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08 de June de 2016

Femicidios en la infancia

Las pequeñas víctimas de la violencia

Me acuerdo como si fuera hoy, fue a los 12 años que dije que quería ser periodista. Esas cosas que a veces una sueña de pequeña y que en ese momento parecen como imposible. Hace más de una semana que me pregunto ¿qué soñaba Micaela, cuáles eran las ilusiones de Guadalupe, querría tal vez Diana ser médica, cineasta o deportista? Las tres tenían 12 años, las tres fueron asesinadas, sus sueños e ilusiones fueron truncados por la mano de la violencia de género.
Guadalupe Medina vivía en Villa Banana en la ciudad de Rosario. Fue violada y posteriormente asesinada, su cuerpo lo encontró un vecino en una casilla abandonada, perdida entre los pasillos de la villa. Su mamá había pedido ayuda antes a la Dirección provincial de Niñez porque la nena se rodeaba de gente “mala”. Le dijeron que no podían hacer nada porque no había peligro. Según el diario Página 12 “un testigo declaró que la niña estuvo discutiendo, a medianoche, con dos integrantes de la banda de Pandu, que siembran el terror y manejan buena parte de Villa Banana”. Y para el Estado, Guadalupe no estaba en peligro. La que no estaba en peligro, ahora está muerta. Por su crimen hay tres detenidos. 
Micaela Ortega fue buscada intensamente por su familia. Su mamá hizo la denuncia pública y pidió ayuda a los medios. En ese tiempo se supo que la nena tenía varios perfiles de Facebook y que se habría contactado con un hombre que se hacía pasar por una chica de su edad. Fue filmada caminando por la calle acompañada de este tipo. Mica fue encontrada muerta en Bahía Blanca un mes después, el autor del femicidio confesó y señaló dónde la había enterrado. Estaba prófugo de la justicia rionegrina, quien le había otorgado libertad condicional. Una justicia que evidentemente no lo buscó lo suficiente. 
Milagros Daiana, también de 12 años, también víctima de la violencia, tampoco está entre nosotros. Fue su mamá la que se encontró con la escena del horror: la pequeña estaba atada de pies y manos, tenía un trapo en la boca y se supo que fue violada. Vivían en la localidad tucumana de La Cocha. El padrastro de la nena hoy está detenido por el femicidio. La mamá había denunciado al hombre reiteradas veces porque la perseguía y la acosaba.
Milagros, Guadalupe y Micaela son parte de la triste estadística sin rostros ni nombres: en Argentina una mujer es asesinada cada 30 horas. Desde el 1 de junio del año pasado hasta el 31 de mayo de 2016, 275 mujeres fueron asesinadas producto de la violencia femicida: 11 eran niñas de entre 2 y 12 años y 29 adolescentes comprendidas en la franja etaria de 13 a 18. “Ser joven y ser mujer en este país es mortal”, lo dijimos una vez y la realidad nos devuelve la triste comprobación. 
Como lo hicieron una vez con Melina Romero (asesinada en Martin Coronado), los medios prestaron más atención a la rebeldía y los cinco perfiles de Facebook de Micaela que al peligro a que están expuestas estas jóvenes. Prestaron más atención a que la mamá de Milagros había salido a bailar, que a que su hija fue asesinada por un hombre que la utilizó para tomarse revancha. Y por supuesto, poco hablaron del contexto de vulnerabilidad social en el que vivía Guadalupe: un barrio tomado por los narcos, por los campeones del delito organizado que hacen y deshacen a su antojo ante los ojos inmutables de los gobiernos de turno.
Los femicidios crecen, entre ellos los de niñas que apenas empiezan a dejar volar sus sueños. Los gobiernos pasan, las muertes quedan. Pasaron 12 años de un gobierno que sancionó una ley que se dice que es “de avanzada”, pero a la que nunca le puso recursos –ni económicos, ni humanos- para su efectiva aplicación. Ahora ya transcurrieron seis meses del nuevo gobierno que no sólo agravó todos los problemas del pueblo, sino que tampoco tomó una sola medida a favor de las mujeres. 
El 3 de junio el grito de Ni Una Menos volvió a retumbar en todo el país. Miles de personas, con el movimiento de mujeres a la cabeza, se volcaron a las calles para gritar Basta de Femicidios. En cada rincón se escuchó el reclamo por la Declaración de Emergencia en Violencia Sexual y Doméstica. Fue un año después de la histórica jornada del 2015, un año antes estaban Micaela, Guadalupe y Diana entre nosotros… hoy no están. 
Pero ese grito colectivo que volvió a ser este segundo “Ni una menos” dejó demostrado que hay un pueblo que no se calla. El dato es crucial, en las marchas de todo el país estuvieron familiares de las víctimas y muchas mujeres que se animaron a salir del círculo de la violencia y contarlo. Mujeres que pudieron convertir el dolor en lucha y que nos dejaron un mensaje contundente: callar no sirve, la lucha sirve y juntos podemos frenar este flagelo.