros 9 meses de 2013, por los principales países y zonas económicas –como las publica el Indec–, dan una idea de cómo se compone la balanza comercial y su relación con la estructura productiva agropecuaria e industrial dependiente y deformada por el latifundio y el imperialismo, en el nuevo contexto agravado por la política kirchnerista, orientada al amarre con el nuevo imperialismo de China. Este desfasaje comercial se ha venido cubriendo con los dólares (que hoy ya no alcanzan) provenientes de las exportaciones primarias y de manufacturas de origen agropecuario con las regiones de la Asociación de Naciones del Este de Asia (Asean), Magreb y Egipto, y Medio Oriente, como señalamos arriba.