Para abordar a los miles de trabajadores que llegaban a nuestro país desde Europa, las distintas corrientes del movimiento obrero, desde sus inicios, buscaron distintas formas de organizarlos. Una de ellas fue elaborar periódicos en los idiomas de origen, como era común a fines del siglo 19. Otra fue agrupar en “secciones idiomáticas” a estos trabajadores en los sindicatos, y en las propias organizaciones socialistas y anarquistas.
Para abordar a los miles de trabajadores que llegaban a nuestro país desde Europa, las distintas corrientes del movimiento obrero, desde sus inicios, buscaron distintas formas de organizarlos. Una de ellas fue elaborar periódicos en los idiomas de origen, como era común a fines del siglo 19. Otra fue agrupar en “secciones idiomáticas” a estos trabajadores en los sindicatos, y en las propias organizaciones socialistas y anarquistas.
Ya en la década del 20 del siglo pasado, el Partido Comunista continuó esta práctica. Se crearon distintos “grupos idiomáticos”, algunos de los cuales llegaron a tener sus propias publicaciones, y hasta secciones específicas en los órganos partidarios. Las dos secciones más importantes en los años 20 fueron la italiana y la israelita, y alrededor de ellas también se dio una intensa batalla a lo largo de muchos años, sobre si había que fortalecerlas y desarrollarlas no sólo en los gremios sino dentro del propio Partido, o había que tender a su asimilación con el conjunto de la clase. Estos grupos idiomáticos también se formaron en otros partidos comunistas, y fueron objeto de debate en la Tercera Internacional.
Se replicaba un viejo debate, abordado ya por Federico Engels en 1874. Decía el gran compañero de Carlos Marx, en un artículo titulado “El programa de los emigrados blanquistas de la Comuna” sobre los emigrados políticos en general: “Después de toda revolución o contrarrevolución abortada, los emigrados que se refugian en el extranjero despliegan una actividad febril. Se forman grupos partidarios de diversos matices, cada uno de los cuales reprocha a los otros el haber llevado el carro al tremedal y los acusa de traición y de toda clase de pecados mortales… Como es lógico, se va de desilusión en desilusión”, decía mordaz Engels, y remataba “los emigrados que no pierden el sentido común y la razón procuran apartarse lo más posible de las riñas estériles en cuanto se presenta la menor posibilidad de hacerlo con tacto, y se ocupan de algo más útil”.
Estos debates volvieron a aparecer cincuenta años después en nuestro país, mientras llegaban miles de emigrados a trabajar, pero sólo unos pocos se incorporaban a la militancia del Partido Comunista, como recuerda Otto Vargas que decía en Moscú el dirigente del PC Victorio Codovilla (El marxismo y la revolución argentina, tomo 2, pág. 368). En el caso de la inmigración italiana, la más numerosa con un idioma distinto al castellano, el PC editó, en la primera parte de la década del 20, una página en su diario en italiano: Ordine Nuovo.