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02 de October de 2010

En relación con el debate histórico sobre la sucesión de Lenin en la dirección del PC (b) de la URSS, en 1924, extractamos esta nota de Carlos Hermida Revillas: “Cuestiones sobre Stalin” (Revista Historia y Comunicación Social, Madrid, España, 2005).

El testamento de Lenin

Las advertencias sobre Stalin y Trotski

El llamado testamento consiste en un conjunto de notas dictadas por Lenin a sus secretarias entre los días 23 de diciembre de 1922 y el 4 de enero de 1923, tras el ataque de apoplejía sufrido en la noche del 15 al 16 de diciembre, que le dejó parcialmente paralizado. Estas notas, reunidas bajo el título de “Carta al Congreso”, estaban destinadas a ser leídas en el XIII Congreso del Partido del Partido Comunista (b) de la URSS y fueron entregadas por Nadiezhda Krúpskaya, la esposa de Lenin, en cumplimiento de la voluntad de éste, al Comité Central del Partido.
En las notas dictadas los días 23, 24 y 25 de diciembre, Lenin realizaba una caracterización de los principales miembros del Comité Central. Refiriéndose a Stalin y Trotski afirmaba:
“El camarada Stalin, al convertirse en secretario general, ha concentrado en sus manos un inmenso poder y no estoy seguro de que siempre pueda utilizarlo con suficiente prudencia.
“Por otra parte, el camarada Trotski, como ya lo ha demostrado su lucha contra el Comité Central, en la cuestión del Comisariado del Pueblo para las vías de comunicación, no se distingue únicamente por las más eminentes capacidades. Personalmente es, sin duda alguna, el hombre más capaz del Comité Central, pero se deja llevar excesivamente por la seguridad en sí mismo y se ve arrastrado, más de la cuenta, por el lado administrativo de las cosas.
“Estas dos cualidades de los dos jefes más notables del actual Comité Central pueden involuntariamente conducir a la escisión; si nuestro Partido no toma las medidas para prevenirla, esta escisión se puede producir inopinadamente”.
De este texto conviene resaltar varios aspectos. En primer término, que Stalin y Trotski eran considerados como los dirigentes más cualificados del Partido. Las propias palabras de Lenin desmienten la tesis de un Stalin oscuro y poco capacitado sostenida posteriormente por Trotski. En segundo lugar, ambos son objeto de crítica. A Trotski se le reconoce su inmensa capacidad, pero se le reprocha el dejarse arrastrar por la vertiente administrativa de los asuntos, es decir, su inclinación al burocratismo. En el caso de Stalin se hace una advertencia sobre el enorme poder que concentra en su cargo de secretario general del Partido. No creo que se pueda deducir de aquí una especial animadversión de Lenin hacia Stalin ni que éste hubiese caído en desgracia. En los escritos de Lenin se pueden encontrar juicios durísimos sobre Trotski a propósito de su menchevismo y valoraciones muy positivas, de la misma forma que en febrero de 1913 llamó a Stalin “maravilloso georgiano”. En los 55 tomos de las Obras Completas de Lenin, en la edición castellana de la editorial Progreso, es fácil hallar todo tipo de citas si se quiere emplearlas para acusar de desviacionismo a cualquier dirigente bolchevique, pero el propio Lenin puso en guardia al Partido sobre el peligro de reprochar a los militantes sus pasados errores políticos.
Unos días más tarde, el 4 de enero de 1923, Lenin dictó una breve nota para añadir al texto anterior:
“Stalin es demasiado brutal, y este defecto plenamente soportable en las relaciones entre nosotros, comunistas, se hace intolerable en la función de secretario general. Por lo que propongo a los camaradas que reflexionen sobre la manera de desplazar a Stalin de este puesto y de nombrar en su lugar a un hombre que, en todos los aspectos, se distinga del camarada Stalin por su superioridad, es decir que sea más paciente, más leal, más educado y más atento con los camaradas, menos caprichoso, etc. Esta circunstancia puede parecer una bagatela insignificante, pero pienso que para preservar al Partido de la escisión y desde el punto de vista de lo que yo he escrito anteriormente sobre las relaciones mutuas entre Stalin y Trotski, no es una bagatela, a menos de ser una bagatela que pueda adquirir una importancia decisiva”.
El cambio de tono y la contundencia de esta posdata están relacionados con la irritación que causaron a Lenin las noticias sobre el comportamiento de Stalin y Ordzhonikidze en relación con la cuestión de Georgia y su inserción en la URSS. Lenin les acusó de nacionalismo ruso en unas notas dictadas a sus secretarias los días 30 y 31 de diciembre (“Contribución al problema de las naciones o sobre la autonomización”). Aun sin poner en duda la autoridad de Lenin, estamos en presencia de un nuevo debate político de gran calado en el seno del partido bolchevique, algo por lo demás habitual en la historia del bolchevismo. Y esos debates habían sido siempre intensos, apasionados, en los que la crítica política se ejercía sin concesiones. Que Lenin sugiriera la forma de desplazar a Stalin de la secretaría general no era algo novedoso. En vísperas de la revolución de Octubre exigió la expulsión de Zinoviev y Kamenev por exponer este último en el periódico Novaia Zhin su postura contraria a la insurrección. Una exigencia que no fue aceptada por el Comité Central y una buena prueba de la democracia interna que regía la vida del Partido.
Lo que sucedió tras la muerte de Lenin el 21 de enero de 1924 fue algo similar a lo acontecido entonces. El 22 de mayo de 1924, en una reunión del Comité Central, se decidió por unanimidad la continuidad de Stalin en su cargo y por 30 votos contra 10 se aprobó no leer el “testamento” en el decimotercer congreso del partido y darlo a conocer exclusivamente a los jefes de las delegaciones. Nos parece bastante significativo que ni un solo miembro del Comité Central, incluido el propio Trotski, estuviera dispuesto a cumplir la propuesta de Lenin. Pasados los años se pueden hacer todo tipo de interpretaciones y juicios de valor, pero en aquel contexto histórico lo que sucedió realmente es que Stalin contó con el apoyo pleno de sus camaradas y Lenin fue desautorizado.